Autor del Blog: HERNÁN HUERGO

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10/01/2018: Conversando con Gladys Rizzo - Capítulo 1: Única

Gladys Rizzo a los 32 años (1962)

Llegó el momento, por fin. 

Los lectores de este Blog han recibido unas cuantas de estas secciones que llamo Conversando con... Las considero muy especiales porque he convocado a personas que han sido para mí relevantes para la Informática argentina. Estas conversaciones me han resultado siempre más que interesantes, a veces muy divertidas, hasta puedo decir apasionantes. Por supuesto que hay muchos más de los que llamamos Dinos y Dinas con los que me gustaría conversar, no me alcanzaría la vida para entrevistarlos y descubrirlos a todos. Voy eligiendo, tengo en mi lista de espera mental unos cuantos más. Sin embargo, desde hace un tiempo, tenía algo pendiente, cada vez más importante. ¿Cuándo tendría un Conversando con... ¡una Dina!?

Llegó el momento, por fin. Tengo el placer de entregar el primer capítulo de Conversando con Gladys Rizzo, una persona que allá cuando la conocí, hace ya cincuenta años, era única. Más única de lo que entonces yo imaginaba.

Gladys Rizzo, imagen en Skype
(82 años, 2012)

Tuvimos nuestras conversaciones por mail y por Skype. Cerca de los 88 años, ostenta una lucidez total, para mí igual de inteligente y brillante que cuando la conocí, hace ya cuarenta años.

