Avances tecnológicos y sentimentales
La instalación de los nuevos sistemas /370 no resultó tan difícil como se suponía. IBM había empaquetado todo el software en algo llamado SIPO, con lo que se evitaba tener que instalar todos los productos por separado. Supongo que las siglas significarían algo así como System Installation Productivity Option, aunque también sonaba como Sí, po', que es una de las formas típica de expresar aprobación en idioma chileno. En resumen, creo que mis colegas que trabajaron en las instalaciones tuvieron la vida bastante más tranquila de lo que se esperaba.
En el capítulo anterior les conté que dos argentinos habían sido destinados a Valparaíso. La principal instalación allí era el /370 de la Armada de Chile. Fue imposible lograr que fueran argentinos los que apoyaran la instalación. Finalmente se acordó que un ingeniero de sistemas chileno viajara desde Santiago uno o dos días por semana. La única oportunidad en que pudimos entrar a las instalaciones fue para un partido de fútbol argentinos contra chilenos que espero haya terminado en un diplomático empate.
Lo más divertido es que en Santiago el Ejército tenía un proyecto de Base de Datos y el que los asesoraba era yo, que entonces era aún más argentino de lo que soy ahora. Recuerdo una reunión en que después de dimensionar el tamaño del registro con la información de cada soldado, dije que para saber el tamaño de la Base se necesitaba el número total de registros. Un silencio glacial siguió a mi pregunta. — Bueno, — les dije. — Entonces calculen ustedes el tamaño de la Base y me lo dicen. — Creo que no cayeron en la trampa. Después me enteré que esa diferente actitud entre ambas fuerzas armadas era que la primera tenía como hipótesis de trabajo un conflicto con Argentina, en tanto la segunda lo hacía con Perú. No estaban tan desencaminadas.
Una de las novedades de aquellos años fue la proliferación de los terminales IBM 3270, que potencialmente permitían el acceso directo al computador sin pasar por las famosas tarjetas perforadas. Pero el DOS/VS aún no tenía un componente que permitiera usarlas para programar y operar el sistema. Sólo el OS/VS lo tenía, pero en Chile había muy pocas instalaciones con ese sistema operativo. La solución fue que muchos de los sistemas /370 intermedios se instalaban con el DOS/VS operando bajo otro sistema operativo, el VM/370, que había sido anunciado junto con la memoria virtual. VM significa Virtual Machine, concepto que en aquella época era muy novedoso pero que hoy se usa incluso en nuestros PC domésticos. Bajo el VM/370 se podían ejecutar de forma concurrente varios sistemas operativos, tantos como la velocidad del procesador y el tamaño de la memoria permitieran. Cuando se anunció pensamos que sería un sistema operativo de laboratorio, sin darnos cuenta que lo que había allí era el germen de la futura computación personal. Es que el VM/370 incluía también como sistema operativo huésped, el VM/CMS, al cual el usuario se conectaba directamente a través de un terminal con teclado. Ahora al menos el programador ya no
necesitaba perforar su programa en tarjetas. Simplemente lo editaba en su pantalla, le incluía las tarjetas de control y lo enviaba al DOS/VS.
IBM 3278 |
Dicen que la necesidad tiene cara de hereje. ¿Saben de dónde viene ese dicho? Del adagio latino necessitas caret lege, que significa: la necesidad carece de ley. ¿Y qué tienen que ver los herejes con esto? Pues nada, pero imagínenselo pronunciado por un español rústico que habla tan cerrado como algunos mozos gallegos que conocimos en nuestra infancia. Mejor volvamos a nuestra historia.
¿Qué hacer? Uno propuso que dibujáramos en la pantalla cualquier cosa. Así que con asteriscos nos pusimos a dibujar un bonito velero, muy a tono con Valparaíso, puerto de escala de todos los veleros del mundo hasta la apertura del Canal de Panamá. Quedó bastante lindo, pero para la televisión
necesitábamos que se moviera. Después de algunas pruebas descubrimos que introduciendo espacios en blanco a la izquierda del barco, éste se movía hacia la derecha. Pero el proceso no era reversible. Cuando el barco llegaba al borde derecho de la pantalla, había que borrar todo y empezar de cero. ¡No había posibilidad de error!
Con vergüenza debo confesarles que nuestro velero apareció esa noche en todos los televisores de Chile, movido no por un viento favorable sino por un dedo escondido que apretaba la barra de espaciado del teclado.
Pegado a Valparaíso está el balneario de Viña del Mar. Allí en el invierno de 1975 se produjo un encuentro que cambió radicalmente mi vida, ayudado también en este caso por la informática. Me tocó ser uno de los presentadores en un seminario en un hotel de dicha ciudad, donde varios de nosotros intentábamos venderle nuestras pomadas a los potenciales clientes. En los ratos libres junto con un amigo nos tocó conocer una par de chicas cuya primera reacción al vernos, según supe después, fue — ¿Argentinos en invierno? ¡No por favor! — Es que algunas viñamarinas habitualmente iniciaban en verano breves romances con los jóvenes argentinos que visitaban sus playas, los que duraban hasta que dejaban de llegar cartas desde el otro lado de la Cordillera. Recién entonces se reconciliaban con sus amigos chilenos que entretanto habían abandonado. Mala forma de cultivar la amistad entre dos pueblos hermanos.
¿En qué me ayudó la informática? Es que advertí que una de ellas, la que más me gustaba, tenía un libro de computación en sus manos. — Ah, ¿vos trabajás en computadoras? Fijate que yo laburo en IBM. — Esta última palabra me abrió las puertas. Efectivamente ella había hecho un curso de programación Cobol en la Sucursal Valparaíso y ahora trabajaba en el área de computación de la
Universidad Técnica Federico Santa María, donde acababan de instalar un /370 125. Cuando le quedó claro que yo no era un argentino de vacaciones, aceptó iniciar un pololeo que al año siguiente se convirtió en matrimonio, siendo esta la razón por la que vivo en Chile. La relación se consolidó cuando le obsequié un auténtico manual IBM de Cobol de como 300 páginas, provocando la envidia
de sus colegas del trabajo que sólo tenían acceso a manoseadas fotocopias.
Del grupo de argentinos que fuimos a Chile tres éramos solteros. Dos nos casamos con chilenas y el tercero tuvo un largo pololeo con la hija de un oficial de la Fuerza Aérea. Incluso la llevó a Buenos Aires a presentársela a su mamá. Pero cuando le tocó volver a Argentina, aún no se había decidido a dar el paso fatal. Ante tantas dilaciones el papá de la novia le dijo que no podía continuar esa relación con un potencial enemigo (las relaciones ya estaban muy tirantes a fines de 1977), con lo que el noviazgo no pudo continuar. Lo divertido del caso es que mi suegro también era oficial de la Armada chilena, pero me aceptó mucho mejor que a los anteriores pololos de su hija. Se ve que tenía visión de futuro.
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