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25/05/2018: Eduardo Vila Echagüe: El edificio inteligente

[Capítulo 27 de La Informática y yo]

El edificio inteligente

Edificio IBM en Providencia 655
Nos trasladamos al nuevo edificio algunas semanas antes de la inauguración. Era una torre de 8 pisos, con el Centro de Computos en el primero, el casino (comedor) en el segundo, la Gerencia General en el último y los demás pisos todos iguales. En las ventanas estaban las oficinas gerenciales. En el centro, alrededor de la caja de ascensores y escaleras, estaban las salas de reunión y los baños, dos para los varones, sólo uno para las mujeres, se ve que eran otros tiempos. En el medio estaban los cubículos del perraje (forma despectiva de llamar a los no gerentes), salvo unos pocos privilegiados como yo que teníamos uno con ventana. Las plantas eran tan simétricas que alguna mañana de neblina amanecí del otro lado del edificio preguntándome qué había pasado con mis cosas.

Por fin teníamos cubículos individuales con un mueble propio con lugar hasta para colgar la chaqueta (saco). En cada uno teníamos un conector para el teléfono y otro para el coaxial de la terminal. No pregunten si había punto de red porque eso aún no se usaba, al menos en IBM. Nos dijeron que se trataba de un edificio inteligente. ¿En que consistía la inteligencia? Fuera de estar cableado, hasta donde recuerdo todo lo que había era control de acceso en las puertas de cada piso. Del lado en que pegaba el sol la temperatura subía, especialmente en las oficinas de los gerentes. Podías llamar a alguien de servicios generales para que te aumentara el flujo de aire, lo que hacían metiéndose en el entretecho. Pero como el sol tenía (y tiene) la mala costumbre de salir por un lado y ponerse por el otro, al día siguiente amanecías congelado.

Por ese motivo las puertas de las oficinas permanecían abiertas (nada que ver con nuestra política IBM de 'Puertas Abiertas'). Nuestro gerente era de los que prefería llamarnos a viva voz, sin usar el teléfono. Si te llamaba por el nombre, la cosa iba bien, pero si por el apellido, seguro que te ligabas un reto (¿sucede algo parecido en nuestros hogares?). Aunque era excelente persona, tenía un trato más bien áspero. Recuerdo una reunión con su grupo, en que se lamentaba de que en la encuesta de opinión su persona no había sido tan bien evaluada. Uno de nosotros hizo uso de nuestro política de 'Hable Francamente' y le comentó: — Perdóname, pero es que tienes un gesto algo 'ríspido'. — Apenas salimos corrimos todos al diccionario. También era un fumador empedernido, lo que pronto descubriríamos que era un factor a nuestro favor. Como en las salas de reunión estaba prohibido fumar, durante la primera parte de la reunión nos daba duro, pero a medida que pasaban los minutos se iba poniendo nervioso y en el segundo tiempo ganábamos por goleada, aceptándonos todo con tal de poder salir a prender un cigarrillo.

El 'miguelote' frente a la entrada
El nuevo edificio también tenía pretensiones culturales. En todas las salas había cuadros de artistas chilenos contemporáneos. Frente a la entrada le habían encargado a un escultor una obra seguramente alusiva a nuestra industria informática. El resultado fue el objeto que aparece en la foto adjunta, tal vez inspirado en el asterisco que usamos tan a menudo en nuestra profesión. Algunos lo llamábamos el 'miguelote' por su evidente parecido a los 'miguelitos' que se sembraban entonces en las calles durante las manifestaciones contra el gobierno. En fin, sobre gustos no hay nada escrito.

Terminada esta breve y parcial descripción del nuevo edificio, prosigamos con su inauguración. Se planificó hacerla en dos tardes consecutivas, la primera con los empleados y la segunda con los clientes y autoridades. ¿Recuerdan que en el capítulo anterior les conté que los visitantes extranjeros y sus familiares también querían ver el Halley? Decidieron que el safari astronómico se haría a continuación de la inauguración con los empleados. Después del cocktail de rigor, un enorme bus partiría hacia Portillo con los ilustres visitantes acompañados por los principales gerentes y, naturalmente, el experto. También irían las respectivas señoras aunque la mía prefirió borrarse para dejarme mayor libertad de acción.

Todo sucedió como estaba planeado. Hacia las 9 de la noche en forma más o menos subrepticia el Gerente de LAMA y su hijo, el de IBM Chile y varios de los que le reportaban más sus respectivas señoras junto con este humilde servidor nos escapamos hacia el bus. El Gerente de IBM Latinoamérica había cancelado su participación a último momento. La celebración de los empleados continuó a cargo del principal gerente que no fue de la partida.

