Autoridades
presentes, Srs. Profesores, Egresados y Alumnos.
Mi intención es comentar con ustedes
algunos hechos que dan prueba de cosas que han sucedido en esta Facultad a
través del tiempo, así como compartir algunas reflexiones.
Permítanme que primero les diga por qué
estoy aquí y por qué tengo el honor de dirigirles la palabra.
Llegué a lo que sería luego Facultad de
CFM e Ingeniería de la mano de un verdadero maestro y excelente persona, el
Ing. Hilario Fernández Long, a quien quiero evocar y rendir homenaje a su
memoria en este momento. Fui alumno suyo en FI-UBA, allí comencé mi carrera
docente como ayudante alumno y él nos propuso a un compañero y a mi para
integrar el entonces Instituto de Mecánica Aplicada de la UCA, sobre el que se
articularía luego esta Facultad.
Los integrantes del Instituto eran todos
personajes de fuste, exponentes de la Ingeniería y la matemática del momento.
Menciono entre otros, el futuro primer Decano Durañona y Vedia, y los
ingenieros Fernández Long, Bignoli, Del Pini, Delpech y Öefele,
Testigo de la creación de la Facultad,
fui incorporado como Docente Auxiliar en Matemáticas I, iniciando mi carrera
docente en esta casa.
De paso les comento que mi compañero de
estudios, de apellido Gómez, también fue incorporado como docente, creo que en
Tecnología Mecánica. Era un profesional muy capaz, y su natural rigurosidad fue
incrementada con estudios en el Instituto Max Plank en Alemania, lo que le
valió que sus alumnos, que eran de las primeras camadas, le pusiesen el mote de
VON GÓMEZ. Juro que jamás descubrí cuál fue el mote que me pusieron a mi.
Quiero mencionar también que en ese
entonces (1961), FIAT otorgó a todas las Facultades de Ingeniería del país una
beca en sus fábricas en Turín, Italia. Como la UCA no tenía egresados aún, solicitó
autorización para proponer a un docente, en aquel momento joven y recién
recibido, que fui yo. De ello también quiero dar testimonio de agradecimiento.
Como era Ingeniero Mecánico, secundé a
Fernández Long en Mecánica Técnica III, al que le sucedí cuando asumió el cargo
de Decano de la FI-UBA.
En esa materia veíamos temas de torsión
de barras, tubos de pared gruesa, vigas de gran altura, inestabilidad del
equilibrio y otros, en cuya resolución se empleaban métodos numéricos de
relajación en diferencias finitas. El centro de Cómputos con la IBM 1620,
dirigido por el Ing. Raggini, era un hervidero de trabajo e iniciativas.
Alumnos entusiastas desarrollaron programas en FORTRAN para la resolución de
los trabajos prácticos. Allí comprobé que cuando se puede escribir un programa
exitoso para la resolución de un problema, es porque se conoce bien el
problema. Y también, que el simple uso de un software para resolver un problema
no es garantía de que se lo conozca. Por eso, en la enseñanza, creo que siempre
conviene pasar por una primera etapa de papel y lápiz.
Finalmente recalé en el dictado de
Mecánica, materia con la que torturé a varias generaciones de alumnos con Cuerpo
Rígido, ecuaciones de Euler y el teorema
de Coriolis (o Coriolisis, como dijo una vez un alumno).
Pero como en mi vida profesional había
evolucionado por los Métodos y Procesos de fabricación, Organización y Métodos
y finalmente aplicación de computadoras a procesos técnico-administrativos,
adquirí un conocimiento no formal y práctico (no había carreras de Informática
en ese entonces) sobre desarrollo de sistemas.
El Ing. Rocca de Techint usualmente
donaba equipamiento a la Facultad. Alrededor de1980 el Ing. Bignoli, entonces
Decano, gestionó que la donación consistiera en una computadora. La 1620 ya
estaba discontinuada y el Ing. Reggini se había retirado, por lo que me pidió
si podía prestar ayuda. El equipo que IBM proponía, una Serie/1, carecía de dispositivo de punto flotante, lo
que hubiera impedido cálculos científicos. Salvado el inconveniente, el equipo
fue instalado en el primer piso del edificio de Carlos Pellegrini, en el mismo
lugar en que había estado la 1620.
Había que poner en marcha la
computadora y reiniciar la atención de alumnos en sus prácticas de
programación. El Ing. Hernán Huergo, profesor de Computación, recomendó a dos
estudiantes aventajados, Bertello y Palau. Pero se necesitaban operadores que
además asistieran a los alumnos y evacuaran consultas en la resolución de sus
problemas. Y allí surgió la idea de reclutar alumnos voluntarios, que donasen
algunas horas semanales de su tiempo, a cambio de adquirir nuevos conocimientos
en informática y disponer de horas de práctica. Eso dio lugar a la formación de
un grupo de jóvenes entusiastas que se dio con empeño a la tarea, pero que
además consolidó un espíritu de cuerpo y una amistad que se mantiene hasta hoy
en día entre muchos de ellos. Sé de cuatro de ellos que han seguido con éxito
en la disciplina de la Informática: Javier Ouret, actual director de la Carrera
de Ingeniería en Informática y especialista en fibra óptica. Gustavo Panaro que
actualmente es Director de Informática de la Municipalidad de Bologna, Italia. Alejandra
Villa, actual Secretaria Ejecutiva de la Sociedad Argentina de Informática e
Investigación Operativa y Marín Goicoa, uno de los de la primera hora,
actualmente en el Centro de Cómputos de Universidad, que hasta publicó un
boletín en el que, al expresar los deseos
de los integrantes del grupo, decía:
“Se
desea que los profesores de la Facultad, formadores de las nuevas generaciones
de alumnos, se alleguen al centro para ayudar a potenciarlo, engrandeciéndolo y
proyectándolo hacia la ejecución de nuevas tareas.
