[Capítulo 21 de La Informática y yo]
Al cruzar la Cordillera mi preocupación era qué me dirían del tamaño artefacto que llevaba en mi auto, más parecido a un enorme cañón que a lo que realmente era. No nos olvidemos que los dos países habían estado a punto de ir a la guerra algunos meses atrás. Pasé la aduana argentina sin ningún problema, pero al llegar a la chilena, sucedió lo que me temía. El aduanero me espetó: — ¿Qué lleva ahí? — Contesté con voz finita: — Un telescopio —. Durante unos largos segundos me quedó mirando, quizás tratando de ver si el aparato era un riesgo para los ecosistemas chilenos. Finalmente me preguntó: — ¿Cuál es su profesión? — Mi respuesta fue igualmente veraz: — Ingeniero — Transcurrieron unos segundos y finalmente me dijo, con voz amable: — Claro, lo necesita para su trabajo, pase no más — Y así fue como volví a entrar a Chile. Ya saben, mis queridos colegas, ¡cuando viajen no se olviden de sus telescopios!
Viña y Vzalparaíso vistos desde Reñaca |
Pero yo tenía un problema más inmediato que resolver.
El 1 de febrero tenía que entrar a trabajar en las oficinas de IBM en Santiago
y aún no teníamos casa donde alojar. Decidí que mientras tanto íbamos a
arrendar algo en el centro de Viña y yo viajaría todos los días. No fue fácil
conseguirlo, porque febrero es el mes de veraneo preferido por los chilenos. En
Argentina es más bien enero y, aunque no sé el motivo, les cuento lo que decía
un amigo con el que veraneábamos juntos en Punta del Este. Según él, convenía
ir en enero porque las hijas de los abogados eran más lindas que las hijas de
los comerciantes. Es que enero en Argentina es el mes de la feria judicial, en
tanto que en febrero toma vacaciones el comercio. Como finalmente me casé con
una hija de marino que conocí en pleno invierno, no tengo opinión al respecto.
Finalmente conseguimos un departamento tan pequeño que
tuvimos que poner la cunita de la beba dentro de un closet, al que llamábamos
cariñosamente 'cárcel del pueblo'. Yo me levantaba a la madrugada para tomar el
bus de las 7:15, el que afortunadamente pasaba por la esquina. Haciendo transbordo
en el Metro (Subte en argentino) alcanzaba a llegar a las 9 a la oficina. Allí
me presenté a mi nuevo jefe, quién me explicó en líneas generales la
composición de su grupo. Si mal no recuerdo éramos ocho, de los cuales dos
estaban destinados a soportar el SAFE/3600. Para los que no lo saben, este
software para la banca fue la principal contribución de IBM Latinoamérica en
materia de aplicaciones. Inspirándose en un proyecto pionero de IBM Venezuela
de mediados de los 60, en 1975 IBM formó un grupo de trabajo con profesionales
de Brasil, Venezuela y México, los que diseñaron un producto que permitió el
funcionamiento en línea de nuestros bancos. Me siento idiota tratando de explicar
a la generación de mis hijos algo que para ellos es totalmente evidente, el que
hoy depositas en cualquier sucursal o cajero automático e instantáneamente el
depósito queda disponible para retiros o transferencias desde cualquier parte
del mundo. Seguramente me digan: — Papá, ¿en qué mundo vivías? ¡eras un cavernícola! — y otras bromas de idéntico calibre.
Lo cierto es que Chile había empezado a salir de la caverna en 1978, con la
instalación del SAFE en el Banco de Crédito e Inversiones. Para Argentina la
luz llegaría años más tarde.
Terminal financiera IBM 3604 |
La idea que teníamos era comprar una casa en un barrio
residencial. A diferencia de lo que ocurre en Buenos Aires, esos barrios
estaban entonces solo a unos 20 minutos en auto del centro. Con mi señora veníamos
los fines de semana a ver casas. Finalmente seleccionamos una en una
urbanización nueva en Vitacura, en un área muy tranquila sin edificación en
altura. Tenía un jardincito adelante donde se podría hacer una pequeña piscina,
y otro atrás donde jugarían mis hijos durante el día y el papá buscaría
asteroides en la noche. Todo muy bonito excepto el precio. Descubrí que
juntando lo que había obtenido con la venta de mi departamento y mi
estacionamiento, más algunos ahorros, sólo llegaba al 75% del valor. Pero
resultó que esto que hubiera sido un problema insalvable en Argentina, no lo
era en Chile. ¡Existía el financiamiento hipotecario a largo plazo! Podías
elegir entre 6, 12 o 20 años, si no eras demasiado viejo. El crédito se otorga
en una moneda virtual llamada Unidades de Fomento (UF) que se reajusta todos
los días según la variación del IPC del mes anterior. Se había inventado en la
década de los 60 para protegerse de la alta inflación, pero ésta en 1981 era
muy baja, entre otras cosas debido a la fijación del precio del dólar. Ahí
estuvo mi error. Debería haber aprendido de mi experiencia en Argentina. Compré
la casa, al poco tiempo el dólar tuvo una primera devaluación, tres o cuatro
años más tarde valía 5 veces más y mi casa en dólares la tercera parte de lo que
me había costado, en tanto que yo tendría que seguir pagando mi hipoteca por
unos montón de años más. ¡Oh, si hubiera guardado los dólares y arrendado en
lugar de comprar...!
