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05/10/2023: Exposición del Ing. Jorge Clot en el festejo del Cincuentenario de la UCA, 1° de septiembre de 2007.

(Contribución del Lic. Eduardo Nunes)
 

Autoridades presentes, Srs. Profesores, Egresados y Alumnos.

Mi intención es comentar con ustedes algunos hechos que dan prueba de cosas que han sucedido en esta Facultad a través del tiempo, así como compartir algunas reflexiones.

Permítanme que primero les diga por qué estoy aquí y por qué tengo el honor de dirigirles la palabra.

Llegué a lo que sería luego Facultad de CFM e Ingeniería de la mano de un verdadero maestro y excelente persona, el Ing. Hilario Fernández Long, a quien quiero evocar y rendir homenaje a su memoria en este momento. Fui alumno suyo en FI-UBA, allí comencé mi carrera docente como ayudante alumno y él nos propuso a un compañero y a mi para integrar el entonces Instituto de Mecánica Aplicada de la UCA, sobre el que se articularía luego esta Facultad.

Los integrantes del Instituto eran todos personajes de fuste, exponentes de la Ingeniería y la matemática del momento. Menciono entre otros, el futuro primer Decano Durañona y Vedia, y los ingenieros Fernández Long, Bignoli, Del Pini, Delpech y Öefele,

Testigo de la creación de la Facultad, fui incorporado como Docente Auxiliar en Matemáticas I, iniciando mi carrera docente en esta casa.

De paso les comento que mi compañero de estudios, de apellido Gómez, también fue incorporado como docente, creo que en Tecnología Mecánica. Era un profesional muy capaz, y su natural rigurosidad fue incrementada con estudios en el Instituto Max Plank en Alemania, lo que le valió que sus alumnos, que eran de las primeras camadas, le pusiesen el mote de VON GÓMEZ. Juro que jamás descubrí cuál fue el mote que me pusieron a mi.

Quiero mencionar también que en ese entonces (1961), FIAT otorgó a todas las Facultades de Ingeniería del país una beca en sus fábricas en Turín, Italia. Como la UCA no tenía egresados aún, solicitó autorización para proponer a un docente, en aquel momento joven y recién recibido, que fui yo. De ello también quiero dar testimonio de agradecimiento.

Como era Ingeniero Mecánico, secundé a Fernández Long en Mecánica Técnica III, al que le sucedí cuando asumió el cargo de Decano de la FI-UBA.

En esa materia veíamos temas de torsión de barras, tubos de pared gruesa, vigas de gran altura, inestabilidad del equilibrio y otros, en cuya resolución se empleaban métodos numéricos de relajación en diferencias finitas. El centro de Cómputos con la IBM 1620, dirigido por el Ing. Raggini, era un hervidero de trabajo e iniciativas. Alumnos entusiastas desarrollaron programas en FORTRAN para la resolución de los trabajos prácticos. Allí comprobé que cuando se puede escribir un programa exitoso para la resolución de un problema, es porque se conoce bien el problema. Y también, que el simple uso de un software para resolver un problema no es garantía de que se lo conozca. Por eso, en la enseñanza, creo que siempre conviene pasar por una primera etapa de papel y lápiz.

Finalmente recalé en el dictado de Mecánica, materia con la que torturé a varias generaciones de alumnos con Cuerpo Rígido,  ecuaciones de Euler y el teorema de Coriolis (o Coriolisis, como dijo una vez un alumno).

Pero como en mi vida profesional había evolucionado por los Métodos y Procesos de fabricación, Organización y Métodos y finalmente aplicación de computadoras a procesos técnico-administrativos, adquirí un conocimiento no formal y práctico (no había carreras de Informática en ese entonces) sobre desarrollo de sistemas.

El Ing. Rocca de Techint usualmente donaba equipamiento a la Facultad. Alrededor de1980 el Ing. Bignoli, entonces Decano, gestionó que la donación consistiera en una computadora. La 1620 ya estaba discontinuada y el Ing. Reggini se había retirado, por lo que me pidió si podía prestar ayuda. El equipo que IBM proponía, una Serie/1,  carecía de dispositivo de punto flotante, lo que hubiera impedido cálculos científicos. Salvado el inconveniente, el equipo fue instalado en el primer piso del edificio de Carlos Pellegrini, en el mismo lugar en que había estado la 1620.

