(tomado de mi libro en ciernes Mi vida, la Informática)
Corrían los finales de 1969 y de pronto me convertí en un desesperanzado.
Desde hacía cuatro años (diciembre 1965) yo venía siendo un destacado programador y analista en Industrias Pirelli. Destacado y entusiasmado, cabría agregar, por lo que me tocaba vivir en la empresa. Ese entusiasmo por la computación (que además me pagaba muy bien) me había hecho interrumpir mis estudios de ingeniería electrónica en la FIUBA, los que había abandonado en la medida que “mi sistema” en Pirelli (Contabilidad General y Proveedores) iba ocupando mis días y fines de semana con horas extras y mucha dedicación.
Claro, mi edad avanzaba. Había promediado los 25, noviaba con una compañera de trabajo con la que me encaminaba al casamiento, y de pronto caí en la cuenta que a pesar de ese entusiasmo, no podría salir del esquema de “empleado” en el que yo mismo me había encasillado. Eso me desesperanzaba.
Encima, se estaba reconfigurando el sector (se pasaría de un NCR 315/100 a un prometido IBM 370 que llegaría en dos años, se decía), y yo no figuraba entre los posibles candidatos a este nuevo equipo, viendo que se tomaban ingenieros más jóvenes que yo, con más dinero del que ganaba. Un desastre.
Así que empecé a buscar de retomar mis estudios, interrumpidos en segundo/tercero, pero ello me hacía sentir mal, me sentía “viejo” entre los muchachos más jóvenes y sin compañeros de estudio.
Un día me enteré que había una universidad que tenía una carrera de Sistemas, así que me encaminé a ver si podía anotarme. Pero al llegar, me desilusioné. Era la (luego muy importante) universidad CAECE, que en esos momentos iniciales estaba en una vieja casona de la calle Anchorena al 1600, casi llegando a Juncal. Yo provenía del inaugurado edificio de Paseo Colón al 800, y claro, la comparación me desmotivaba, incluso no tenían allí computadora instalada. Se ofertaba, sí, una carrera que terminaba con un pomposo título de Doctor en Sistemas. Pero no me atrajo.
En esas dudas estaba, ya recién casado, pero con mucha bronca por la situación laboral, cuando algún amigo me hizo llegar la información de que en la Universidad Tecnológica de la calle Medrano el año siguiente se iba a lanzar una carrera de Analista de Sistemas.
Fui a la Universidad, y allí no supieron darme precisiones, pero me sugirieron averiguar en la esquina donde estaba, me dijeron, el Centro de Cálculo que proponía la carrera. Entré en esa esquina y lo primero que vi fue una imponente IBM 360/20 en un espacio a toda orquesta con empleados y estudiantes, cargando pesados cajones de tarjetas perforadas. Era un día claro, y todo me entusiasmó…
Me sugirieron hablar con el Director, y obviamente dije que sí.
Fue la primera vez que vi a Eitel Hernani Lauría. Lo recuerdo muy bien: sonriente, con sus cejas arqueadas hacia arriba, y (jaja) ya muy calvo para la edad que tendría, pero con cabello oscuro entonces, pero, fundamentalmente, muy amigable. La sensación de amigable me la dio la forma de estrechar mi mano, amplia, cálida y afectuosa y en su trato sumamente cordial.
Me invitó a sentarme en su despacho, y allí, aparte de preguntarme algo sobre mi vida y trabajo, en forma muy entusiasta (diría apasionada) empezó a hablarme de la carrera y sus posibilidades, poniendo énfasis en que yo era un caso típico del estudiante que aplicaba a la misma: “jóvenes con estudios interrumpidos de Ingeniería, Ciencias Exactas o Económicas, que trabajaban en el área de procesamiento de datos...” (tal como se conocía en ese entonces a la disciplina informática).
Salí entusiasmado, y volví a la facultad a buscar los formularios de inscripción. Y esa misma tarde le comenté a mi querido amigo Alberto “Coco” Solanas, de la existencia de la carrera. Coco, con quien trabajábamos juntos en Pirelli, se inscribió también en los siguientes días.