Gladys Beatriz Rizzo nació en Avellaneda el 16 de marzo de 1930, hija única de Luis Rizzo y Dircea Gabotti. Nació en su casa, como era costumbre en la época.
Cuando tenía dos o tres meses de edad, mamá notó algo en mi hombro derecho. Lo comentó y todos le decían que no había nada, que eran temores de madre primeriza. Me llevaron al consultorio del médico y éste comprobó que cuando movía el brazo parecía sobresalir un hueso. Era la clavícula bífida.
Sabía de la columna bífida, no de la clavícula bífida.
–Debo haber sido el primer caso diagnosticado en la Argentina. Me operó el Dr. Garavano, conocido traumatólogo que, como ésta era la primera operación de ese tipo que se hacía en el país, dio una conferencia en el aula Magna de la Facultad de Medicina y salió publicado en el diario “La Prensa”.
Dircea Gabotti a sus 90 (2010) 
Me cuenta con algunos detalles otras enfermedades infantiles que sufrió y que tuvieron en vilo a su madre. 
Yo era muy delgada y comía muy poco. Me hicieron revisar por el Dr. Florencio Escardó.  El Dr. Escardó le aconsejó a mamá que me diera de comer una sopa muy espesa con papas y verduras, de cocción larga, en la que se podía clavar una cuchara y esta quedaba parada como una estaca. También exprimían el churrasco para darme el jugo con el puré. El médico también le aconsejó a mamá que cocinara a cualquier hora en que yo pidiera comida. Mamá lo hacía y cuando terminaba de cocinar yo ya no tenía deseos de comer. 
Cuando tenía tres años, el mismo Dr. Escardó les dijo a mis padres que tenía que tomar baños de sol controlando el tiempo de exposición para que se fortalecieran mis huesos. Con mamá vivimos tres meses en Mar del Plata. Íbamos todas las mañanas a la playa. Comencé con baños de sol de un minuto y aumentando la exposición día a día. ¡Qué ironía! Me cuidaron tanto, me dieron tanto de comer y tantas vitaminas que años después empecé a engordar y ahora debo luchar para adelgazar.
Sospecho que la mamá era una santa. Entre los recuerdos más inolvidables sobre ella, me comenta:
Los bocaditos de espinaca eran famosos para mí. Los añoro tanto como los ravioles que ella hacía.
Cuando Gladys era chica no había jardines de infantes, por eso los padres le pusieron maestra particular. Con ella aprendió a sumar, restar y multiplicar, pero no a leer. 
Primer caso que conozco que aprende Matemáticas antes que Lectura. 
A mí también me llamó la atención. Por eso lo comenté con uno de mis primos que es siquiatra y me contestó que probablemente sea porque tenga más desarrollada un área del cerebro que otra. Que es algo común.  
Cuando le pregunto qué significó para ella ser hija única, me comenta que tuvo muchos primos con quienes compartió su infancia y que hablaba mucho con los padres. En seguida aparece en su respuesta la relación de enorme admiración y amor con su padre, un socialista de pura cepa. Eran tiempos de la llamada "década infame", luego de que Uriburu derrocara a Yrigoyen en 1930. 
Luis Rizzo y su hija Gladys
–Era un periodo de dominación conservadora y de restricción de la participación política ciudadana, manifestada  en reiterados fraudes electorales. Con mi padre hablábamos mucho, hablábamos de política, de deportes, de la actualidad. En una época hablamos de la guerra civil española, en otra de la segunda guerra mundial, de Hiroshima, de personajes como Alfredo Palacios.
Pero la frase que me pareció más impactante fue la siguiente: 
–Siempre me decía que aún siendo mujer yo podría hacer lo que quisiese si me lo proponía y tomaba como ejemplo a mujeres como la Dra. Moreau de Justo y  Marie Curie.
Cuando escucho el resto me convenzo de que Luis Rizzo fue sin duda alguien especial, vital en la formación de Gladys:
Me llevaba a visitar la bibliotecas, en especial la Veladas de Estudio de la que fueron fundadores mi padre y mis tíos con el partido socialista. Fue el primero que me habló de Florentino Ameghino y el que me llevó por primera vez al museo de Antropología de La Plata. Fue el primero que me habló de un poeta: Pedro B. Palacios (Almafuerte) y descubrí la poesía. Me llevaba al teatro; recuerdo las obras del Teatro del Pueblo, en Diagonal Norte. Me llevó al Luna Park a ver una pelea de Loche. 
