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2008.08.19: Ricardo Forno: Curiosidades en IBM.

Los casos que comento a continuación ocurrieron aproximadamente entre 1963 y 1970.Como muchos de ustedes saben, ingresé a IBM allá por 1961. Era el comienzo de la computación en la Argentina; la novedad despertaba las curiosidades y los intereses más diversos. Mi tarea principal era la de dar apoyo técnico para el diseño de equipos y sistemas de información. Cuando se presentaba la posibilidad de un negocio interesante, por mi escritorio desfilaban tanto los casos comunes —un banco que deseaba automatizar sus operaciones; una fábrica o una distribuidora que pretendía optimizar sus tareas; una empresa de servicios médicos que quería llevar el control y la estadística de los pacientes— como los más insólitos. Y a estos últimos me referiré.

Por ejemplo, trabajando con un colega (estoy seguro de que en esta oportunidad fue Alejandro Pacecca; en cambio, no recuerdo los nombres de los colegas que trabajaron conmigo en los demás casos), nos cayó en suerte atender a un parapsicólogo de la ciudad de Rosario que procuraba estadísticas computarizadas (y en lo posible adulteradas, aunque él sostuviera lo contrario) para dar mayor credibilidad a sus asertos; usaba un mazo de cartas Zener, también llamadas ESP, compuesto por 25 cartas con 5 símbolos distintos, con las que intentaba probar la clarividencia de los sujetos. Las cartas eran extraídas del mazo por el experimentador, y la persona de quien se pretendía detectar poderes extrasensoriales, ubicada en otro cuarto, decía lo que “veía”. Pero cuando el examinado no adivinaba la carta en el momento, el parapsicólogo pretendía relacionarla con las siguientes o con las anteriores, casos que denominaba, creo, “clarividencia avanzada o retrasada de nivel X”, y de esa manera obtenía siempre estadísticas favorables a su tesis. Las llevamos a cabo, las imprimimos, y se las llevó muy contento.

Una vez se estuvo a punto de llegar a un acuerdo con los dueños de una revista de historietas (Patoruzú) para automatizar los dibujos, aprovechando que eran muy repetitivos.

En otra oportunidad, apareció por mi oficina (en ese momento yo era Gerente del Centro de Pruebas) el famoso compositor argentino Alberto Ginastera, siempre atento a las novedades, con la intención de usar, para alguna cantata que estaba planeando, los “poemas electrónicos” que habíamos dado a conocer, creados por mí con un programa que mejoró una idea de Armando Heller; pero Ginastera nunca llegó a concretar la idea.

Aun más curiosas eran las especulaciones presentadas por personas que no parecían estar en su sano juicio. Recuerdo el caso de un señor que había descubierto los “minitrinos”, partículas exóticas similares a los neutrinos; nos pedía que automatizáramos sus fórmulas pero, cuando le solicitamos que nos las mostrara, mantuvo los papeles estrechados contra el pecho, cosa de que no pudiéramos apropiarnos de la idea. Que yo sepa, los susodichos minitrinos permanecen sin haber sido observados, si exceptuamos a su presunto descubridor.

Un día aparecieron dos individuos que diagnosticaban y curaban enfermedades por un novedosísimo método. Uno de ellos tenía la habilidad de ver no sólo el aura de las personas, sino las auras. Cada persona poseía auras de diversas formas y colores. El otro individuo no disfrutaba de tal capacidad, pero a medida que el primero le iba contando lo que veía, él lo interpretaba e indicaba el diagnóstico y el tratamiento. El resultado final incluía frases tales como “incrustación de la sustancia gomosa en la campana del yo interno”. Éstos tuvieron quizá mejor suerte pues, hace poco, en una librería de ocasión, vi su libro, profusamente ilustrado. Es probable que muchas personas se hayan atendido con ellos, y hasta que se hayan curado de nebulosas dolencias.


Quiero destacar el que fue, tal vez, el caso más extraño que me tocó tratar; y no digo “resolver”, porque era obvio que no había solución posible. Desde alguna de las Gerencias de Ventas nos enviaron un día a un individuo con el que no sabían qué hacer. Sentado frente a nosotros, escritorio por medio, extendió unos planos. Y digo “extendió” porque los traía bien enrollados. Ilustraban una ciudad ideal, fabulosa, utópica, que a primera vista nos resultó muy semejante a un estadio de fútbol, con un campo central de juego y las tribunas rodeándolo; pero no, las gradas no eran tales, sino escaleras mecánicas. La habitaban los Baet-Pasangenicanos, una comunidad de individuos presumiblemente humanos, cuya actividad principal parecía consistir en componer y recitar o cantar estrofas que decían algo así: “Los Baet-Pasangenicanos somos esto y aquello; los Baet-Pasangenicanos hacemos así y asá”, etcétera. Lo que eran o hacían los ilustres Baet-Pasangenicanos no tuvo anclaje en mi memoria, pero el retintín del nombre me quedó. Y casi cincuenta años después, aquel extraño tema fue la inspiración para un cuento, que se llamó “Pasangenicanos”,
publicado con seudónimo en la sección de literatura del foro Psicofxp (que desgraciadamente cerró en Noviembre de 2014). Prometo insertar aquí ese cuento; y hasta es posible que lo vean impreso en un libro que tengo en preparación.
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El 20/08/2015 a las 0:23, Roberto Iglesias escribió:
Genial Ricardo:

Esas si que han sido experiencias únicas e irrepetibles.

Un abrazo. Pipi Iglesias

1 comentario:

  1. Gracias, Pipi. Estoy leyendo tu comentario cinco años después... ¡Cómo pasa el tiempo!
    Quería aclarar algo. La historia que contó aquel individuo sobre los Baet-Pasangenicanos fue sólo la inspiración para mi cuento "Pasangenicanos". Después de verlo publicado, vi que el tema daba más para una novela que para un cuento. No me encuentro cómodo como novelista, al revés de como cuentista. Pero el Concurso de Novelas de Clarín otorgaba jugosos premios, y extendí el cuento a novela. Debí agregarle, obvio, un montón de texto, pero aun así me quedaba corta. Aproveché que por un realmente pequeño ACV estaba internado en observación por una semana en el Hospital de Clínicas de Montevideo para seguir ampliándola. Una vez en casa, la revisé, la imprimí en 3 ejemplares, lo que me tomó unas 400 hojas, y aprovechando un viaje de Susana a Buenos Aires, ella la entregó en Clarín. Supongo que la habrán leído, pero ni una mención honorífica tuve entre unas 500 novelas que participaron del concurso.
    Ahora "La Secta de Vichadero" está disponible en Amazon, donde se pueden leer gratis los primeros capítulos, que coinciden en gran parte con lo que Hernán publica en esta entrada. Se puede obtener como e-book o impresa, pero yo todavía no tengo ni una copia, ni en papel ni como e-book, porque últimamente he estado revisando mis libros en Amazon, y cuando los tenga bien prolijitos recién compraré mis propios libros. Los que se encuentran ahí ahora están disponibles, pero les falta una coma por aquí y les sobra otra por allá.. No hay duda: soy perfeccionista.
    Saludos a todos, y cuídense cada vez más del COVID 19.

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