En marzo de 1970, 60 estudiantes comenzamos a cursar la carrera, en dos horarios después de las 17.30 horas, vespertino y nocturno.
El coordinador de la misma era el Ingeniero Oscar Domínguez Soler quien, recientemente fallecido, supo ser un excelente amigo. Pero debo reconocer que no volví a ver a Lauría. Hasta que…
La cursada, para mis conocimientos de ese entonces, me era muy simple. Había quienes no conocían ni Fortran ni Cobol, incluso eran muy elementales en programación. En cambio todos esos temas que se dictaban los conocía bien, y entonces empecé a acumular dieces…. Y a leer e interesarme de la importancia de la carrera.
Algún lector que me haya conocido por aquella época, quizás recuerde que yo era un joven alto y flaco de anteojos y bigotes, más bien callado y tímido, cordial sí, pero un típico estudiante ensimismado de Ingeniería.
Un día de ese mismo año, con otra camada ingresada a mitad de año, charlábamos con algunos compañeros de la carrera y la posibilidad de que se trocase, a través de alguna articulación, en una ingeniería, cuando uno de los compañeros, que muchos conocen, Jorge Zaccagnini, en ese entonces Jefe de Sistemas de Industrias Gurmendi, me dice.. “vos estás equivocado, Tomassino, esta carrera no puede nunca engancharse con Ingeniería porque la carrera en realidad no existe, es un curso de dos años con titulación del Centro de Cálculo, no de la Universidad….”
Me puse loco. “¿Cómo?, ¿no es una carrera..?”
Me fui de una a ver a Lauría. Estaba exaltado, la secretaria del Centro, Norma, me sugirió “cálmese”, pero no lo logró. Fue adentro y le debe haber explicado algo a Lauría y entonces pasé por segunda vez a su oficina.
Pero no estaba solo. Había una reunión, en donde se encontraban los ingenieros (ya fallecidos, creo) Frediani, Biscardi y Falco. Lauría me dio su afable mano, y me presentó, siempre cordial, “Tomassino es nuestro típico caso…”, dijo sonriente. Me alcanzaron una silla y me invitaron a sentarme.
Ahí comenté la situación, que recién me había enterado que…., etc. etc.
Cuando terminé de hablar, seguramente algo confuso y dicho entre borbotones, pero elocuente, Lauría tomó la palabra:
“Justamente, Tomassino, estábamos hablando de esto, y de hecho, ya presentamos en Rectorado un plan más moderno de 3 años para que la carrera sea de la Universidad, obviamente una carrera de título intermedio, después veremos. Y por supuesto homologaremos su curso”.
Me quedé duro y esbocé algo así como “qué les digo a los compañeros entonces…?”. Y allí tomó de nuevo la palabra Lauría, quien me sugirió “reúnase con los compañeros y arme una pequeña comisión así les vamos dando información sobre los pasos que llevamos adelante…Frediani será su interlocutor”. Frediani era el Vicedirector del Centro, también cordial, aunque demostraba cierta dureza militar, y luego tuvo un cargo docente en la misma. Fue una persona que años después me dio sabios consejos.
Armamos entonces esa “Comisión de Alumnos de Analista de Sistemas UTN”, y allí fui su presidente, y el principal interlocutor.
A inicios del año siguiente, me invitaron a una reunión, donde nos informaron que la carrera era ya de título intermedio, y homologado nuestro título. Entonces decidimos ir por más, y pedir una titulación de grado. Frediani me dijo que Lauría quería hablar a solas conmigo. Fui y en esa ocasión Lauría me argumentó:
“Tomassino, lo que piden sus compañeros es imposible. Ninguna posibilidad de articular con una Ingeniería, hay situaciones que son muy complejas….” Y ante mi cara de desazón me dijo:
“Pero, dado que usted ya trabaja en los sistemas desde hace unos años y es un muy buen alumno que se ha comportado con nosotros queremos que usted con dos o tres compañeros que elija, que sean profesionales y que también trabajen, armen una comisión y nos propongan un plan para esa licenciatura”.
