Cuando llegué...
La primera vez que llegué al mundo Dino, mis recuerdos se
atropellaron y las emociones me invadieron. Fue sin aviso previo, solo ocurrió
y fue mientras iba recorriendo imágenes y viendo fotos de quienes se reunían
allí.
Reconocí nombres admirados, revivían en mi corazón las amistades, recordaba momentos e historias que creía ya guardadas solo para mí, las mismas que muchas veces compartí con mi compañero de toda la vida.
Sin pensarlo demasiado, a la noche me senté frente a mi
escritorio, que en ese momento sentí como vacío, dije la palabra clave y una
máquina me dio la bienvenida.
Inmediatamente Hernán se presentó e invitó a ser parte, lo que acepté sin dudar.
Escuché voces de mucha gente, el grupo estaba muy activo.
Escuché recuerdos y añoranzas, preguntas y respuestas, cotidianeidades y
asombros, risas y tristezas, conversaciones personales, locuras y corduras.
Todos transmitían un gran orgullo por lo hecho, por lo vivido, por lo
compartido.
Algunos me reconocieron, muchos no sabían de mí. ¡Qué más
podía pedir desde tan lejos!
Empecé a venir todos los días, primero solo momentos, luego fui extendiendo esos momentos y pasaron a ser una hora, después más. Poco a poco comencé a reconocer las voces de algunos, a responder silenciosamente con un recuerdo, con una sonrisa.
Empecé a venir todos los días, primero solo momentos, luego fui extendiendo esos momentos y pasaron a ser una hora, después más. Poco a poco comencé a reconocer las voces de algunos, a responder silenciosamente con un recuerdo, con una sonrisa.
Finalmente un día hablé, un poco con timidez, pero conté solo
un momento de tantos que tengo para contar.
Varios dieron vuelta su cabeza y me miraron. Esos varios
sonrieron y me hablaron.
Fue entonces cuando advertí que el grupo ya era parte de mí y que esperaba el momento de sentarme a compartir (fueran muchos o pocos), a escuchar diálogos sobre temas profundos, reír de las ocurrencias, escuchar historias y sentimientos, conocer el quehacer profesional.
Los leo, los oigo, les hablo..., siempre con cariño.
Fue entonces cuando advertí que el grupo ya era parte de mí y que esperaba el momento de sentarme a compartir (fueran muchos o pocos), a escuchar diálogos sobre temas profundos, reír de las ocurrencias, escuchar historias y sentimientos, conocer el quehacer profesional.
Los leo, los oigo, les hablo..., siempre con cariño.
Ida Bianchi
Ida: Encantado de tener noticias tuyas. Yo soy uno de los que te conoció, aca cerca y hace tiempo. Pero ¿cuándo vendrás a uno de los almuerzos, para ver si nos re-conocemos todavía?.
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