Se
desea también que los alumnos se apliquen al conocimiento y estudio de esta
novísima disciplina y desde este punto de vista, puede decirse que son los
primeros destinatarios de este boletín, en cuanto tiene de formativo e
informativo”
El querido Padre Toracca bendijo el
Centro de Cómputos. Tal vez nos encontró demasiado engreídos porque nos bajó el
copete de un plumazo al recordarnos las palabras bíblicas: “Son siervos
inútiles. Sólo han hecho lo que tenían que hacer.”
Con muchos integrantes de este grupo
velamos la noche previa al arribo de Juan Pablo II a la Argentina, en ocasión
de los graves momentos que se vivían entonces. A la mañana siguiente, luego de
las palabras del Papa, recibimos la comunión de manos de Eduardo Graham, que
había dejado Ingeniería en su tercer año para ingresar al seminario. Hoy, el
Padre Eduardo tiene a su cargo una feligresía pujante y entusiasta en la
parroquia Santa María en esta capital.
A todos ellos, amigos míos en el
corazón, quiero rendir homenaje por su calidez y por el cariño que me
demostraron.
Nuevas etapas se sucedieron y con el
correr del tiempo me tocó colaborar nuevamente con el centro de cómputos en la
época de los equipos Macintosh y en la instalación de las primeras PC’s (XT y
AT!!!). La dirección del Centro la tenía entonces la Inga. Alejandra Villa. La
modalidad de trabajo era más convencional y el personal estaba rentado. Uno de
sus integrantes, Emilio Panigheti, verdadero fanático de la computación, formó
su propia empresa de provisión de servicios de Internet, llamada SICOAR y
brindó a la Facultad servicio “dial-up” de correo electrónico e Internet en
forma gratuita, llegándose a dar cursos sobre la temática. Al poco tiempo,
Panighetti emigró a Estados Unidos en pos de un brillante porvenir.
Como en muchas cosas en la vida, se
suceden períodos de luz y de sombras. En un momento dado y ya con la carrera de
Ingeniería en Informática en marcha, la Facultad perdió su centro de cómputos
propio. Hubo que esperar vientos propicios y golpear las puertas de Rectorado,
donde monseñor Zecca, nuevo rector, prestó oídos y autorizó la contratación de
equipos. El Ing. Ouret seleccionó el equipamiento y diseñó su interconexión, quedando
a cargo del nuevo centro. El LIR, Laboratorio de Informática y Redes, no ha
dejado de crecer y mejorar sus prestaciones desde entonces, devolviéndole a la
Facultad su autonomía operativa en lo que le es específico.
Por la década del 80 se dictaba una
Licenciatura en Investigación Operativa, resabios del Doctorado que el Dr.
Durañona y Vedia había creado. El boom de la IO decrecía. Para hacer más
atractiva la carrera, le fue incorporada unas pocas materias de informática.
Recibí entonces el encargo de modernizarla, tendiendo a la nueva disciplina que
hacía eclosión por ese entonces. Se fueron sucediendo algunas transformaciones,
hasta que, por gestión del Rectorado y autorización del Ministerio de Educación
se incorporó en nuestra sede la Licenciatura en Sistemas y Computación. Poco a
poco se fue renovando el plantel docente, incorporando Profesores que aún hoy
revistan en la casa. El tiempo y la evolución tecnológica fueron marcando
nuevas necesidades. En 1994, con el Lic. Jorge Nunes que colaboraba conmigo,
comenzamos a reunir recomendaciones de currícula de prestigiosas instituciones
referentes en la materia y antecedentes de lo hecho en otras casas de estudio
del país y del extranjero. Realizamos rondas de consultas con los Profesores y
perfilamos así una carrera de Ingeniería en la que, teniendo en cuenta las
circunstancias del país, tenía como orientaciones la Ingeniería de Software y
las Redes de Computadoras. Así surgió la carrera de Ingeniería Informática, que
la Facultad incorporó en 1995, al año siguiente a la de Ambiental, llevando a
cuatro las carreras de Ingeniería dictadas en la casa. Cabe señalar que, como
lo pedía la propuesta de la carrera, se creó un pequeño laboratorio de
electrónica a cargo del hoy Dr. en Ingeniería José Luis Hamkalo.