Un dato curioso que me cuenta es que los padres la inscribieron en la escuela a los seis años, cuando lo normal en la provincia de Buenos Aires era comenzar a los ocho. Para ello falsificaron en el documento la fecha de nacimiento. Realizó la secundaria en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda (ENMA). 
La diferencia de edad con mis compañeros, el haber sido criada como hija única, y mi timidez, hicieron que mi adolescencia fuera la época más opaca de mi vida. Cuando muchos años después nos reunimos con mis compañeros ellos decían que habían descubierto una persona distinta y que por fin conocían mi voz.
Fue muy buena alumna en matemáticas, algo que agradece a sus primeras profesoras hasta tercer año, la Sra. de Lazarte y su hija la Sta. Lazarte.
Cuando terminamos tercer año preparé a una compañera para un examen y aprobó.
Se recibió como maestra dos años después, en 1946, tenía 16 años. Se inscribió con otras compañeras en la Universidad de La Plata para estudiar un profesorado. Eligió Matemáticas. El primer año era común a todos los profesorados y las materias que se dictaban eran de Ciencias Sociales, nada relacionado con Matemáticas. 
No tuve paciencia y abandoné. Recordé a mis buenas profesoras de Matemáticas y fui a preguntar por la Licenciatura en Exactas. Me convencí de que era mi carrera pero no podía ingresar con el título de maestra, necesitaba el título de bachiller. Me preparé y rendí las equivalencias en el Colegio Nacional de Quilmes y me recibí de bachiller. Rendí el ingreso a la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA e ingresé a primer año.
Para esa época, 1949, o sea 19 años, ya tenía un trabajo. Estaba empleada  en la Caja de Jubilaciones de Empleados de Comercio.
Aprobé dos materias, las dos Geometrías: Geometría Descriptiva y Geometría Proyectiva. 
 Otra vez las enfermedades se cruzaron en su camino.
Me enfermé  y fuimos a ver al Dr. Peco, quien fue médico de mi familia desde el día en que se recibió hasta que se jubiló.  Me aconsejó abandonar los estudios porque no me ayudaba mi salud. Creo que tuvo más en cuenta mis antecedentes de enfermedades infantiles que mi realidad en ese momento  y consideró que el trabajo y el estudio eran incompatibles para mí.
El Dr. Juan H. Peco había sido médico de la familia por muchos años. 
Cuando él se recibió de médico, mi abuela fue su primera paciente y, luego, lo fue toda mi familia. Mi familia paterna también fueron pacientes de él. Esa vez se equivocó.
Fueron seis años de interrupción en su carrera, su vocación, la Licenciatura en Matemáticas. Hasta 1955, sus 25 años.
Yo seguía trabajando en la Caja de Comercio, pero esa vida no me gustaba. Entonces decidí volver a la facultad y ver qué podía hacer. Habían cambiado los planes de estudio. Las materias aprobadas no tenían valor, solo me reconocieron el ingreso. Me inscribí y así comenzó la época de más sacrificio y a la vez la más feliz de mi vida.
–¿Cómo fue eso?
Manzana de la Luces- Esquina de Perú y Alsina
Me levantaba a las cinco de la mañana, trabajaba de siete a catorce, iba a la facultad y volvía a casa cerca de medianoche. Los fines de semana los dedicaba a estudiar. Todos los días caminaba desde Córdoba y Cerrito donde trabajaba hasta la Facultad de Ciencias Exactas, en Perú 222, en la Manzana de las Luces. 
–¿Y qué era lo que te hacía feliz?
Primero porque estaba estudiando Matemáticas y  porque tenía  excelentes profesores.
Mischa Cotlar
 –¿Por ejemplo?
Puedo nombrar a Mischa Cotlar, gran matemático, didáctico, gentil, humilde. Se negaba a tomar exámenes, decía que era inmoral porque un alumno si se presentaba al examen era porque había estudiado...  Lo obligaban a tomar examen  y no regalaba nota. Era músico, cuando pasabas frente a su despacho, muchas veces, oías su violín.
–Otro importante para mí fue Oscar Varsavsky. Nos dejaba usar en los parciales todos los manuales que quisiéramos. Pero nos daba ejercicios que nos volvían locos. Me acuerdo el primero que hice, yo desarrollaba y desarrollaba y no lo pude terminar, y lo mismo le pasó a un compañero. Hubo uno solo que pudo terminarlo y tuvo diez. "Lo que hicieron ustedes dos fue perfecto, pero como no terminaron les pongo un cuatro". Todos los demás fueron aplazados. Él era el único que lo hacía: promoción sin examen. Evaluaba trabajos prácticos y parciales y tenía una entrevista con cada alumno antes de ponerle la nota final. "Usted está aprobada, le pongo un ocho. Si quiere un diez le tengo que tomar examen". Acepté el ocho sin dudarlo. Yo había tenido episodios de alergia provocada por los nervios, justamente originados por Varsavsky.