El cocktail había estado bien regado en la parte líquida pero no tan consistente en la parte sólida. No se olviden que éste estaba destinado a los empleados, el de los clientes sería al día siguiente. Lo cierto es que como a la media hora de viaje nos empezó a dar un poco de hambre, pero no había motivos para preocuparse. La madre IBM había pensado en todo. En el bus habían puesto bandejitas con comida como las que se dan en los aviones. Pero cuando las íbamos a abrir nos percatamos de un detalle. ¡Faltaban los cubiertos! Pero que no cunda el pánico. Detrás nuestro venía el auto de Seguridad velando por nuestra integridad física. ¿O sería una ambulancia? Lo cierto es que nuestro encargado de seguridad a bordo inmediatamente se comunicó con dicho auto y lo instruyó para que volviera a Providencia 655, buscara el servicio faltante y luego nos alcanzara. Para que vean que IBM no hacía las cosas a medias, nuestro encargado de seguridad también tenía el valor agregado de ser de la patrulla de Socorro Andino, lo que hubiera sido de gran utilidad si alguno de los visitantes se aburriera del cometa e intentara esquiar a la luz de las estrellas.

A poco andar se hizo evidente en nuestros estómagos que el auto de seguridad no era un Fórmula 1, por lo que probablemente nos juntaríamos con los cubiertos recién llegando a Portillo. Se tomó la decisión de olvidarnos del protocolo y comer con la mano, en medio de un ambiente ya bastante
festivo. Recuerdo con claridad a la señora del Gerente de Administración y Finanzas repartiendo trozos de papel higiénico (del que había una buena provisión) para que pudiéramos limpiarnos los dedos. De paso esto sirvió para darle a los ilustres visitantes un ejemplo práctico de los problemas que teníamos en los países subdesarrollados.

Una vez satisfechos nuestros apetitos corporales, ahora llegaba el turno de los intelectuales, es decir la contemplación del famoso cometa. Creo que a esa altura yo era el único que se preocupaba del tema. A cada rato miraba por las ventanas del bus para ver cómo estaba el cielo. A poco de pasada la ciudad de Los Andes vi con horror que se estaba empezando a nublar. Me imaginé lo peor. ¡Qué bochorno si tenían que volver a su país sin haber visto nada! ¡Puro gasto inútil! ¡Qué mala imagen para Chile! En fin, en los momentos críticos se conocen los espíritus audaces. ¡Zafarrancho de combate! Inmediatamente di la orden de detener el bus en la berma (banquina). Bajé e instalé un telescopio portátil al lado del vehículo, apunté al cometa que aparecía entre los claros de las nubes y permití a los visitantes que echaran un vistazo al famoso visitante celeste. Una vez ejecutado el plan de contingencia, continuamos el ascenso.

Finalmente llegamos a Portillo, nos instalamos en la cabañas, que ahora eran mucho más de dos, y salimos a tomar frío mientras mirábamos el cielo. Pero el espectáculo no era el mismo que dos semanas antes. Afortunadamente estaba relativamente despejado, con sólo algunas nubes por aquí y por allá, pero había una luna creciente que iluminaba el cielo y dificultaba la visión de estrellas y nebulosas. Sin embargo lo peor era el cometa. ¡Ya no tenía cola! Sólo se veía una nubecita redonda y difusa, que en nada se distinguía de otros objetos de la misma apariencia que se ven en el cielo. En realidad, no es que no tuviera cola, sino que ésta estaba apuntando justamente en la dirección opuesta a la Tierra, por lo que quedaba oculta por la cabeza del cometa. Un verdadero fiasco para quien había viajado 10.000 km para ver el espectáculo más maravilloso de su vida.

Felizmente a esa altura de la noche era más importante para todos la aventura de haber subido a la Cordillera en medio de la noche que la apariencia del famoso cometa. También para mí, ya que fue una experiencia irrepetible. He visto muchos otros cometas, pero nunca más estaré en Portillo en medio de la oscuridad admirando el cielo. Conversamos y nos reímos un rato y finalmente nos fuimos a dormir, cada uno con su pareja y yo con mi telescopio.

Al día siguiente nos subimos al bus y regresamos a Santiago. Nuestro Gerente
El Halley en abril de 1986
General nos convidó a 
todos a almorzar al Sheraton San Cristóbal y después cada uno para su casa. Fue algo muy entretenido y supongo que lo que se gastó en dinero se ganó en camaradería. Más adelante verán si esto me ayudó en mi carrera. Por lo menos el Gerente de Personal pudo conservar su puesto.

Aquí termina la historia de la inauguración del nuevo edificio de IBM bajo los auspicios de un astro tan famoso como el Cometa Halley. Sólo me falta decir que me hubiera gustado escuchar al hijo del Gerente de LAMA de vuelta en EEUU contándole a sus amigos cómo había visto el cometa. Quizás en su relato la nubecita informe se convirtió en un astro espectacular cuya cola iba desde la Cordillera de los Andes hasta el Océano Pacífico. ¡Así de mágica es nuestra querida América Latina!





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