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2017.03.25: Alberto Rozenfarb: Anécdotas de mis tiempos de Exactas: la Cuarta

Alberto Rozenfarb en Facebook

Corría Diciembre 1973.

Con mucho esfuerzo, compartiendo estudios y trabajo, llegó Marzo de 1973 (la prehistoria de Computación en Exactas) y me planteé: 
me falta Seminario Superior de Computación, elegante formato para denominar a mi trabajo final de tesis.
El panorama laboral era paupérrimo y me dije: "tengo que prepararme lo mejor posible". 
Para ello elegí como profesor a Hugo Ryckeboer.

Dentro del material investigado había  la posibilidad de desarrollar un controlador de ejecución de programas dentro del sistema operativo de una IBM/360. Con ello se podrían sacar estadísticas del uso de la máquina en tiempo real y aprender sobre el mismo.
Allí decidí emprender mi recta final y mi elección me satisfizo.
Hugo Ryckeboer (2013)

Tuve una primera reunión con el profesor, donde planteé mi objetivo (que fue cambiando después de  varios encuentros posteriores) hasta que llegamos a un acuerdo sobre el objetivo de mi trabajo. No fue poco el costo de este acuerdo en tiempo y esfuerzo.

Tenía que estudiar el funcionamiento del SO. Curiosamente estábamos en la mismas condiciones con que se maneja cualquier Software Libre: (aunque en esa época nada se sabía al respecto): el programa completo del SO de la /360 estaba totalmente disponible, pero en microfilms: todo en Assembler y perfectamente documentado. Teníamos máquinas especiales donde podíamos leer la programación, avanzando slide por slide.
Ni se imaginan el trabajo que resultó leer y mucho más ENTENDER la programación. Ante la complejidad del tema cambiamos nuevamente de objetivo quedándonos con el de estudiar "ESTRUCTURAS DE INFORMACIÓN EN UN SISTEMA OPERATIVO".

Concurrí entre dos y tres veces semanales a una empresa cerca de Retiro, donde el profesor trabajaba. Llevaba las clásicas sábanas de papel con el avance de la programación en mi propuesta.
El trámite tardó un poco más de 8 meses con la periodicidad semanal antes descrita. Obviamente, alcanzamos durante ese período un conocimiento bastante intenso y  recíproco entre mi persona y el profesor y eso fue para mí muy beneficioso.
Hasta que llegó el ansiado día en que acordamos que el trabajo estaba listo.
Yo pensé: también estaba lista mi carrera, había llegado sano y salvo a la meta.
La alegría se desató en mí y lo único que se me ocurrió preguntar es: ¿CUANDO? ¿CUANDO RECIBO FIRMADA MI LIBRETITA?

El profe Ryckeboer me indicó: "dentro de dos semanas nos encontramos en la UTN donde doy clases y allí terminamos".
"Por supuesto", dije, sin preguntar ningún otro detalle.

Y el 13 de diciembre de 1973 me presento a la Universidad Tecnológica de Medrano y Córdoba. Lo ubico al profesor en el aula en que estaba dictando clase y me dice: "esperame en el aula de al lado que te voy a hacer el interrogatorio".

Quiero hacer presente que en aquel tiempo, en Exactas, aprobar una materia implicaba:
·        aprobar los tres parciales
·        aprobar "el interrogatorio" que era una paseo por toda la materia que hacía el jefe de TP para ver si el alumno tenía conceptos bien fundamentados de los temas más importante de TODA la materia. Al aprobar el JTP te firmaba la libreta aprobando los trabajos prácticos
·        dar el examen final.

Recibí un balde de agua fría. Reaccioné y le digo: "Pero Hugo, hace 8 meses y pico que nos vemos de 2 a 3 veces por semana. ¿para qué necesitas hacerme un interrogatorio? Sabes perfectamente lo que pude haber aprendido durante este tiempo, el contenido y alcance de mi trabajo".

Me respondió: "vos sos alumno de Exactas y tenés que cumplir todos los pasos indicados en el reglamento".

Me quedé sin respuesta (sin mi título) y sin otra posibilidad que ¡esperarlo!.
Mi señora estaba esperando sentada en mi Citroen y aguardando lo que se caía de maduro. (Que yo aprobaba).

Yo quería comerme las paredes.
Una hora después, aparece el profesor y me dice:

"Empecemos con el interrogatorio".
Obviamente me volvió a hacer las mismas preguntas que me había hecho la semana pasada, y la anterior y la previa, durante los larguísimos 8 meses de trabajo continuo. Dos horas después (dos horas de preguntas y respuestas) me dice finalmente:
"Bueno Alberto, terminamos con el interrogatorio. Has respondido correctamente a todo. No obstante, no puedo ponerte una nota alta".

Respondo: "¿y porqué? ¿Acaso no respondí a todas tus preguntas?"
Me dice Ryckeboer: "No te corresponde una nota alta, pues otros alumnos  tardan 2 o 3 años haciendo el trabajo conmigo, y vos sólo 8 meses". Hay una desproporción evidente.

Pregunté inocentemente (y con unas ganas de escaparme,  difíciles de explicar): "¿Acaso la nota no está en función a los conocimientos que exhibí, a la calidad del trabajo, a las respuestas a tus preguntas?".
El profe: "Todo está bien, pero solo trabajaste 8 meses. Por lo tanto, la nota que estimo te corresponde es un 8".

En un instante se me cruzaron varias ideas: hablar con mi señora y avisarle, golpearme la cabeza contra la pared, saltar de alegría y otras ideas que no puedo contar. Decidí decir: "Bueno, está todo OK".

Con esos sentimientos mezclados de incredulidad, alegría, alivio y angustia, saqué del bolsillo interior de mi saco la libreta universitaria y se la extiendo a Ryckeboer para su firma. Fue una dulce y terrible angustia: se había terminado todo y con éxito.

El profe me dice: "Alberto, no te puedo firmar aquí. Vos sos alumno de Exactas y aquí estamos en la UTN. Te espero en mi despacho (Instituto de Cálculo, Pabellón I, Ciudad Universitaria) y allí te firmo"

Solo dije  "Hasta luego".
Obnubilado, casi ciego,  bajé a la calle. Vi mi Citroen y escucho la pregunta de mi mujer: ¿Y?. "Todo bien", respondí.
Le entregué la llave del coche y le dije: "Vamos a la Ciudad Universitaria".

Viajamos con  una sensación indescriptible y sin palabra alguna.

En el despacho me estaba esperando el profe. Ambos con una cara como si nada (ni acontecimiento, ni tiempo) hubiese pasado. Me firmó. Y me gradué de Computador Científico.

3 comentarios:

  1. Lo pintaste tal cual a Hugo Ryckeboer. Nunca, para mí, tuvo reacciones comprensibles.

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  2. luiggi pees labory25 de marzo de 2017, 16:03

    "A SANGRE FRÍA" era el nombre de la famosa novela de Truman Capote... Imagino que lo habrás esperado a fuera de la Ciudad Universitaria y le habrás pasado por encima con tu Citroneta.

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