De la desazón… a la ilusión…
Nos juntamos varios para armarla, recuerdo que participaron al menos, Hugo Raymundi, Juan Carlos Colman, Alberto Uhalde, Hugo Álvarez, Alberto Modelli e incluso algunos profesores como Roberto Laborero… En pocos meses terminamos una carrera de dos años y la presentamos. No sé si sirvió de mucho, ya que la finalmente aprobada difería bastante, pero estuvimos ese tiempo ocupados… y no molestamos…
Mientras tanto, fuimos terminando la carrera de Analista de Sistemas, cosa que ocurrió finalmente en diciembre de 1971, habiéndome recibido con 9,71 de promedio. Un traga...
En ese diciembre, no habiendo bancado más la situación en Pirelli, y ante un ofrecimiento de mi compañero de estudios Juan Ayala, partí de la empresa rumbo a un objetivo mayor, como analista SCD en el Registro Nacional de las Personas, pero con un período intermedio de pocos meses, hasta que se produjese la vacante, en la Obra Social del Ejército.
Y me fui de vacaciones. De regreso, en los primeros días de febrero, recibía una llamada de Norma de Centro de Cálculo donde Lauría deseaba verme.
Pensando que el tema era la Licenciatura, fui raudo. En el Centro de Cálculo me encontré con dos sonrientes Lauría y Frediani.
“Lo felicitamos por la finalización de la carrera, muy bueno…”, fueron las palabras de Lauría, y continuó: “ y queríamos saber si usted quiere formar parte de nuestro equipo…” y ante mi sorpresa agregó: “como graduado de la primera camada, queremos que usted sea el coordinador de la carrera…”
Por supuesto, que dije que me sentía muy honrado, y dije que sí, pero el tema luego de unos minutos lo coronó Frediani: “Y además pensamos que Ud. con su experiencia, podría ayudarnos a armar una materia final del plan de Analista de 3 años y que se cursará en 1973 (el siguiente año), para ello lo designaríamos con un cargo de Jefe de Trabajos Prácticos…”
Por supuesto que ello me significó desde ese momento tener una relación personal con Lauría y Frediani. Como coordinador me encomendaron varias tareas que durante ese 1972 cumplí a rajatabla y que me significaron un fuerte conocimiento tanto de la gestión como de lo académico, más allá de la confianza que generé.
No cuento aquí otros detalles, que no tienen que ver con Don Eitel, aunque sí con mi vida profesional, ya que mi intención en este escrito es mencionar cómo influyó Eitel Lauría en mi vida.
Sólo diré que aprobada la Licenciatura, un grupo de los analistas 1971 realizamos un curso cuatrimestral de transición y accedimos a la Licenciatura en 1973 para recibirnos en el segundo semestre de 1974.
Pero más allá de algunas anécdotas que reservo para mi libro, quiero finalizar contando hasta dónde influyó Don Eitel en mi vida:
A fines de 1972, era vox populi que si Cámpora accedía al poder, los miembros que habían colaborado con el gobierno (régimen militar de Onganía, Levingston y Lanusse) perderían sus cargos. En los primeros días del año siguiente Frediani, en presencia de Lauría, me dijo “Tomassino, llegan tiempos difíciles a la Facultad. Usted ya queda designado para el próximo año en la materia en la que ha venido trabajando, según arregló Lauría con el Decano García, pero es hora de sincerarnos con usted para lo que va a ocurrir…” Y Lauría agregó. “sabemos que nos van a echar cuando el nuevo gobierno asuma, y deseamos que usted, si lo desea, se quede, para ser nuestro referente. Sé que usted defenderá la carrera como lo ha hecho en estos años…Usted es la continuidad de la carrera”.
Se me humedecieron los ojos y agradecí. Nos dimos un abrazo.
El 25 de mayo de 1973 diría que una bomba atómica implosionó en la calle Medrano… y todos partieron. Fui uno de los pocos que quedé.
