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08/03/2019: Eduardo Vila Echagüe: ¡Fuera los viejos!

[Capítulo 36 de La Informática y yo]

¡Fuera los viejos!

Al llegar el año 1993 yo ya no era tan joven, pero tampoco me sentía particularmente viejo. Cumpliría 50 años en el mes de noviembre, es decir, aún me creía en la flor de la edad. Como mis hijos ya estaban más grandes habíamos cambiado de vivienda, para que cada uno pudiera tener un dormitorio propio. Compramos una casa vieja y la refaccionamos completamente. En el piso de arriba quedó el matrimonio y en el de abajo los chicos. Cuando pequeños procuramos que los hijos estén lo más cerca de nosotros (en realidad de la mamá) pero cuando más grandes queremos (y ellos también) que tengan más independencia. Una de las gracias de Santiago era que uno podía y aún puede vivir en un barrio sin edificios y estar a sólo 20 minutos de la oficina.

Ocaso visto desde mi casa en Santiago
Estaba listo para mis siguientes 10 o 15 años en IBM, tal como veía a muchos de mis compañeros mayores que yo. Pero de pronto todo eso cambió y quedé convertido en el segundo empleado más viejo de la compañía. El cómo sucedió se los contaré ahora.

Claramente el negocio no era el de la década del 70. Ya no éramos un virtual monopolio sino que los precios los fijaba el mercado. Si queríamos mantener la rentabilidad de nuestras acciones no había más remedio que bajar el nivel de gastos. Se habían tomado algunas medidas, como que los viajes a EEUU ya no serían en business sino en clase turista. Aunque ayudaba, no era suficiente, por lo que finalmente se llegó a lo que en IBM nunca habíamos pensado, reducir el costo del personal, algo que se contraponía a la política de pleno empleo que databa de los comienzos de la compañía.

¿Por dónde empezar? ¿Por arriba o por abajo? Nuestro nuevo Gerente General aún no cumplía los 40 años de edad. Él veía a su alrededor mucha gente mayor con altos sueldos heredados de la época de oro, con creciente dificultad para adaptarse a las nuevas tecnologías. Ya hemos visto los problemas que algunos tuvieron con el correo electrónico, otros sufrían con las fórmulas de las planillas electrónicas y con los procesadores de palabras, ahora que ya no contaban con una secretaria para ayudarlos con la redacción. Se tenía claro entonces por dónde había que empezar a cortar, pero faltaba el cómo.

Hasta entonces los empleados que llegaban a la edad de al menos 55 años se podían retirar recibiendo una jubilación de IBM por el resto de su vida, por una fracción del valor del último sueldo en la compañía. Para forzar el retiro IBM dispuso terminar con ese beneficio para todos los empleados que aún no cumplían 50 años al 30 de junio de 1993, depositando el dinero aprovisionado para ese efecto en la cuenta de ahorro previsional (AFP) de cada empleado. Los mayores de 50 podrían conservar la posibilidad de mantener la jubilación IBM a partir de los 55 años, siempre que renunciaran de inmediato a la compañía. De lo contrario se quedarían sin el pan y sin las tortas. Demás está decir que todos renunciaron y así quedé como el segundo más viejo y el único que reportaba al Gerente General siendo mucho mayor que él. Y ustedes seguramente saben la historia de qué pasa con los consejeros del viejo rey cuando éste muere y lo sucede su hijo. A nadie le gusta que le recuerden: — tu padre lo hubiera hecho de otra manera—. Poco duraban y poco duré, pero ese es tema del próximo capítulo.

La otra cuestión que preocupaba a la alta gerencia era tratar de mejorar la ubicación de IBM Chile dentro de la organización de IBM mundial. En aquel momento formábamos parte del Grupo Andino, que incluía a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú (con Bolivia) y nosotros. Todos teníamos volúmenes de negocio parecidos, salvo Ecuador que era bastante menor. A ninguno le sobraban recursos, por lo que la posibilidad de ayudarnos en caso de algún negocio de mayor envergadura era muy limitada. En resumen, cada país operaba por su cuenta y la existencia del Grupo sólo añadía entropía a la operación.

