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2015.09.23: Hernán Huergo: Derecho a réplica... de un presunto ladrón

Buenísimo el relato de Rodolfo Ratto, 

2015.09.22: Rodolfo Ratto: El que roba a un ladrón...

Fue un placer especial enterarme, después de cuarenta y cinco años, de esta historia sobre aquel programa que hice, creo que a fines de 1968.
Hernán Huergo, 1971

Leyendo el relato me enteré de dos cosas, que a Rodolfo le decían Ratón, y que soy acusado de ladrón. Quizás, siguiendo con la rima, el Ratón tenga razón, pero aclaro que mi memoria insiste en registrar otra historia.

Se me cruzó un refrán, pero más que nada por la rima, no porque nadie en IBM sintiera que le robaban conocimientos. Era una grata sensación compartir lo que aprendíamos.

El trabajo que me asignaron, una aplicación que debía programarse en el CUPED para consultas de expedientes en una mesa de entrada que utilizaba una terminal IBM 1050, para mí se trataba de la primera experiencia en Teleprocesamiento. Como tal, aunque era un graduado con honores en Assembler, no tenía la menor idea de cómo encararlo. 
“Tenés que usar BTAM” me dijeron, como si esa sola frase fuera la solución. Tomé el manual de BTAM y no podía creer que tendría que descifrar ese mamotreto para saber qué tenía que hacer. Entonces, alguien se apiadó de mí: “Si querés entender algo de este tema, andá a verlo a Antonio Cavallari”. Cosa que hice, por supuesto.

Cuando entré en la oficina de Antonio, él parecía, como siempre, que no tenía nada que hacer, y si había algo que debía hacer, o ya lo tenía resuelto, o no le preocupaba en absoluto. El mundo de la computación era una cosa fácil para él. Todo laberinto tenía sus atajos y él los conocía. No existía problema que le borrara la sonrisa, ese es mi recuerdo.
Sin embargo, lo primero que me dijo fue:

Antonio Cavallari
– ¿Qué necesitás, Hernán? No tengo demasiado tiempo, en diez minutos tengo que ir a verlo a Di Masi.

Le dije que quería consultarlo por una aplicación que tenía que hacer en BTAM, que volvería en otro momento.

–No hay problema, en diez minutos te explico lo importante.

Y arrancó: “En Teleprocesamiento se piensa diferente, se resuelve a partir de cada transacción, … bla… bla… bla…, y cuando usás BTAM lo importante es, … bla… bla… bla…”.

Yo escuchaba asombrado, mientras tomaba notas. Tenía enormes dudas de estar entendiendo lo que me decía. Mejor dicho, entendía todo, pero no me convencía de que fuera suficiente para mi trabajo. ¿Qué diablos significaba que hubiera un manual de BTAM que recuerdo como mamotreto si este hombre me estaba dando una especie de receta mágica en pocos minutos?

–Disculpame, Hernán, me tengo que ir.

Los diez minutos se habían ido.

Repasé mis notas y arranqué con ellas. De a poco, a partir de la explicación recibida, comencé a lidiar con el BTAM. No me llevó demasiado tiempo llegar al momento de probar lo que había programado. Estaba ampliamente convencido de que no me iba a funcionar y que tendría una nueva sesión con Cavallari. Sin embargo, para mi enorme sorpresa y emoción, anduvo prácticamente de entrada.

¡Bravo Cavallari, querido Antonio, padrino de mis comienzos! 

¡Cómo habrán sido de buenos tus consejos que ahora me entero de que lo que programé fue usado como modelo por generaciones siguientes de ingenieros de sistemas! 

¡Que aquel programa que hice a partir de tus “tips” pasó a formar parte de un libro oficial de IBM -que nunca vi- que se llamaba algo así como Arquitectura del Sistema 1050!

Lástima que no hice Copyright, reclamaría hoy por los derechos de autor.


Blogger Rodolfo E. Ratto dijo...
Jajaja Pobre Arturito ya debe estar en el infierno y yo estoy yendo para allí, nos perdimos el perdon de 100 años!!!
23 de septiembre de 2015, 12:38
Blogger Ricardo dijo...
Hernán, yo también hice un programa (en APL) para optimizar el corte de bobinas de papel, del cual no tengo Copyright, primero porque no se me ocurrió, y segundo porque considero que, habiendo creado el programa siendo empleado de IBM utilizando sus recursos, no me correspondía el Copyright. Pero sé quien lo patentó: un alto gerente de IBM cuyo nombre no mencionaré.
Años más tarde me enteré que persona o personas desconocidas (por mí) habían intentado venderle el programa, recodificado creo que en FORTRAN, a un cliente que yo conocía pero que ahora no recuerdo, diciéndole que a mí me correspondía cierta cantidad de dinero, dinero que, por supuesto, yo nunca iba a ver. Eso ocasionó gran enojo en el jefe de equipo del cliente, a tal punto de que no quería ni que le mencionaran mi nombre, y luego de que me enteré del tema, eso me causó mayor enojo a mí. Intenté investigar quiénes eran esas personas, sin éxito.
23 de septiembre de 2015, 16:01

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