Como ya conté
a los Dinos, en octubre de 1967 empecé a trabajar en IBM, o sea que empecé el
llamado curso N° 2, tan apasionante como interminable, esto último porque todos
moríamos por salir al “field”, al terreno. Meses y meses preparándonos para
afrontar, cada uno de nosotros, nuestro primer cliente en serio. Alguna breve
escapada habíamos hecho luego de estudiar la /360 20, un asco de equipo.
Unos días
antes del fin del curso se presentó Horacio Terrizzano en el mismo. En aquella
época los nombres de Ricardo Forno y de Horacio Terrizzano eran sinónimo para
nosotros, al menos para mí, de super expertos en computación, sabios de otra
galaxia. Ricardo ya me lo había demostrado como profe de Assembler, diez
felicitado. A Horacio lo vi por primera vez ese día, que se sentó en el
escritorio del profesor frente a nosotros, los alumnos del curso 2, que
seríamos arriba de treinta.
Horacio Terrizzano en Linkedin
Sin
preámbulos ni pérdidas de tiempo Terrizzano nos dijo:
–Quiero que
cada uno de ustedes me diga su nombre completo y ciudad donde van a trabajar.
Se refería a
que había entre nosotros tanto gente de Capital, como de Rosario, Córdoba, La
Plata, etc.
De modo que
cada uno de nosotros lo dijo, por ejemplo yo:
–Hernán
Huergo, Buenos Aires.
Y Horacio nos
miraba atentamente, y demoraba el escrutinio unos segundos más luego de
recibido el parlamento, antes de mover sus ojos en dirección al siguiente. La
ronda habrá llevado unos diez o quince minutos en completarse. Entonces vino la
sorpresa: Horacio Terrizzano, que no había anotado nada, comenzó a señalar con
el dedo, uno a uno, repitiendo lo que cada cual había dicho: “… vos sos Hernán
Huergo, Buenos Aires, vos sos…”. Sin embargo, cuando terminó su devolución, sin
por supuesto errar ni un nombre ni un apellido, hubo unas ocho personas que
levantaron la mano.
–Señor, a
nosotros no nos nombró –dijeron casi a coro.
–Ustedes son del interior, seguro que no los vuelvo a ver por mucho tiempo.
No recuerdo
que nos hayamos reído, pero puedo asegurarles que quedamos estupefactos.
El curso
terminó, por fin. Mi primer cliente sería Vialidad Nacional, una /360 30. El
vendedor, el Negro Ladeuix, más macanudo imposible.
–Vamos esta
tarde y te presento. Hasta ahora la cuenta la atiende Pedro Baranowski, del
curso 1. Espero que te vaya tan bien como le fue a él.
De Pedro
Baranowski voy a decir unas pocas cosas: ingeniero como yo, futuro docente de
FIBA UBA como yo, polaco, grandote y colorado. Voz grave y segura, que
multiplicaba su aura. Pero lo más importante de todo: yo, entonces 25 años,
parecía de 22; Pedro, quizás un par de años mayor, tenía pinta de treinta y
tantos.
– ¿Una /360
30? ¿Cuánta memoria? ¿64K, sí? –me parece que lo dije con la esperanza de que
no fuera menos.
–No, una /360 30 de 16 K –dijo el Negro Ladeuix, radiante.
Lo que me
temía. Significaba que el sistema operativo sería el TOS. No creo que haya
muchos Dinos que alguna vez hayan pasado por la tortura -¿o debería decir
tortuga?- de tener que usar el Tape Operating System de IBM. Pero el tema no me
preocupó demasiado. Estaba entusiasmado con mi primer cliente. El lenguaje
obligado a utilizar era el Assembler, la /360 30 de 16K no soportaba ningún
otro.
Llegamos al
cliente y Ladeuix me presentó al Director de Administración, su interlocutor,
que mezcló la sonrisa con alguna mueca. Pedro Baranowski no estaba a la vista.
El Director se apartó unos pasos con el Negro y pude escucharlo:
–Me imagino
que no me va a dejar a este pibe en lugar del Ingeniero Baranowski.
