Mi padre y yo: Eitel Lauría, por Eitel Lauría
No me es fácil escribir esto. El deceso de mi padre, el Ing. Eitel H. Lauría, es muy reciente, y tratar de poner en blanco y negro algunos apuntes de su vida me emociona, naturalmente. Pero sucumbo a un pedido de Hernán Huergo. Veamos como resulta...
A lo largo de sus 92 años de vida mi padre fue el arquetipo del profesor universitario de ingeniería, con una dilatada y meritoria carrera que inició en 1948 en la Facultad de Ingeniería de la UBA (FIUBA), como ayudante-alumno de trabajos prácticos.
Yo me crié escuchando sus relatos sobre la Facultad de Ingeniería, cuando mi padre era todavía alumno de la institución. Mis recuerdos de infancia están poblados de referencias a Julio Rey Pastor, Enrique Butty, Juan Blaquier, Humberto Meoli y Luis Delpini, entre otros conspicuos personajes de la Facultad, y a sus amigos y compañeros de estudios, entre ellos Isidoro Marín, Mario Fuschini Mejía, Julio Durán, y Alberto Risolo. Mi padre disfrutaba contando historias. Solía explicar, divertido, que, en 1945, cuando el mundo se desayunaba sobre la importancia de la fisión del átomo y trataba de comprender su significado, un grupo de estudiantes de ingeniería habían usado el nombre de un ordenanza de la Facultad, que oficiaba de pañolero distribuyendo los instrumentos de medición, para publicar un aviso clasificado en el diario [1]. El texto del aviso rezaba: “Vendo protones acelerados”; el nombre de contacto era el del pañolero, y la dirección de contacto era la del viejo edificio de la Facultad ubicado en la Manzana de las Luces.
Mi padre se graduó de Ingeniero Civil con Diploma de Honor en 1949, y en 1956 se hizo cargo de la cátedra de Mecanismos de la FIUBA junto al Ing. Osvaldo Falco, uno de sus grandes amigos. Su labor docente universitaria se extendería por más de cuarenta años, abarcando dos disciplinas -Mecánica Aplicada, e Informática y Computación- y un número de instituciones académicas en Buenos Aires (FIUBA, UTN, ITBA, Escuela Superior Técnica del Ejercito), en las que actuó como profesor y ejerció diversos cargos directivos.
Un detalle histórico interesante es que, al igual que otros pioneros de la informática en la Argentina, mi padre llegó a la computación de manera indirecta. Mi padre era un especialista en engranajes, con trabajos de investigación que combinaban aspectos de mecánica racional y geometría analítica, con los que intentó con éxito darle un marco sistemático al análisis y diseño de engranajes (su trabajo titulado Mecánica Analítica de los Engranajes Helicoidales entre Ejes Alabeados fue muy bien recibido en Francia [2] y le valió el Premio Luis V. Migone, otorgado por el Centro Argentino de Ingenieros al mejor trabajo de ingeniería argentina en el período 1965-1969).
Yo me crié escuchando sus relatos sobre la Facultad de Ingeniería, cuando mi padre era todavía alumno de la institución. Mis recuerdos de infancia están poblados de referencias a Julio Rey Pastor, Enrique Butty, Juan Blaquier, Humberto Meoli y Luis Delpini, entre otros conspicuos personajes de la Facultad, y a sus amigos y compañeros de estudios, entre ellos Isidoro Marín, Mario Fuschini Mejía, Julio Durán, y Alberto Risolo. Mi padre disfrutaba contando historias. Solía explicar, divertido, que, en 1945, cuando el mundo se desayunaba sobre la importancia de la fisión del átomo y trataba de comprender su significado, un grupo de estudiantes de ingeniería habían usado el nombre de un ordenanza de la Facultad, que oficiaba de pañolero distribuyendo los instrumentos de medición, para publicar un aviso clasificado en el diario [1]. El texto del aviso rezaba: “Vendo protones acelerados”; el nombre de contacto era el del pañolero, y la dirección de contacto era la del viejo edificio de la Facultad ubicado en la Manzana de las Luces.
Mecánica Analítica de los Engranajes Helicoidales entre Ejes Alabeados, Ing. Eitel H. Lauría |
Mi padre se graduó de Ingeniero Civil con Diploma de Honor en 1949, y en 1956 se hizo cargo de la cátedra de Mecanismos de la FIUBA junto al Ing. Osvaldo Falco, uno de sus grandes amigos. Su labor docente universitaria se extendería por más de cuarenta años, abarcando dos disciplinas -Mecánica Aplicada, e Informática y Computación- y un número de instituciones académicas en Buenos Aires (FIUBA, UTN, ITBA, Escuela Superior Técnica del Ejercito), en las que actuó como profesor y ejerció diversos cargos directivos.
