Por ejemplo, trabajando con un colega (estoy
seguro de que en esta oportunidad fue Alejandro Pacecca; en cambio, no recuerdo
los nombres de los colegas que trabajaron conmigo en los demás casos), nos cayó
en suerte atender a un parapsicólogo de la ciudad de Rosario que procuraba
estadísticas computarizadas (y en lo posible adulteradas, aunque él sostuviera
lo contrario) para dar mayor credibilidad a sus asertos; usaba un mazo de
cartas Zener, también llamadas ESP, compuesto por 25 cartas con 5 símbolos
distintos, con las que intentaba probar la clarividencia de los sujetos. Las
cartas eran extraídas del mazo por el experimentador, y la persona de quien se
pretendía detectar poderes extrasensoriales, ubicada en otro cuarto, decía lo
que “veía”. Pero cuando el examinado no adivinaba la carta en el momento, el
parapsicólogo pretendía relacionarla con las siguientes o con las anteriores,
casos que denominaba, creo, “clarividencia avanzada o retrasada de nivel X”, y
de esa manera obtenía siempre estadísticas favorables a su tesis. Las llevamos
a cabo, las imprimimos, y se las llevó muy contento.
Una vez se estuvo a punto de llegar a un acuerdo
con los dueños de una revista de historietas (Patoruzú) para automatizar los
dibujos, aprovechando que eran muy repetitivos.
En otra oportunidad, apareció por mi oficina (en
ese momento yo era Gerente del Centro de Pruebas) el famoso compositor
argentino Alberto Ginastera, siempre atento a las novedades, con la intención
de usar, para alguna cantata que estaba planeando, los “poemas electrónicos”
que habíamos dado a conocer, creados por mí con un programa que mejoró una idea
de Armando Heller; pero Ginastera nunca llegó a concretar la idea.
Aun más curiosas eran las especulaciones
presentadas por personas que no parecían estar en su sano juicio. Recuerdo el
caso de un señor que había descubierto los “minitrinos”, partículas exóticas
similares a los neutrinos; nos pedía que automatizáramos sus fórmulas pero,
cuando le solicitamos que nos las mostrara, mantuvo los papeles estrechados
contra el pecho, cosa de que no pudiéramos apropiarnos de la idea. Que yo sepa,
los susodichos minitrinos permanecen sin haber sido observados, si exceptuamos
a su presunto descubridor.
Un día aparecieron dos individuos que
diagnosticaban y curaban enfermedades por un novedosísimo método. Uno de ellos
tenía la habilidad de ver no sólo el aura de las personas, sino las auras. Cada
persona poseía auras de diversas formas y colores. El otro individuo no
disfrutaba de tal capacidad, pero a medida que el primero le iba contando lo
que veía, él lo interpretaba e indicaba el diagnóstico y el tratamiento. El
resultado final incluía frases tales como “incrustación de la sustancia gomosa
en la campana del yo interno”. Éstos tuvieron quizá mejor suerte pues, hace
poco, en una librería de ocasión, vi su libro, profusamente ilustrado. Es
probable que muchas personas se hayan atendido con ellos, y hasta que se hayan
curado de nebulosas dolencias.
Quiero destacar el que fue, tal vez, el caso más
extraño que me tocó tratar; y no digo “resolver”, porque era obvio que no había
solución posible. Desde alguna de las Gerencias de Ventas nos enviaron un día a
un individuo con el que no sabían qué hacer. Sentado frente a nosotros,
escritorio por medio, extendió unos planos. Y digo “extendió” porque los traía
bien enrollados. Ilustraban una ciudad ideal, fabulosa, utópica, que a primera
vista nos resultó muy semejante a un estadio de fútbol, con un campo central de
juego y las tribunas rodeándolo; pero no, las gradas no eran tales, sino escaleras
mecánicas. La habitaban los Baet-Pasangenicanos, una comunidad de individuos
presumiblemente humanos, cuya actividad principal parecía consistir en componer
y recitar o cantar estrofas que decían algo así: “Los Baet-Pasangenicanos somos
esto y aquello; los Baet-Pasangenicanos hacemos así y asá”, etcétera. Lo que
eran o hacían los ilustres Baet-Pasangenicanos no tuvo anclaje en mi memoria,
pero el retintín del nombre me quedó. Y casi cincuenta años después, aquel extraño
tema fue la inspiración para un cuento, que se llamó “Pasangenicanos”,
publicado con seudónimo en la sección de literatura del foro Psicofxp (que
desgraciadamente cerró en Noviembre de 2014). Prometo insertar aquí ese cuento;
y hasta es posible que lo vean impreso en un libro que tengo en preparación._______________________________________________________________
El 20/08/2015 a las 0:23, Roberto Iglesias escribió:
Genial Ricardo:Esas si que han sido experiencias únicas e irrepetibles.Un abrazo. Pipi Iglesias
Gracias, Pipi. Estoy leyendo tu comentario cinco años después... ¡Cómo pasa el tiempo!
ResponderEliminarQuería aclarar algo. La historia que contó aquel individuo sobre los Baet-Pasangenicanos fue sólo la inspiración para mi cuento "Pasangenicanos". Después de verlo publicado, vi que el tema daba más para una novela que para un cuento. No me encuentro cómodo como novelista, al revés de como cuentista. Pero el Concurso de Novelas de Clarín otorgaba jugosos premios, y extendí el cuento a novela. Debí agregarle, obvio, un montón de texto, pero aun así me quedaba corta. Aproveché que por un realmente pequeño ACV estaba internado en observación por una semana en el Hospital de Clínicas de Montevideo para seguir ampliándola. Una vez en casa, la revisé, la imprimí en 3 ejemplares, lo que me tomó unas 400 hojas, y aprovechando un viaje de Susana a Buenos Aires, ella la entregó en Clarín. Supongo que la habrán leído, pero ni una mención honorífica tuve entre unas 500 novelas que participaron del concurso.
Ahora "La Secta de Vichadero" está disponible en Amazon, donde se pueden leer gratis los primeros capítulos, que coinciden en gran parte con lo que Hernán publica en esta entrada. Se puede obtener como e-book o impresa, pero yo todavía no tengo ni una copia, ni en papel ni como e-book, porque últimamente he estado revisando mis libros en Amazon, y cuando los tenga bien prolijitos recién compraré mis propios libros. Los que se encuentran ahí ahora están disponibles, pero les falta una coma por aquí y les sobra otra por allá.. No hay duda: soy perfeccionista.
Saludos a todos, y cuídense cada vez más del COVID 19.