Había que poner en marcha la computadora y reiniciar la atención de alumnos en sus prácticas de programación. El Ing. Hernán Huergo, profesor de Computación, recomendó a dos estudiantes aventajados, Bertello y Palau. Pero se necesitaban operadores que además asistieran a los alumnos y evacuaran consultas en la resolución de sus problemas. Y allí surgió la idea de reclutar alumnos voluntarios, que donasen algunas horas semanales de su tiempo, a cambio de adquirir nuevos conocimientos en informática y disponer de horas de práctica. Eso dio lugar a la formación de un grupo de jóvenes entusiastas que se dio con empeño a la tarea, pero que además consolidó un espíritu de cuerpo y una amistad que se mantiene hasta hoy en día entre muchos de ellos. Sé de cuatro de ellos que han seguido con éxito en la disciplina de la Informática: Javier Ouret, actual director de la Carrera de Ingeniería en Informática y especialista en fibra óptica. Gustavo Panaro que actualmente es Director de Informática de la Municipalidad de Bologna, Italia. Alejandra Villa, actual Secretaria Ejecutiva de la Sociedad Argentina de Informática e Investigación Operativa y Marín Goicoa, uno de los de la primera hora, actualmente en el Centro de Cómputos de Universidad, que hasta publicó un boletín en el que, al expresar los deseos de los integrantes del grupo, decía:

“Se desea que los profesores de la Facultad, formadores de las nuevas generaciones de alumnos, se alleguen al centro para ayudar a potenciarlo, engrandeciéndolo y proyectándolo hacia la ejecución de nuevas tareas.

Se desea también que los alumnos se apliquen al conocimiento y estudio de esta novísima disciplina y desde este punto de vista, puede decirse que son los primeros destinatarios de este boletín, en cuanto tiene de formativo e informativo”

El querido Padre Toracca bendijo el Centro de Cómputos. Tal vez nos encontró demasiado engreídos porque nos bajó el copete de un plumazo al recordarnos las palabras bíblicas: “Son siervos inútiles. Sólo han hecho lo que tenían que hacer.”

Con muchos integrantes de este grupo velamos la noche previa al arribo de Juan Pablo II a la Argentina, en ocasión de los graves momentos que se vivían entonces. A la mañana siguiente, luego de las palabras del Papa, recibimos la comunión de manos de Eduardo Graham, que había dejado Ingeniería en su tercer año para ingresar al seminario. Hoy, el Padre Eduardo tiene a su cargo una feligresía pujante y entusiasta en la parroquia  Santa María en esta capital.

A todos ellos, amigos míos en el corazón, quiero rendir homenaje por su calidez y por el cariño que me demostraron.

Nuevas etapas se sucedieron y con el correr del tiempo me tocó colaborar nuevamente con el centro de cómputos en la época de los equipos Macintosh y en la instalación de las primeras PC’s (XT y AT!!!). La dirección del Centro la tenía entonces la Inga. Alejandra Villa. La modalidad de trabajo era más convencional y el personal estaba rentado. Uno de sus integrantes, Emilio Panigheti, verdadero fanático de la computación, formó su propia empresa de provisión de servicios de Internet, llamada SICOAR y brindó a la Facultad servicio “dial-up” de correo electrónico e Internet en forma gratuita, llegándose a dar cursos sobre la temática. Al poco tiempo, Panighetti emigró a Estados Unidos en pos de un brillante porvenir.

Como en muchas cosas en la vida, se suceden períodos de luz y de sombras. En un momento dado y ya con la carrera de Ingeniería en Informática en marcha, la Facultad perdió su centro de cómputos propio. Hubo que esperar vientos propicios y golpear las puertas de Rectorado, donde monseñor Zecca, nuevo rector, prestó oídos y autorizó la contratación de equipos. El Ing. Ouret seleccionó el equipamiento y diseñó su interconexión, quedando a cargo del nuevo centro. El LIR, Laboratorio de Informática y Redes, no ha dejado de crecer y mejorar sus prestaciones desde entonces, devolviéndole a la Facultad su autonomía operativa en lo que le es específico.

Por la década del 80 se dictaba una Licenciatura en Investigación Operativa, resabios del Doctorado que el Dr. Durañona y Vedia había creado. El boom de la IO decrecía. Para hacer más atractiva la carrera, le fue incorporada unas pocas materias de informática. Recibí entonces el encargo de modernizarla, tendiendo a la nueva disciplina que hacía eclosión por ese entonces. Se fueron sucediendo algunas transformaciones, hasta que, por gestión del Rectorado y autorización del Ministerio de Educación se incorporó en nuestra sede la Licenciatura en Sistemas y Computación. Poco a poco se fue renovando el plantel docente, incorporando Profesores que aún hoy revistan en la casa. El tiempo y la evolución tecnológica fueron marcando nuevas necesidades. En 1994, con el Lic. Jorge Nunes que colaboraba conmigo, comenzamos a reunir recomendaciones de currícula de prestigiosas instituciones referentes en la materia y antecedentes de lo hecho en otras casas de estudio del país y del extranjero. Realizamos rondas de consultas con los Profesores y perfilamos así una carrera de Ingeniería en la que, teniendo en cuenta las circunstancias del país, tenía como orientaciones la Ingeniería de Software y las Redes de Computadoras. Así surgió la carrera de Ingeniería Informática, que la Facultad incorporó en 1995, al año siguiente a la de Ambiental, llevando a cuatro las carreras de Ingeniería dictadas en la casa. Cabe señalar que, como lo pedía la propuesta de la carrera, se creó un pequeño laboratorio de electrónica a cargo del hoy Dr. en Ingeniería José Luis Hamkalo.

