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2015.09.06: Ricardo Forno: Tres anécdotas

1. Esta me la contó Gladys Rizzo. Ella atendía al IGM (Instituto Geográfico Militar). Le estaba enseñando a diagramar (a la antigua) a un profesional bastante viejo, quizá tan viejo como Gladys y yo ahora (Entre paréntesis, ¿se sabe algo de Gladys?). En un determinado momento, Gladys dibujó un diagrama que contenía un rectángulo con la inscripción: “I = I + 1”. El profesional le dijo: “¿Pero para qué va a hacer que la máquina haga algo tan simple? Lo saca de la máquina, yo le sumo 1, y lo vuelve a poner”.


2. En una oportunidad (no recuerdo el año) se colocó un stand de IBM en una muestra. Teníamos dos terminales, con las que en cierto horario nos conectábamos a Central, y los concurrentes podían ingresar alguna pregunta (les respondía un programa llamado Elisa, creo recordar) y, sobre todo, jugar al Go-Moku (5 en línea) que yo había programado en APL. Pero a determinada hora, se cortaba el enlace, y entonces nosotros (entre ellos Sergio Porter) conectábamos las dos terminales entre sí, y mientras un visitante escribía una pregunta en una, nosotros simulábamos ser la computadora y le contestábamos. En tales circunstancias, una vez apareció alguien que, tras realizar preguntas fáciles, quiso saber quién ganaría las inminentes elecciones presidenciales. Desde el otro lado, yo respondí: “No contesto sobre política porque es mersa”. Al día siguiente, apareció el mismo individuo, acompañado por quien suponíamos sería la novia, y le informó: “¿Ves? Ésta es la máquina que dice malas palabras”.

3. En cierta oportunidad, debí viajar a Río de Janeiro por algún tema que no recuerdo. Ahí me recibieron Mendivelzúa y Juan Pedro San Martín. En la oficina, Mendy me presentó y, al saber mi apellido, una tal Elena me dijo: “¿Forno? ¡Deve ser muito quente!”. Nos fuimos, y Mendy opinó: “¡La mina está con vos!”. Hablando con ella después, arreglamos vernos en algún lugar que no recuerdo, pero lo cierto es que fui a visitar a San Martín y a ella la dejé plantada. Meses después, surgió otro viaje a Río. Ya tenía hasta número de vuelo, y alguien debe de haber avisado a IBM Brasil que yo llegaba en ese vuelo. Un par de días antes, apareció Lola (Dolores Rodríguez Bolaños) mirándome con ojos furibundos y me entregó un telegrama, firmado por Elena, donde me decía que iba a esperarme al aeropuerto. Steinman, entonces mi jefe, me hizo una seña, y fui a su oficina. Le conté, y nos matamos de la risa. Al final, el viaje se canceló, y nunca más supe de la tal Elena.
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Anónimo Sergio Porter dijo...



Ricardo me hizo acordar de ese juego de preguntas y respuestas. Era, si mal no recuerdo, en una Expoficina. No se de quién fue la idea, pero estando online, teníamos un programita en APL que jugaba a un juego que resultaba asombroso para los participantes. La idea era atractiva porque iba más allá de algo que cualquier ser humano podía hacer, pero una máquina no, que era la idea de contestar preguntas arbitrarias de la vida diaria conectando las terminales 2741 back-to-back. Cuando de verdad queríamos sorprender, hacíamos algo que ni una máquina ni un humano razonablemente podía hacer, pero nosotros sí: Determinar el sexo de una persona con que solo conteste una pregunta que no estuviera directamente relacionada a su sexo. Si mal no recuerdo, la idea era así: Invitábamos a los desprevenidos participantes a jugar. Ejecutábamos el programa que formulaba una pregunta al azar de una lista previamente cargada. Quien estaba sentado en la terminal junto al participante, le pedía a este que conteste, y tipeaba la respuesta, pero agregaba un especio en blanco al final si la participante era mujer. El programa determinaba, trivialmente, el sexo del participante, y lo imprimía.

Soprender, sorprendía siempre. De tanto en tanto, se daban las circunstancias para comenzar una conversación sobre computadoras con una sorprendida visitante. No se Ricardo, pero yo recuerdo haber iniciado más de una de esas conversaciones. Puedo asegurar, de todos modos, que ninguna me llevó a donde quería llegar.
6 de septiembre de 2015, 19:01

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