Para mediados de la
década del 90 trabajaba yo como Gerente de Proyectos para una consultora
argentina de sistemas; hicimos trabajos interesantes, como ser un diseño de
base de datos relacional con un centener de tablas, un sistema de asignación de
profesores y aulas para una universidad privada (NO la que mencioné en la
Anécdota IX) y un algoritmo de carga de cisternas de camiones-tanque.
Lamentablemente la consultora, que tenía unos 40 analistas-programadores cuando
me uní a ellos, para 2000 se había reducido a solamente cuatro. Mi mujer y yo
estábamos ambos pasados la cincuentena, y en los últimos dos años yo había
trabajado solamente tres meses; la cosa pintaba muy mal y no nos quedó sino
emigrar a inicios de 2001. Como
le decía un personaje de Quino al taxista que lo llevaba a una consulado,
"¡No me voy, me echan!".
Los primeros tiempos en
Irlanda fueron muy duros. Trabajar en Argentina ocasionalmente en inglés es una
cosa; otra muy distinta es mudarte a un país de habla inglesa, buscar allí
trabajo y luego desempeñarte en un ambiente empresario donde (a) sos de los
poquísimos extranjeros, (b) le llevás más de 20 años a casi todo el mundo, (c)
no tienen empacho en comentar tu "curioso acento", y (d) que tengas
que adaptarte a todo eso ya pasados los 55 años de edad.
Claudio con seis de las "Claudio's girls", 2004 |
Claudio frente al edificio donde trabajaba en Dublin, 2003 |
Y todo esto sirve como introducción para la
Anécdota XI. ("¡Continuará!")
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