El hombre
estaba aterrado. Para peor, Vialidad Nacional, específicamente él, se había
comprometido a realizar la facturación de Obras Sanitarias de la Nación en ese
equipo “maravilloso y potente” que IBM le había vendido. Aclaro que creo que
era una de las primeras 360 vendidas por Ladeuix, acostumbrado más a la venta
de las 1401, para las cuales 16 K era una memoria respetable.
Pero Ladeuix,
vendedor de optimismo y simpatía sin igual, le vendió que yo no sería menos que
Baranowski, quizás escondiendo sus dudas.
–Hernán, si
te va bien en esta, te asciendo de Ingeniero Huergo a Azopardo –me dijo siempre
sonriente al fin de ese, mi primer día en mi primer cliente.
En IBM como
en tantas empresas existía la frase “el cliente siempre tiene razón”. En IBM y
en otras empresas que conocemos, los Dinos acuñamos a los golpes y a los
porrazos otra frase “el vendedor siempre tiene razón”. Convertíamos promesas
aparentemente inalcanzables en realidades. Nos matábamos y aprendíamos hasta
lograrlo.
Todas las
promesas de Ladeuix se cumplieron: en menos de dos semanas en Vialidad me
amaban no menos que a Pedro Baranowski; la facturación de OSN salió perfecta y
en fecha; la programación en Assembler trajo sus mil problemas, ninguno que no
pudiera ser superable por un sobreviviente del curso de Ricardo Forno.
Ladeuix, al
final de ese año, vendió una poderosa ampliación, que el Director de
Administración estuvo feliz en firmar, el último día hábil del año, según las
sagradas tradiciones de IBM.
Al final de
aquel último día, el Negro Ladeuix, feliz, me lo volvió a decir:
–Sí, Hernán, te merecés el ascenso de Ingeniero
Huergo a Azopardo.
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Como ya conté
a los Dinos, en octubre de 1967 empecé a trabajar en IBM, o sea que empecé el
llamado curso N° 2, tan apasionante como interminable, esto último porque todos
moríamos por salir al “field”, al terreno. Meses y meses preparándonos para
afrontar, cada uno de nosotros, nuestro primer cliente en serio. Alguna breve
escapada habíamos hecho luego de estudiar la /360 20, un asco de equipo.
Unos días
antes del fin del curso se presentó Horacio Terrizzano en el mismo. En aquella
época los nombres de Ricardo Forno y de Horacio Terrizzano eran sinónimo para
nosotros, al menos para mí, de super expertos en computación, sabios de otra
galaxia. Ricardo ya me lo había demostrado como profe de Assembler, diez
felicitado. A Horacio lo vi por primera vez ese día, que se sentó en el
escritorio del profesor frente a nosotros, los alumnos del curso 2, que
seríamos arriba de treinta.
Horacio Terrizzano en Linkedin |
Sin
preámbulos ni pérdidas de tiempo Terrizzano nos dijo:
–Quiero que
cada uno de ustedes me diga su nombre completo y ciudad donde van a trabajar.
Se refería a
que había entre nosotros tanto gente de Capital, como de Rosario, Córdoba, La
Plata, etc.
De modo que
cada uno de nosotros lo dijo, por ejemplo yo:
–Hernán
Huergo, Buenos Aires.
Y Horacio nos miraba atentamente, y demoraba el escrutinio unos segundos más luego de recibido el parlamento, antes de mover sus ojos en dirección al siguiente. La ronda habrá llevado unos diez o quince minutos en completarse. Entonces vino la sorpresa: Horacio Terrizzano, que no había anotado nada, comenzó a señalar con el dedo, uno a uno, repitiendo lo que cada cual había dicho: “… vos sos Hernán Huergo, Buenos Aires, vos sos…”. Sin embargo, cuando terminó su devolución, sin por supuesto errar ni un nombre ni un apellido, hubo unas ocho personas que levantaron la mano.
–Señor, a
nosotros no nos nombró –dijeron casi a coro.
–Ustedes son del interior, seguro que no los vuelvo a ver por mucho tiempo.
–Ustedes son del interior, seguro que no los vuelvo a ver por mucho tiempo.
No recuerdo
que nos hayamos reído, pero puedo asegurarles que quedamos estupefactos.
El curso terminó, por fin. Mi primer cliente sería Vialidad Nacional, una /360 30. El vendedor, el Negro Ladeuix, más macanudo imposible.
