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2015.08.25: Pepe López de Lagar: Pretender ganar la Mille Miglie con un Fiat 600

Cada vez que tenemos un almuerzo de Dinos y Dinas, vuelvo recargado de recuerdos.
No sé si a todos les pasa lo mismo, pero a mí me sucede algo que es que la memoria empieza a relacionarse con personas y con hechos que yo creí olvidados.
Claro que también me pasa lo que dijo Hernán en su relato de la “Lucha con dos neuronas”.
Subidos en la máquina del tiempo y habiendo leído cosas sobre las Tabuladoras y los “rebusques” que hacíamos para resolver algunos temas, no pude menos que acordarme de algunos Ingenieros Comerciales (IC), así llamados entonces los Representantes Comerciales para impresionar a la clientela y para que resultaran más trascendentales las cosas que vendían.
No quiero hacer nombres aunque todo lo que se cuente en estos relatos, está prescripto por el piadoso paso del tiempo.
Mi recuerdo de hoy es sobre las ventas que hacían algunos comerciales, convenciendo al cliente sobre las cosas que iba a poder hacer con estas poderosas máquinas.
En la época de las Tabuladores, el repertorio era siempre más o menos parecido. Un conjunto formado por una Tabuladora, una Perforadora adosada a la Tabuladora (según la empresa se llamaba de diferentes forma pero su función era generalmente la de sacar una tarjeta nueva con datos actualizados), la Clasificadora y la Intercaladora, además de un regimiento de perforadoras y verificadoras, en la época en que eran equipos separados todavía.
Éramos expertos en resolver desastres.
Íbamos y nos quedábamos a vivir un tiempo en las oficinas del cliente, diseñando procesos, armando tableros y dando clases de cómo usar estas máquinas llenas de riláis.
Yo había logrado cierto respeto, más por la habilidad de manejar pilas de tarjetas casi como un malabarista que por los conocimientos en sí. Al menos eso pienso.
A veces, los IC vendían cosas fantásticas.
Recuerdo por ejemplo a un cliente al cual le había prometido que para cargar todas las calles de la ciudad de Buenos Aires, solo tenía que perforar un código y que al pasar por la tabuladora, se iban a imprimir los nombres de las calles que estaban almacenados en la memoria (¿¿¿????)
HORROR!! “Qué hago?, le dije al comercial… No sé, me dijo. Es tu problema, seguro que algo se te va a ocurrir.
Lo que hicimos fue generar un archivo en tarjeta con el código de calle y el nombre. Después clasificábamos todos los datos por el código de calle y hacíamos una intercalación poniendo delante de cada lote de calle la tarjeta con el nombre.
Leíamos la tarjeta con el nombre de la calle y la conservábamos para todos los datos que venían atrás en el lote y así salían impresos los nombres de las calles con los demás datos que tenían las tarjetas y salimos adelante. En una segunda etapa, sacamos una tarjeta nueva con el código y nombre de la calle ya perforado, así como los demás datos.
Viste que se podía? Me dijo el comercial cuando le dije que habíamos salido airosos.
Sí, pero sabés qué?, le dijo un hombre de sistemas que era mi jefe y podía decir cosas que yo no podía, “vos estás vendiendo un Fiat 600 y pretendés ganar la Mille Miglie. Así no va y un día te vas a chocar contra algo!
Era cierto y no fue el único caso.
Aprendimos mucho en esa época sobre todo de procesos, porque había que pensarlos muy bien para resolverlos con esas máquinas con tableros llenos de cables en donde apenas entraban nuestros dedos.
Como reconocimiento a aquellos hombres de la venta que tenían importantes ingresos y vestían elegantes ropas, supe desde ese entonces que, si ellos no hubiesen vendido las cosas que vendían, nosotros no podríamos haber subsistido en nuestros trabajos.
Simplemente lo cuento como un hecho divertido, sin dejar de recordar que después de la época de las Tabuladoras, vinieron las primeras computadoras con muy poca memoria, sin soporte magnético, ni nada.
Y que entonces la imaginación de algunos comerciales se multiplicó notablemente y los ofrecimientos hechos a los clientes, hicieron que nos tuviésemos que romper mucho más nuestras cabecitas para cumplir con lo prometido.
Pero aún así, fue una de las épocas más lindas de mi vida, laboralmente hablado.

Mi cariñoso recuerdo a los Comerciales de aquellos años y a los viejos idóneos de Mecanización Contable que me enseñaron los primeros palotes de mi vida en la informática, enseñándome dos cosas que nunca me olvidaría jamás: Entender los procesos y Entender qué era lo que necesitaba el cliente.

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