–Otro de quien tengo muy buenos recuerdos es Roque Carranza. Me gustaba mucho la Estadística, había cursado y rendido con él materias optativas sobre el tema y luego de recibirme rendí dos materias más: Procesos Estocásticos y Series Temporales. Era muy desordenado en sus clases pero sabía mucho. Sabía mucha matemáticas.
–Hablame de Manuel Sadosky. 
–Éramos muy pocos alumnos en esa época y todos los profesores nos conocían. A Sadosky lo consulté si podía cambiar de plan de carrera. Él me aconsejó y me aconsejó muy bien: me permitió cambiar de plan pero me dijo que me convenía cursar Funciones Reales II con el profesor Mischa Cotlar. "Es una materia que hace un repaso de Funciones Reales I que usted ya cursó con Blaquier, antes de empezar con Funciones Reales II que le va a venir muy bien". Fue un excelente consejo, realmente aprendí las dos materias. 
–Estudiabas, trabajabas, dormías apenas cinco horas. ¿Cómo fue tu carrera? ¿Cuándo apareció la Informática en tu vida?
Con sacrificio fui cursando año a año, y ya promediando la carrera, se dieron en la Facultad dos cursos: uno de máquinas de registro unitario (UR) y otro de computadora (IBM 650) por profesores que eran especialistas y gerentes de IBM y luego, otro de la computadora Mercury que decidió contratar la facultad para el Centro de Cálculo que estaban organizando. Asistí y rendí todos estos cursos.
–¿Quiénes fueron los profesores de esos cursos?
El curso de UR fue dictado por varios profesores del Centro de Cómputos y del Servicio Técnico de IBM. A quien recuerdo especialmente es a Robero Catenazzo, que nos enseñó el circuito de la IBM 82, una intercaladora. ¡Inolvidable! El curso sobre la Mercury lo dictó una mujer, una inglesa. No recuerdo su nombre. 
Gustavo Pollitzer
El curso de programación de la IBM 650 estuvo a cargo del Gustavo Pollitzer. Terminó de dictar el curso, por un viaje de Pollitzer, José Guerra. En todos estos cursos me fue muy bien. Siempre fui la primera en terminar y pasar al frente. En la última clase estuvo de visita Sadosky. Hablaban con Guerra y Pollitzer y noté que me miraban.
Me cuenta una anécdota de lo que le sucedió en la Caja donde trabajaba al terminar los cursos de UR.
En la Caja tenía un jefe que había trabajado en IBM y que cuando terminé el curso de UR había pasado a ser el gerente del Centro de Cómputos. Era una persona que me apreciaba, yo era muy trabajadora y era callada. "¿Hizo el curso ése? ¿Quiere hacer una práctica en nuestro equipo?", me dijo. Le contesté que sí. El jefe de ese sector era el único que había hecho el curso de operador y era el único que sabia armar tableros. Quisieron divertirse a costa mía  y me dieron para armar el tablero de la IBM 407 para liquidación de sueldos, que era, posiblemente, el más difícil. Mientras lo armaba veía como me miraban y murmuraban. Cuando terminé y lo probaron quedaron con la boca abierta y después me respetaban. 
Poco tiempo después de los cursos de Computación un profesor, el Ingeniero Isidoro Marín les ofreció a otro profesor, el Dr. Selzer, a un compañero de Gladys, Juan Vella, y a ella, ir a trabajar por contrato al Instituto Estadístico Militar como asesores matemáticos. El cambio le parecía parecía conveniente, un mayor ingreso, mejor horario, más flexible y aparentemente más relacionado a todo lo estudiado. Renunció a la Caja y firmó contrato con el Instituto.
–¿Te consideraban a la altura de un profesor?
Fue una sorpresa para mí. Con Vella no había cursado ninguna materia. Al Dr. Selzer no lo conocía y me sorprendió mucho que aceptara un trabajo al mismo nivel nuestro.  
–¿Y cómo resultó el trabajo?
Las primeras condiciones se cumplieron pero el trabajo no era todo lo atrayente que suponía. El Dr. Selzer renunció pocos meses después. Vella y yo continuamos porque nos convenía hasta terminar la carrera. Un tiempo después Vella leyó en un periódico el pedido de profesionales por parte de IBM, se presentó e ingresó en el que fue el primer curso de entrenamiento y trabajo en la referida empresa. Yo estaba dedicada a completar mi carrera y no pensaba, por el momento buscar otro trabajo.