Hotel Oro Verde - Guayaquil
Para peor, la gerencia del Grupo residía en Venezuela, en el otro extremo de Sudamérica. Llegar de Santiago a Caracas era una verdadera odisea. Sólo había un vuelo directo los días viernes a la noche. Los demás días teníamos que hacer escala en Guayaquil o Bogotá, con cambio de avión. Una vez tomé un vuelo que decía hacer escala en Santo Domingo. — ¡Qué ruta tan rara! — pensé. Pero al final resultó ser un pueblo perdido en la frontera entre Colombia y Venezuela, con una pista en medio de la jungla, donde los curtidos pasajeros que subían parecían salidos de la serie Pantanal. ¿La recuerdan?

Donde me fue realmente mal fue en un viaje de regreso con escala en Guayaquil. Teníamos que hacer una escala de un par de horas hasta que llegara el avión de Ladeco que venía del norte. Nos encontramos con dos sorpresas: el Ladeco tenía 12 horas de atraso y el aire acondicionado del aeropuerto estaba descompuesto. ¿Conocen Guayaquil? ¡Un infierno de calor y de humedad! Finalmente los pasajeros hicimos un malón sobre el mesón de Ladeco y logramos que nos trasladaran al hotel Oro Verde, uno de los mejores de la ciudad, que ya conocía de un viaje anterior. Ahí disfrutamos del aire acondicionado como hasta las 4 de la mañana, en que un ómnibus nos vino a buscar para llevarnos al aeropuerto.

Mientras contaba las dificultades de viajar por el Grupo Andino recordé otro vuelo muchos años atrás que hacía escala en la Paz en medio de la noche. Fue una escala corta y el avión, un trirreactor, se dirigió a la cabecera de la pista para retomar el vuelo. Debido a la poca densidad del aire a los 4.000 metros de altura, antes de partir tenía que lanzar cada motor a su máxima potencia. Sentimos bramar el de la derecha, después el del medio, pero cuando le tocó al de la izquierda, éste se chupó a los pocos segundos. Nos informaron que había un problema técnico y el avión regresó al edificio del aeropuerto. Entretanto un pasajero que se sentía morir por la falta de aire tuvo que ser auxiliado por una azafata con un tubo de oxígeno. Al rato volvimos a la cabecera de la pista y nuevamente se repitió la rutina, incluyendo la chupada del izquierdo. Para ese entonces el pasajero ya estaba frenético y para peor se había agotado la reserva de oxígeno. Nuevo regreso al edificio y otra vez volver a la cabecera. Esta vez los 3 motores bramaban y como al cabo de algunos segundos no hubo chupada, el piloto decidió partir, impulsado más por las oraciones de los pasajeros que por su fe en los técnicos bolivianos. Si estás leyendo estas líneas significa que el vuelo llegó a destino sin más percances.

¿Les quedó claro por qué Chile quería salirse del Grupo Andino? La idea de la gerencia era que Chile pasara a formar parte de la organización de IBM Sur, que estaba integrada por Argentina, Paraguay y Uruguay. Su volumen de negocio era más del doble de Chile y claramente contaban con especialistas de mayor nivel que todo lo que pudieran ofrecer los países andinos. Se reconocía también que había una mayor afinidad cultural (¡para bien o para mal!) y, por supuesto, los vuelos a Buenos Aires salían a toda hora e incluso se podía ir y volver en el día.

En cuanto a mí, estaba la ventaja adicional de frecuentes viajes a Buenos Aires donde vería a mi familia y a los muchos amigos que tenía y aún tengo en aquella ciudad. Pero lo que yo ni nadie hubiera podido sospechar entonces era que ese cambio era salir de la sartén para caer al fuego...

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