2016.03.26: Carlos Ormella Meyer: De la Prehistoria de las Comunicaciones

Después de un breve paso por el Edificio Transradio de Corrientes y San Martín (Hallo Hamburg. Guten Morgen. Sie möchte mit meinem Verkehr zu verbinden?), fui destinado a los Laboratorios de Ingeniería en Villa Elisa, cercana a La Plata.

Atrás, pero nunca olvidadas, quedaron las completísimas “48 Lecciones de Radio” de José Susmanscky que publicara la Editorial Hobby.

También, el armado de radios de ambas corrientes con 5 válvulas, que al funcionar si el chasis no “pateaba”, sí lo hacían al apagarla, y viceversa.

El predio que ocupaba Transradio sobre la Avda. Arana incluía los Laboratorios, la fábrica de racks y chasis para los equipos de comunicaciones, un taller para la terminación y pulido de los cristales de radiofrecuencia, un casino y dos chalets que ocupaban el Superintendente y el Jefe Técnico con sus familias.

La Avda. Arana es un trayecto casi recto que une los dos caminos que van a La Plata, orillada por una arboleda amistosa que, especialmente en primavera se nutría de los cantos de las alondras que, aunque a veces lejanas, la brisa traía a los oídos. Un escenario realmente bucólico que invitaba al paseo.

En esos Laboratorios tuve la suerte de trabajar con destacados profesionales: El Ing. José M. Barcala, como ingeniero jefe de los Laboratorios,  y los ingenieros Angel Comelli y Alfredo Castro Bassi.

Comelli, un catamarqueño tranquilo que se brindada todo para enseñar, diseñaba variantes del FSK (Modulación por Desplazamiento de Frecuencia) para los sistemas de radiotelegrafía.

Castro lidiaba por entonces con los amplificadores de potencia con reja a masa, una “novedad” nada simple.

Por su parte, el Ing. Barcala había diseñado un oscilador valvular, que llamaba transitron, con una novedosa forma de realimentación: por reja supresora, a partir de la supuesta mayor estabilidad de la capacidad interna entre placa y reja supresora de esas válvulas.

Con este enfoque buscaba solucionar la escasez de cristales de cuarzo que se usaban para establecer la frecuencia en los transmisores,

Y a mí me tocó tratar de lograr una mayor estabilidad con los cambios de temperatura usando los “nuevos” condensadores de coeficiente negativo controlado.

Además, tuve la suerte de alojarme en el casino que mencionara, donde también estaba un estudiante (pero de Ing. Eléctrica) de origen polaco.

Y aquí me vienen al recuerdo las imágenes y sonidos de un otoño cuando las hojas que caían comenzaban a tapar los senderos entre edificios y que, a veces, se empecinaban en entrar.

De entonces me han quedado grabadas las graciosas expresiones típicas de ese otro estudiante al que me refería, creo que su apellido era Geyinski.

Era su risita contagiosa, su jijiji! cada vez que le pasaban un miliamperímetro para rebobinar la bobina móvil.

Pero, ¿por qué pasaba esto con tanta frecuencia? Pues ocurría que las “pobres” bobinas perecían sin remedio todas retorcidas cuando el amplificador de potencia al que se conectaban tenía la mala costumbre (!) de oscilar casi violentamente en lugar de sólo amplificar.

Unos de los motivos de estos incidentes era que el diseño se encuadraba en el modelo de cuadripolos, quizás sin advertir lo que la experiencia insistía en mostrar, que su utilidad se limita al manejo de señales pequeñas, y no de grandes señales como las de un amplificador de potencia.

Por su parte, en la planta receptora yendo a City Bell, había un austriaco que con un vaso de bebida en sus manos implementaba afanosamente los arrays de antenas para una recepción más estable de las transmisiones que venían especialmente de Alemania.

¿Y por qué tanto empeño? Pues porque todavía estábamos en la prehistoria de las comunicaciones. No había satélites de comunicaciones, de modo que se trabajaba con señales de ondas cortas que se propagan en la ionosfera, pero no en forma uniforme y estable, así como a veces hasta erráticamente.

Ocurre que el comportamiento de esta capa de la atmósfera depende de la actividad de los ciclos solares, así como también de las horas del día o de la noche en su recorrido de miles de kilómetros.

Pero el austriaco era un experto sin duda, y capaz de corregir en minutos la combinación de antenas para mantener una recepción aceptable sobre todo en los servicios de radiotelefonía.

También recuerdo ir con cierta frecuencia a la secretaría del Superintendente de la planta, Alberto Vaio, por la cantidad de revistas técnicas que se recibían y que trataba de leer ávidamente.

Algunas de ellas eran los Proceedings del entonces IRE (Instituto de Radio Ingenieros), las publicaciones de los Laboratorios Bell, la revista RCA Review, y otras.

Justamente al tiempo la señora de Arbó tuvo la deferencia de publicar en la por entonces Revista Telegráfica, un trabajo que realizara comentando y analizando las características del Picture Phone, o Imagófono como lo llamamos, desarrollado en los Laboratorios Bell.

El Picture Phone se basaba en la incorporación de video en los teléfonos. Su uso lamentablemente no prosperó en parte debido al costo de los equipos y de hecho cierta complejidad que las compañías telefónicas no afrontaron.

Sin embargo, se puede decir que Skype con el agregado de cámaras, es hoy día una suerte de sucesor de ese lejano desarrollo.

Una de las revistas que mencionara antes, RCA Review, tenía tamaño de libro y tapas rojas.

Una de ellas contenía un artículo de Otto Schade sobre los transitorios de CA que se producen al conectar un equipo a una red de Corriente Alterna.

Un transitorio con sus especiales características temporales se diferencia bastante de las clásicas señales sinusoidales de régimen estacionario, y es mucho mejor analizarlo en su forma primitiva y no apelando a Fourier.

El tema de los transitorios y los comentarios del Ing. Julio Calvelo en la Universidad de La Plata, provocaron que me pasara a la televisión y al “nuevo” mundo digital.

Y así fue como, por varios años, “traicionara” a las comunicaciones, a las que volvería con nuevos desafíos en Venezuela, aunque a los pocos años nuevamente volví a cometer traición, aunque menor, al entrar en la computación e informática poco antes de la aparición de la PC en agosto de 1981.

Pero esto ya es el comienzo de otro episodio, y acá las nubes todavía juguetean con la luna que ya se pone sobre el horizonte.

Antes quiero agregar que mis recorridos de pocos metros entre el lugar de trabajo y la secretaría de los Laboratorios no sólo eran por los artículos, sino que también tenían otro interés.

Es que la por entonces secretaria del Superintendente ni se imaginaba seguramente que con el tiempo se convertiría en Arquitecta, y con quien por cierto ya llevo… más de 50 años de casados.