De una manera no oficial, me tocó también colaborar con el Ing. Claudio Schicht en la conducción de la carrera de Posgrado en Ingeniería de Software, acreditada por la CONEAU. El Posgrado es la apuesta fuerte de la Facultad para los próximos años.

Esto es en apretada síntesis, una visión parcial de la evolución de nuestra Facultad de  Ingeniería, que deja sin enumerar otros importantes progresos en las carreras hermanas: actualización de contenidos, dotación de laboratorios existentes de Física y Química, este último impulsado notablemente con la incorporación de la carrera de Ambiental, el laboratorio de Máquinas Térmicas y últimamente el de Mecánica de Suelos.

Muchos son los apoyos que he recibido en mi gestión y por ello estoy a todos agradecido.

Y ahora, si ustedes me permiten, quiero pasar a las reflexiones finales.

La verdad es que desde que el Sr. Decano me convocó a esta charla, algo quedó rondando en mi inconsciente que finalmente afloró. Y lo que surgió fue una pregunta, obvia y elemental: ¿Qué celebramos? ¿Por qué nos reunimos en una celebración que se supone que nos alegra? ¿Cuál es el objeto de nuestra celebración?

La respuesta que me he dado, es que lo que celebramos es la Obra de la Universidad. Es esa labor diaria y silenciosa que se viene dando sin pausa desde hace cincuenta años. Y la expresión palpable de esa obra son nuestros Graduados. Aquellos que además de su profesionalidad, han sabido llevar también un iluminado sentido de la vida. Los que saben compartir con generosidad lo recibido, devolviendo a la sociedad lo que de algún modo ésta les ha dado. Aquellos que buscan hacer bien las cosas. Pobres las instituciones educativas que sólo logran buenos profesionales. Pobres las que no saben entretejer los hilos de la ciencia y de la tecnología con los de los valores que sustentan una vida digna y amorosa para con los demás. Este es el sentido del buen éxito. Este es nuestro premio y motivo de alegría en esta celebración.

Pero la obra continúa. Hoy, son los jóvenes que han llegado a nuestras puertas los que son motivo de nuestras preocupaciones. Al repetir con ellos la labor diaria, al interactuar con ellos en el proceso educativo, surge siempre la pregunta de cómo lo podemos hacer mejor y la inquietud por considerar cuánta es la responsabilidad que afrontamos. Ese proceso de gestación de la personalidad en un período crucial de la vida de chicas y muchachos, lleva una esperanza y una promesa de que la labor emprendida dará su buen fruto. Y esa es también parte de la alegría que hoy celebramos.

Pero Graduados y Alumnos supone Profesores. Ellos son los ejecutores de la obra de la Universidad. Haciendo una analogía un poco burda, diría que son el activo más preciado de la Universidad. Su tarea no es fácil. Se tiene que tener el conocimiento, pero ese conocimiento hay que saber compartirlo, buscando despertar el ansia de adquirirlo y la disposición y el hábito para realizar el  esfuerzo en la tarea. Pero sobre todo, hay que ser justos. Hay que estar disponibles. Hay de dar buen ejemplo. Hay que ser auténticos.

Encuadrado el estamento docente en el marco institucional, son las Autoridades quienes tienen la responsabilidad de cuidar ese patrimonio, de alentarlo, de afianzar su pertenencia y de hacerlo crecer. Y también es función de ellas mantener un ojo atento en la sociedad en la que la Universidad está inmersa y a la cual sirve, anticipando sus necesidades y carencias y  buscando soluciones adecuadas en aquello que le compete, de modo de poder trazar las grandes líneas de acción.

No estaría completo este esbozo sin mencionar la labor diaria de todos los integrantes de los servicios de Secretarías, Administración, Mantenimiento y otros, indispensables en el quehacer diario. 

Seríamos ingenuos si dijéramos que todo va sobre ruedas. Nosotros miramos a la Universidad a través de los cristales de Ingeniería y creo que varios de los aquí presentes coincidirían conmigo si digo que a veces no nos sentimos cabalmente interpretados en lo que consideramos son nuestras necesidades para cumplir bien nuestro cometido.

Por lo demás, la tarea no es fácil. Hay conflictos. Hay incomunicaciones. Hay omisiones. A veces hay reconocimiento pero no retribución. Al decir de Monseñor Zecca en su discurso en ocasión de la celebración con los graduados medalla de oro, hasta hay “mezquindades”. Pero es natural que esas cosas sucedan: Somos humanos, no somos ángeles. Lo importante es darse cuenta, tomar conciencia y trabajar para la superación.

La Universidad crece y se transforma en una Universidad grande, pero nunca debe dejar de ser una gran Universidad como lo fue desde su fundación. Ojalá podamos cumplir con creces lo que se espera de nosotros. Porque ahora, en este momento, inmediatamente después del regocijo y la celebración, se inicia el camino de aquello que debe ser nuevo motivo de celebración dentro de 50 años.

Jorge Clot

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