Premio Luis Migone (clic para ampliar cualquier imagen) |
Un detalle histórico interesante es que, al igual que otros pioneros de la informática en la Argentina, mi padre llegó a la computación de manera indirecta. Mi padre era un especialista en engranajes, con trabajos de investigación que combinaban aspectos de mecánica racional y geometría analítica, con los que intentó con éxito darle un marco sistemático al análisis y diseño de engranajes (su trabajo titulado Mecánica Analítica de los Engranajes Helicoidales entre Ejes Alabeados fue muy bien recibido en Francia [2] y le valió el Premio Luis V. Migone, otorgado por el Centro Argentino de Ingenieros al mejor trabajo de ingeniería argentina en el período 1965-1969).
La naturaleza del cálculo requerida por sus tareas de investigación trascendía las capacidades técnicas de la regla de cálculo y de los ingenios electromecánicos disponibles en la época. Su primer contacto con una computadora fue en CITEFA, en 1963, y el dispositivo era analógico. Un tiempo después,alguien de su entorno le brindó acceso, para procesar sus cálculos de engranajes, a una de las primeras computadoras que trajera IBM (acá necesito ayuda: creo recordar que mi padre corría sus programas en una IBM 1401 que estaba en o cerca de la vidriera del edificio de IBM de Diagonal Norte, pero no tengo absoluta certeza sobre el modelo de computadora y la ubicación de la misma). Fue amor a primera vista: mi padre abrazó a la computación con fervoroso entusiasmo, pero nunca abandonó a los engranajes.
Fragmentos de manuscritos: diagramas y
verificación de cálculo de engranajes |
Curiosamente, años más tarde, mi trabajo de tesis en redes bayesianas me llevó obligadamente a tener que redescubrir la geometría, para satisfacción del "Ingeniero", como acostumbrábamos a referirnos a mi viejo en familia.
Carlos Tomassino ha relatado en detalle como mi padre fue nombrado director organizador del Centro de Cálculo de la UTN Medrano y fue responsable de incorporar una IBM/360 en 1967. Se trataba de la primera computadora de tercera generación instalada en una universidad argentina.Bajo su conducción, el Centro de Cálculo de la UTN concretó una intensa actividad en materia de capacitación y desarrollo, incluyendo la organización de dos congresos de aplicación de la computación a la ciencia y a la ingeniería (1969 y 1971) en los ámbitos argentino y latinoamericano, respectivamente. En el Centro de Cálculo mi padre contó con la valiosa colaboración de los ingenieros Luis M. Frediani, Horacio Biscardi, y su eterno amigo Osvaldo Falco. En esas aguas abrevó Gregory Chaitin [3], que recién llegado de Estados Unidos con escasos 18 o 19 años, ya había hecho contribuciones significativas en el tema de complejidad algorítmica. Mi padre lo apadrinó desde el principio y supo reconocer en Chaitin una mente joven privilegiada con una capacidad de razonamiento abstracto absolutamente superlativa. Su relación derivó en una amistad que se extendió a través de los años.
En 1969 mi padre propuso la creación de la carrera de Analista de Sistemas de la UTN [4], que bajo su responsabilidad se puso en marcha en 1970. Dicha carrera fue la primera en su tipo creada en una universidad nacional, y sirvió de modelo para otras creadas en el país en las décadas del ‘70 y del ‘80.
Mi padre ejerció la dirección del Departamento de Computación de la FIUBA entre 1980 y 1982. Asimismo, fue profesor de Sistemas de Computación en la Escuela Superior Técnica del Ejército General Manuel Savio durante los años 1974 y 1990. Entre 1986 y 1996 fue director del Departamento de Informática del ITBA, actividad que le permitió intervenir en el estudio y organización de la nueva carrera de Ingeniería Informática.
Ser portador del mismo nombre y apellido fue siempre causa de orgullo, pero debo admitir que, especialmente en mis años de alumno de la FIUBA, podía dar lugar a situaciones incómodas. Voy a dar dos ejemplos:
1. En mi primera clase de Electrónica General, uno de los dos mellizos que estaban a cargo de la cátedra toma lista, y cuando llega a mi nombre pregunta: "¿Eitel Lauría? Alguna relación con el titular de Mecanismos?". Yo contesto: "Sí, es mi padre". El profesor replica: "Caramba, es la única materia en la que me bocharon", seguido de un silencio profundo. La historia terminó bien, y yo aprobé la materia con muy buena nota; no sé si era cierto o el profe me estaba cargando, preferí no preguntar más.
