[Capítulo 33 de La Informática y yo]
Computación doméstica
Quizás a alguno el llame la atención que estemos llegando a fines de la década del 80 sin ninguna mención al computador personal (computadora en Argentina). La verdad es que yo estaba feliz en mi oficina con mi terminal IBM 3279 a color, conectado con un software maravilloso que corría en el mainframe bajo el sistema operativo VM/CMS. Era el Application System, que incluía un paquete estadístico que superaba con creces todo lo que ofrecen hoy las planillas electrónicas. Pero todo tiene su fin en la vida y un día me informaron que tenía que reemplazar mi terminal por un feo aparato llamado PC. Supongo que sería un procesador 8086, no recuerdo su tamaño de memoria y sí que tenía dos ranuras para unos disquetes similares a los que se usaban en los equipos de entrada de datos que casi 20 años atrás yo había ido a estudiar a Bruselas cuando aún trabajaba para IBM Argentina. Los disquetes se llamaban floppy en inglés, palabra que yo intenté castellanizar como 'falopa' pero no tuve éxito, no sé bien por qué.
¿Para qué servía el dichoso PC? Tenía un sistema operativo llamado DOS, lo que me pareció un sacrilegio porque así se llamaba el que usaban los memorables IBM /360 con que me inicié en la informática. Su única aplicación era el emulador 3270, con lo cual el aparato se comportaba como mi vieja IBM 3279, pero con gráficos mucho más feos. Me contaron que en Finanzas había una persona que usaba un programa llamado Lotus 1-2-3 que le permitía hacer toda la planificación de IBM en el PC, aunque éste era mucho más poderoso que el que me habían puesto.
Pero mientras esto sucedía en la oficina, en casa el panorama era mucho más interesante. A instancia de mis hijos, habíamos salido a comprar algo que hoy se conoce como consolas para juegos pero que en aquella época simplemente lo llamábamos Atari. Supongo que esto produce nostalgia en la mayoría de mis lectores no tan jóvenes. Conectábamos el Atari a un televisor en desuso, comprábamos juegos en el supemercado de la esquina, los poníamos en la casetera y esperábamos años a que se terminaran de cargar (solían fallar) y a jugar con nuestros hijos. Allí conocimos extraños personajes como Donkey Kong, Mario Bros y los fantasmistas de Pacman. Usábamos unos 'joysticks' que en realidad eran unas cajitas con una pequeña palanca con las que movíamos a los personajes en la pantalla. A mí lo que más me gustaba era el tenis con el que me sentía todo un Guillermo Vilas, culpa del cual siempre escribían mal mi primer apellido.
Manual de Atari Basic |
Campeona de Tetris |
Con la aparición del Windows los PC se hicieron más amigables. Reemplazaron los disquetes
antediluvianos por unos más chicos y elegantes con el doble de capacidad, 1,44 MB. A sugerencia de
algunos de los muchachos que trabajaban conmigo compramos para mi departamento el Microsoft Office de aquella época. Venía en unos 40 disquetes, pero lo curioso es que eramos casi los únicos que lo teníamos. Los de Finanzas seguían usando el Lotus y el resto sólo usaban el PC emulando pantallas; todo lo que se escribía se seguía haciendo en el PROFS del mainframe. Creo que las secretarias usaban el Word Perfect para escribir la correspondencia.
Finalmente los PC llegaron a los hogares. En 1992 aproveché una oferta de IBM para sus empleados y me compré un PS/1, Creo que la memoria era de 2MB y tenía una capacidad de discos de 85MB. Lo primero que había que hacer era sacar un respaldo del sistema operativo, ¡a disquete! Todavía conservo los 10 disquetes que se necesitaban, con los que he podido regenerar aquel primer Windows
en una máquina virtual.