–¿Qué significa eso de curso de entrenamiento y trabajo? 
Cuando IBM comenzó a incorporar profesionales a  su staff, lo hizo incorporándolos en cursos de 20 a 30 personas para darles entrenamientos en sus productos. Comenzaban el curso como empleados de IBM y cobraban sueldos. Por eso hablo de entrenamiento y trabajo. El entrenamiento era el trabajo. En ese primer curso que entró Juan Vella, también entraron Víctor Savanti, Julio Viau, Luis Di Massi...
–De acuerdo. Entonces te dedicaste tu carrera en Exactas.
Así es. Cuando estaba preparando la última materia que debía rendir el 26 de diciembre (siempre había un turno de examen en esa fecha que nos obligaba a dejar la mesa familiar enseguida después de los postres, para repasar), me llamaron de IBM  para invitarme a rendir los test para ingresar a la compañía en el cuarto curso de profesionales.
Creo que fue entonces que recibí sus primeros comentarios referidos a un tema que enfrentó y combatió por muchos años en la que sería su empresa, la discriminación por género.
Las gerencias más altas de IBM eran de la vieja guardia, no eran profesionales y  discriminaban a las mujeres. Las mujeres en IBM eran empleadas administrativas o perforadoras de tarjeta Hollerith. Esto sucedía en América Latina, no en USA ni en Europa. Los tres cursos anteriores estaban compuestos por hombres y estaban buscando hombres para completar el cuarto curso. Como no conseguían completar el curso porque los que se presentaban no aprobaban el test, Vella me mencionó y Pollitzer y Guerra, que habían dictado cursos en la facultad y me conocían, consiguieron que sus superiores les permitieran probar con una mujer. 
Rendí el test, lo aprobé y me citaron justamente para el 26 de diciembre por la tarde, para una entrevista con José Guerra, que era Gerente de Marketing. En ese momento no imaginaba que ese mismo día tendría otro ofrecimiento. 
El 26 de diciembre de 1960 rendí la última materia y me recibí de Licenciada en Matemáticas. El Dr. Sadosky me estaba esperando. Me llevó aparte y me ofreció ir a trabajar al Centro de Cálculo con el equipo del Dr. Zadunaisky, astrónomo y matemático argentino. 
Me sentí como tocando el cielo con las manos, pero, luego me dijo que no podían pagarme. Yo necesitaba el dinero y por lo tanto tendría que seguir trabajando en Estadística Militar y colaborando con el Instituto. Para tentarme me hablaba de viajes y becas en el exterior, pero yo pensaba que tenía que seguir en el Instituto Estadístico Militar y eso no me agradaba. Quería dejarlo lo antes posible. 
Le conté que tenía una entrevista esa tarde en IBM y luego le contestaría. 
Por la tarde tuve la entrevista con José Guerra. La entrevista fue muy buena y, de pronto, me pregunta: "¿Qué condiciones tiene Ud. para la venta?". Yo, matemática recién recibida, con una oferta de la Facultad de Ciencias Exactas, me vi vendiendo ballenitas en la calle. "¡Ah, no!", dije, "no me interesa", y comencé a levantarme. 
 Gladys Rizzo 100%. Así era cuando la conocí, así fue siempre.
Él me miró con sorpresa (después me enteré que todos querían ser vendedores, por las jugosas comisiones que se cobraban en esa época). Me invitó a hablar con Gustavo Pollitzer, que era Gerente de Aplicaciones Científicas, quien me convenció contándome los interesantes trabajos que iba a hacer. Finalmente acepté. 
Unos días después me ofrecieron trabajo en la empresa Remington para trabajar con el Sistema UNIVAC. Naturalmente, lo rechacé.  
El 20 de febrero de 1961 comencé el curso en IBM. Aunque luego mi trabajo en IBM no fue todo lo científico que me hubiera gustado, estoy convencida de que no me equivoqué en la elección. 
Continúa en Capítulo 2

1 comentario:

  1. luiggi pees labory11 de enero de 2018, 9:02

    ESTIMADOS Gladys y Hernán: Más que requetebueno conocer a Gladys, su carrera, detalles de su vida, gracias al excelente reportaje de Hernán. Tuve un buen despertar gracias a ustedes.

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