De una manera no oficial, me tocó
también colaborar con el Ing. Claudio Schicht en la conducción de la carrera de
Posgrado en Ingeniería de Software, acreditada por la CONEAU. El Posgrado es la
apuesta fuerte de la Facultad para los próximos años.
Esto es en apretada síntesis, una
visión parcial de la evolución de nuestra Facultad de Ingeniería, que deja sin enumerar otros
importantes progresos en las carreras hermanas: actualización de contenidos,
dotación de laboratorios existentes de Física y Química, este último impulsado
notablemente con la incorporación de la carrera de Ambiental, el laboratorio de
Máquinas Térmicas y últimamente el de Mecánica de Suelos.
Muchos son los apoyos que he recibido
en mi gestión y por ello estoy a todos agradecido.
Y ahora, si ustedes me permiten, quiero
pasar a las reflexiones finales.
La verdad es que desde que el Sr.
Decano me convocó a esta charla, algo quedó rondando en mi inconsciente que finalmente
afloró. Y lo que surgió fue una pregunta, obvia y elemental: ¿Qué celebramos?
¿Por qué nos reunimos en una celebración que se supone que nos alegra? ¿Cuál es
el objeto de nuestra celebración?
La respuesta que me he dado, es que lo
que celebramos es la Obra de la Universidad. Es esa labor diaria y silenciosa
que se viene dando sin pausa desde hace cincuenta años. Y la expresión palpable
de esa obra son nuestros Graduados. Aquellos que además de su profesionalidad,
han sabido llevar también un iluminado sentido de la vida. Los que saben
compartir con generosidad lo recibido, devolviendo a la sociedad lo que de
algún modo ésta les ha dado. Aquellos que buscan hacer bien las cosas. Pobres
las instituciones educativas que sólo logran buenos profesionales. Pobres las
que no saben entretejer los hilos de la ciencia y de la tecnología con los de
los valores que sustentan una vida digna y amorosa para con los demás. Este es
el sentido del buen éxito. Este es nuestro premio y motivo de alegría en esta
celebración.
Pero la obra continúa. Hoy, son los
jóvenes que han llegado a nuestras puertas los que son motivo de nuestras
preocupaciones. Al repetir con ellos la labor diaria, al interactuar con ellos
en el proceso educativo, surge siempre la pregunta de cómo lo podemos hacer
mejor y la inquietud por considerar cuánta es la responsabilidad que
afrontamos. Ese proceso de gestación de la personalidad en un período crucial
de la vida de chicas y muchachos, lleva una esperanza y una promesa de que la
labor emprendida dará su buen fruto. Y esa es también parte de la alegría que
hoy celebramos.
Pero Graduados y Alumnos supone
Profesores. Ellos son los ejecutores de la obra de la Universidad. Haciendo una
analogía un poco burda, diría que son el activo más preciado de la Universidad.
Su tarea no es fácil. Se tiene que tener el conocimiento, pero ese conocimiento
hay que saber compartirlo, buscando despertar el ansia de adquirirlo y la
disposición y el hábito para realizar el
esfuerzo en la tarea. Pero sobre todo, hay que ser justos. Hay que estar
disponibles. Hay de dar buen ejemplo. Hay que ser auténticos.
Encuadrado el estamento docente en el
marco institucional, son las Autoridades quienes tienen la responsabilidad de
cuidar ese patrimonio, de alentarlo, de afianzar su pertenencia y de hacerlo
crecer. Y también es función de ellas mantener un ojo atento en la sociedad en
la que la Universidad está inmersa y a la cual sirve, anticipando sus
necesidades y carencias y buscando
soluciones adecuadas en aquello que le compete, de modo de poder trazar las
grandes líneas de acción.
No estaría completo este esbozo sin
mencionar la labor diaria de todos los integrantes de los servicios de
Secretarías, Administración, Mantenimiento y otros, indispensables en el
quehacer diario.
Seríamos ingenuos si dijéramos que todo
va sobre ruedas. Nosotros miramos a la Universidad a través de los cristales de
Ingeniería y creo que varios de los aquí presentes coincidirían conmigo si digo
que a veces no nos sentimos cabalmente interpretados en lo que consideramos son
nuestras necesidades para cumplir bien nuestro cometido.
Por lo demás, la tarea no es fácil. Hay
conflictos. Hay incomunicaciones. Hay omisiones. A veces hay reconocimiento
pero no retribución. Al decir de Monseñor Zecca en su discurso en ocasión de la
celebración con los graduados medalla de oro, hasta hay “mezquindades”. Pero es
natural que esas cosas sucedan: Somos humanos, no somos ángeles. Lo importante
es darse cuenta, tomar conciencia y trabajar para la superación.
La Universidad crece y se transforma en
una Universidad grande, pero nunca debe dejar de ser una gran Universidad como
lo fue desde su fundación. Ojalá podamos cumplir con creces lo que se espera de
nosotros. Porque ahora, en este momento, inmediatamente después del regocijo y
la celebración, se inicia el camino de aquello que debe ser nuevo motivo de
celebración dentro de 50 años.
Jorge Clot
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