El juego del Gorila |
¿Recuerdan que los PC de aquella época tenían y todavía tienen pegada una calcomanía que dice 'Intel inside'? Esto fue la causa de un extraño episodio de mi carrera. Resulta que un día pidió verme un antiguo empleado de IBM que se había retirado antes de que yo llegara a Chile. Su negocio era el armado en Chile de Computadores Personales. Como las grandes empresas sólo compraban equipos de marca, su estrategia era hacer planes especiales para los empleados de las empresas, en conjunto con los respectivos Departamentos de Personal. Su idea era que la siguiente vez que la empresa renovara sus equipos, ya no exigirían que fueran de marca porque habrían comprobado que los que tenían en su casa funcionaban perfectamente y además eran mucho más baratos. Se veía interesante, pero ¿qué tenía que ver conmigo?
Es que este señor se había enterado de que entre mis múltiples responsabilidades yo estaba encargado de coordinar el negocio OEM de IBM en Chile. Por si no lo saben estas siglas significan Original Equipment Manufacturer. Lo usábamos en Chile cuando vendíamos equipos de otros proveedores como parte de nuestra soluciones, pero en este caso significaba exactamente lo contrario. Se refería a cuando se incorporaba tecnología IBM en productos de otros fabricantes, algo así como que el computador de su BMW incluyera chips nuestros. Como en Chile el mercado local es muy chico y exportamos productos como cobre, madera, vino o pescado con nula tecnología informática, yo no le había prestado atención al tema. Mi interlocutor había sabido que IBM fabricaba chips que se podían usar en los PC, y se le había ocurrido que sería una gran estrategia de marketing venderlos con la calcomanía 'IBM inside'.
El paso siguiente fue cuando me invitó a conocer sus oficinas y a sus socios, un par de ex-gerentes de IBM que yo sí conocía. En esa época yo aún no sabía lo fácil que era armar un PC tipo torre, que es lo que se compraba en las casas porque los portátiles eran demasiado caros. Años después armé el mío. No tenía ninguna ciencia, sólo requería un mínimo de habilidad manual. En las casas de computación te vendían el kit listo para armar, que incluía procesador, tarjeta madre, gabinete, discos, etc. Y salía mucho más barato que los PC que encontrabas en las tiendas. El sistema operativo era problema de uno, pero siempre había un amigo que te conseguía algo pirateado. No fue mi caso, ¡los gerentes de IBM no pirateábamos!
Pronto descubrí que lo que esta persona buscaba era algo más que comprarnos unos cuantos chips. Lo que le interesaba era tener algún tipo de relación institucional con IBM. La cosa podía tener sentido. ¿Acaso no habíamos comprado una empresa sólo para ganar mercado en los sistemas medianos? Y el mercado de computación personal era muchísimo más grande que aquel.
Cuando le conté el asunto a mi jefe se interesó, pensando que quizás era un gran oportunidad que no había sido visualizada por la Corporación. Justo en esos días se esperaba una visita del Gerente General del Área Latinoamericana, por lo que me encargó que le coordinara una visita a la empresa de la que estamos hablando.
Así fue como pocos días más tarde me encontré en un auto llevando a este prócer a ver la armaduría de PC en un barrio no tan santo de Santiago. Durante el viaje yo recordaba los secuestros a altos ejecutivos de empresas extranjeras ocurridos en Argentina algunos años antes, no siempre con final feliz, o simplemente temía que al bajarnos del auto nos asaltaran algunos cogoteros chilenos de esos que abundan en esos barrios. Puras aprensiones mías, el socio principal nos esperaba en la puerta de la fábrica, todo fue muy cortés y correcto. Para mí que había trabajado en la planta de Ford cerca de Buenos Aires, la fábrica no me impresionó mucho. Supongo que al alto ejecutivo tampoco, quien seguramente conocía las grandes fábricas de IBM alrededor del mundo. Lo cierto es que en el viaje de vuelta dijo algunas frases amables y posteriormente nadie se acordó más del asunto. Fue una suerte, porque tiempo después me enteré de que se habían producido diferencias entre los socios de aquella empresa y habían terminado todos peleados. ¡Imagínense que yo hubiera metido a la IBM en ese baile!
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