Esto no lo sabe mucha gente, pero muchos amigos de la carrera como Carlos Pastoriza, Sergio Singer y el propio Coco Solanas, supieron dar buenas referencias de mi accionar al nuevo responsable de la carrera, el hoy muy amigo, un tipo muy capaz (y ya Dino), Raúl Bauer, y en fin… por esas cosas del destino, seguí durante 42 años ( hasta mi jubilación en 2014) ligado siempre a la facultad como Profesor Titular, carrera que supe ayudar a construir, y que unos años más tarde, convertida ya en Ingeniería en Sistemas de Información, me tuvo como Director en dos períodos (1989/1991 y 2000/2005).
Y en realidad me convertí en un defensor de la carrera a ultranza. En 1974, habiendo sido designado Director de Sistemas del Registro de las Personas, un rector de la UTN decidió cerrar la carrera por considerarla “no tecnológica” sino del área de las ciencias económicas. Rápidamente llamé a todos los compañeros. Éramos cientos y otros tantos estudiando analistas y licenciaturas…. ¿Cómo no defenderla…? Era el legado de Lauría….
Generamos la Asociación de Graduados en Sistemas de la UTN, la convertimos en Asociación Civil, y emprendimos una larga batalla, yo como presidente entre 1975 y 1979. Años muy difíciles… A fines de 1979, se reabrió la carrera de Analista Universitario de Sistemas gracias al Rector Conca…. Lo conseguimos..!!!
La Asociación dio origen luego, junto a entidades de graduados de otras universidades, en 1984, al Consejo Profesional en Ciencias Informáticas, que busca hasta hoy la colegiación. Nuevamente, yo sigo en 2019 proponiendo y luchando por esta tesitura, que ante tantas decenas de miles de graduados se ha vuelto, en mi criterio, fundamental. Yo pienso que Lauría lo apoyaría…
En todos los años subsiguientes Lauría tuvo importantísimo accionar, Director de la carrera de Ingeniería Informática en el ITBA y casi un columnista habitual de La Nación. Siendo yo decano de la UB, conseguimos para esa universidad la primera carrera denominada Ingeniería Informática. Apenas se enteró, Lauría me llamó para felicitarme y compartir la novedad. Nos vimos entonces en un bar de la avenida Corrientes. Allí le conté las novedades y me pidió permiso para llevar adelante la carrera. Me hizo avergonzar. Yo le debía haber pedido permiso a él. Y obviamente, armó una carrera excelente.
En cada ocasión que nos encontramos, supe decirle que yo era una de sus plantitas regadas de su carrera de la UTN, si no la única. La última vez que lo vi, en los premios Sadosky del año 2009 (premio conque fui honrado a la Calidad Académica Informática), lo visité en su mesa y cuando le reiteré estos conceptos, delante de su señora, del Ingeniero Arturo Rodríguez Ponti y otros comensales, se sonrió y me honró con estas hermosas palabras:
“Usted Tomassino, fue uno de mis mejores alumnos…”
y me dio un abrazo y ese apretón de manos cálido, que nunca olvidaré.
Fue un gran ingeniero y mejor hombre de familia y amigo. Merece ampliamente nuestros respetos.
Los que tuvimos la dicha de trabajar con Eithel Lauría tenemos los mismos recuerdos que tiene Carlos, con diferentes escenarios como el libro en ciernes que menciona, pero la misma predisposición habitual en él.
ResponderEliminarNo hay que olvidarse que Eitel fue el responsable de que la primera IBM 360 que llegó a la Argentina fue para el Centro de Cálculo de UTN, que estaba en lo que hoy es la Biblioteca de la UTNBA.
En otras palabras la primera IBM 360, de tercera generación fue para educación.
Los que la disfrutamos usando la perforadora de tarjetas y el sistema operativo TOS, (Tape Operating System) disfrutábamos viendo esas unidades de cintas moverse buscando instruccipones del compilador.
Ernesto del Puerto
Carlos, acabo de ver este post. Gracias. Es un lindo recuerdo. Se lo voy a pasar a mi mamá y a la flia en gral, les va a gustar mucho. Eitel //
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