–Vamos esta
tarde y te presento. Hasta ahora la cuenta la atiende Pedro Baranowski, del
curso 1. Espero que te vaya tan bien como le fue a él.
De Pedro
Baranowski voy a decir unas pocas cosas: ingeniero como yo, futuro docente de
FIBA UBA como yo, polaco, grandote y colorado. Voz grave y segura, que
multiplicaba su aura. Pero lo más importante de todo: yo, entonces 25 años,
parecía de 22; Pedro, quizás un par de años mayor, tenía pinta de treinta y
tantos.
– ¿Una /360
30? ¿Cuánta memoria? ¿64K, sí? –me parece que lo dije con la esperanza de que
no fuera menos.
–No, una /360 30 de 16 K –dijo el Negro Ladeuix, radiante.
–No, una /360 30 de 16 K –dijo el Negro Ladeuix, radiante.
Lo que me
temía. Significaba que el sistema operativo sería el TOS. No creo que haya
muchos Dinos que alguna vez hayan pasado por la tortura -¿o debería decir
tortuga?- de tener que usar el Tape Operating System de IBM. Pero el tema no me
preocupó demasiado. Estaba entusiasmado con mi primer cliente. El lenguaje
obligado a utilizar era el Assembler, la /360 30 de 16K no soportaba ningún
otro.
Llegamos al
cliente y Ladeuix me presentó al Director de Administración, su interlocutor,
que mezcló la sonrisa con alguna mueca. Pedro Baranowski no estaba a la vista.
El Director se apartó unos pasos con el Negro y pude escucharlo:
–Me imagino
que no me va a dejar a este pibe en lugar del Ingeniero Baranowski.
El hombre
estaba aterrado. Para peor, Vialidad Nacional, específicamente él, se había
comprometido a realizar la facturación de Obras Sanitarias de la Nación en ese
equipo “maravilloso y potente” que IBM le había vendido. Aclaro que creo que
era una de las primeras 360 vendidas por Ladeuix, acostumbrado más a la venta
de las 1401, para las cuales 16 K era una memoria respetable.
Pero Ladeuix,
vendedor de optimismo y simpatía sin igual, le vendió que yo no sería menos que
Baranowski, quizás escondiendo sus dudas.
–Hernán, si
te va bien en esta, te asciendo de Ingeniero Huergo a Azopardo –me dijo siempre
sonriente al fin de ese, mi primer día en mi primer cliente.
En IBM como
en tantas empresas existía la frase “el cliente siempre tiene razón”. En IBM y
en otras empresas que conocemos, los Dinos acuñamos a los golpes y a los
porrazos otra frase “el vendedor siempre tiene razón”. Convertíamos promesas
aparentemente inalcanzables en realidades. Nos matábamos y aprendíamos hasta
lograrlo.
Todas las
promesas de Ladeuix se cumplieron: en menos de dos semanas en Vialidad me
amaban no menos que a Pedro Baranowski; la facturación de OSN salió perfecta y
en fecha; la programación en Assembler trajo sus mil problemas, ninguno que no
pudiera ser superable por un sobreviviente del curso de Ricardo Forno.
Ladeuix, al
final de ese año, vendió una poderosa ampliación, que el Director de
Administración estuvo feliz en firmar, el último día hábil del año, según las
sagradas tradiciones de IBM.
Al final de
aquel último día, el Negro Ladeuix, feliz, me lo volvió a decir:
–Sí, Hernán, te merecés el ascenso de Ingeniero
Huergo a Azopardo.
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respecto del inefable "Terry" recuerdo que nos cruzamos por alguna oficina en Diagonal, y yo tenia puesto un traje verde agua clarito, Horacio me espeta, "levantate la botamanga y mostrame que color medias tenes puestos".
Que suerte que de casualidad me habia puesto medias verdes al tono y logre aprobar el examen de Horacio, quien me dijo, "a bueno, esta como corresponde"..
Tambien me cuenta Cecilia Vidal Diaz que Horacio se estudiaba los resultados de los partidos de futbol de los fines de semana para poder terciar en las charlas de los lunes en la oficina.
Genio y figura !!
saludos,
andy