Habiendo resuelto no muy astutamente el tema
inmobiliario, me concentré en el trabajo. Me junté con mis nuevos compañeros,
dos de los cuales eran Ingenieros de Sistemas veteranos de los pocos que habían
permanecido en Chile durante la Unidad Popular y tres eran jóvenes en cuyo
entrenamiento yo había participado en mi anterior estadía. Conversando con
ellos detectamos que los IBM 370 medianos y chicos prácticamente no tenían
aplicaciones interactivas. Los terminales IBM 3270 eran utilizados sólo por los
programadores y operadores de los sistemas. Los usuarios finales seguían interactuando
con el sistema enviando formularios y planillas y recibiendo de vuelta
listados. A lo más se habían reemplazado las viejas máquinas perforadoras por
grabadoras de disquetes o en algunos casos por una aplicación en el mainframe
que emulaba en los nuevos terminales las funciones de aquellas. El ingreso de
datos seguía a cargo de las mismas que antes perforaban y verificaban tarjetas.
Un compañero me contó que años más tarde en una de las divisiones de CODELCO,
la empresa de extracción de cobre estatal de Chile, había visto una sala llena
de señoras que tejían mientras conversaban animadamente. Cuando preguntó
quiénes eran, le dijeron que eran las antiguas perfo-verificadoras que ya no
tenían trabajo, pero que seguían ahí porque el sindicato no permitía que se las
desvinculara. ¿Conocen situaciones parecidas?
Lo curioso es que esto no ocurría en los sistemas más
chicos que ofrecía IBM, los Sistemas /34 y /36, los que normalmente se
instalaban en empresas que recién se estaban iniciando en el tema de la computación
y nunca habían pasado por la etapa de las tarjetas perforadas. No tengo mayor conocimiento
de estos sistemas, pero aparentemente el sistema operativo no hacía diferencia
entre procesos en lotes y procesos interactivos, en tanto que el compilador más
usado, el RPG II, tenía facilidades especiales para la programación de las
entradas y salidas por pantalla. En el mundo de los Sistemas /370 el sistema
operativo había nacido para el proceso en lotes y el subsistema para el procesamiento
interactivo, el CICS, era un injerto posterior. La programación CICS era
compleja y requería de programadores caros que las empresas medianas no estaban
dispuestas a pagar. Ese era el problema que tendríamos que subsanar.
Nuestro objetivo era lograr que este tipo de clientes
pudieran al menos generar sencillas aplicaciones de entrada, visualización y
modificación de datos, operadas por los mismos usuarios. Algo similar a lo que
hoy hacemos diariamente en nuestras planillas de cálculo, pero en un ambiente
de multi-tarea donde muchos usuarios podrían estar trabajando sobre el mismo
archivo. Tomamos la decisión de usar el software DMS (Development Management
System) que había sido anunciado años atrás por IBM pero que no se usaba
mayormente. Este programa usaba plantillas similares a las del RPG para diseñar
lo que queríamos ver en la pantallas, describir el formato de los archivos y
especificar los movimientos de datos entre unos y otros. El programa de trabajo
consistía en solicitar a los clientes interesados que asignaran un par de
personas durante 3 meses y aportaran el archivo sobre el que querrían trabajar.
El ciclo empezaba con un breve módulo de entrenamiento sobre el uso de los productos
y después se le asignaba uno de los Ingenieros de Sistemas del Grupo para que
los asesorara. Bautizamos el programa con el pretencioso título de DIAL
(Desarrollo Interactivo de Aplicaciones en Línea) y se lo anunciamos a los
vendedores.
En lo que quedaba del año alcanzamos a hacer un par de
ciclos, con lo que dejamos una docena de clientes con las herramientas básicas
para empezar a integrar a sus usuarios en la operación de las aplicaciones. Fue
tan exitoso el programa que al terminar el año a los cuatro más jóvenes (yo no tanto)
nos pasaron a Ventas. Claramente una mano negra se estaba encargando de
encontrar mi nivel de incompetencia, tal como les contaré en el próximo
capítulo.
ESTIMADO EDUARDO V.E.: Invalorable aporte a reducir mi ignorancia sobre el tema. Explico que fui programador IBM 1401 hasta 1979 (increíble pero cierto) en una de las primeras empresas de seguros que instaló una computadora en la Argentina. Y luego pasé al Banco de Boston, como Auditor de Sistemas, donde ya reinaba SAFE, CICS, etc. O sea, debía auditar sistemas on-line, de los cuales no sabía absolutamente nada. Gracias a tí, ya comprendí bastante del tema.
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