2. Abril de 1981, primera teórica de Mecanismos, aula 403 de Paseo Colón. Yo estaba ubicado en una de las gradas del auditorio y se me sienta un alumno al lado. Nos reconocimos de inmediato -los electricistas éramos solamente el 4% de la población de estudiantes, pero ninguno de los dos conocía el apellido del otro. En eso entra mi padre por el pasillo derecho con varios libros bajo el brazo y se aproxima a la tarima para iniciar la clase. Sin aviso, mi compañero de banco espeta: "el pelado éste vendrá a vender libros?". Lo paré en seco: "Flaco, mejor dejalo ahí, el que está en la tarima es mi viejo". Silencio abochornado. Nunca más volví a la teórica, por si acaso. Acordé con mi padre para que me diera clases particulares. Armamos una buena dupla: yo era buen estudiante, mi padre era buen profesor. Salieron como resultado muy buenos apuntes, con unos gráficos primorosos que compartí con algunos de mis compañeros. Aprobé Mecanismos con diez. El Ingeniero estaba contento. Años más tarde, ya egresado y actuando como docente en Computación I, descubrí que mi carpeta se vendía en el boliche de apuntes de la calle Estados Unidos, a tres cuadras de la Facultad.
La hoja de mi libreta de estudiante (yo era el Legajo Nro 47452) correspondiente a Mecanismos. Mi padre por supuesto no corrigió mi examen, pero sí me firmó la libreta.
|
Una de las colaboraciones académicas más entretenidas que tuve con mi padre fue el desarrollo del simulador para su curso de Sistemas de Computación I en la Escuela Superior Técnica. Mi padre había creado en papel una máquina ficticia con un set de instrucciones simple, un acumulador y varios registros. Le propuse que escribiéramos un programa para simular la máquina y de paso verificar los resultados de los ejercicios que preparaba para sus alumnos. Le encantó la idea y nos pusimos a trabajar. La primera versión la escribimos en Fortran por el año 1982, Mario Sackmann en el Centro de Cómputos del 4to piso de Ingeniería me dio una mano con el debugging. En 1983 lo migramos a una Apple II+, para que los alumnos de la Escuela Superior Técnica pudieran correr los programas de manera interactiva -la Escuela tenía un laboratorio de Apple II. Esa versión era más sofisticada: tenía un pequeño editor para escribir los programas y le habíamos agregado la posibilidad de guardar los programas escritos en el set de instrucciones de la máquina ficticia en un floppy disk. Mi padre usó el programa varios años.
Más allá de estas disquisiciones, es evidente que su primer encuentro con la computadora digital le abrió a mi padre un capítulo nuevo y vibrante en su vida profesional: se dio cuenta inmediatamente del gigantesco poder del instrumento y del impacto que la computación como disciplina tendría en la educación, en la ciencia, en la industria y en la sociedad moderna en general. Decidió por lo tanto involucrarse de lleno en la educación universitaria de computación e informática y lo hizo en el momento preciso, cuando estaba casi todo por hacer. Los resultados están a la vista.
Un buen ejemplo de esto fue el Plan 1979 de Análisis de Sistemas en UBA Ingeniería, bien documentado por Pablo Iacub en la publicación “Historia de la Industria Informática Argentina” de CESSI Argentina en 2014 [6]. La FIUBA contaba con una carrera de Analista Universitario de Sistemas de cuatro años, que buscaba formar asistentes informáticos para trabajos de ingeniería. Los dos primeros años de la carrera incluían dibujo técnico, geometría descriptiva, química, física, estabilidad, asignaturas completamente ajenas a la disciplina específica. Mi padre, junto con otros, había interpretado el giro de los acontecimientos en la disciplina: que las computadoras que venían al país se destinaban mayoritariamente al manejo de información de las empresas. Y vislumbró la oportunidad de insertar a la Argentina mundialmente en el desarrollo de software. Según palabras de mi padre ”...pensamos en aquel tiempo que la Argentina podría convertirse en un líder regional del software para empresas ...”.Lo había iniciado en la UTN con la carrera de Analista de Sistemas y comprendió la necesidad del cambio en el programa de la FIUBA.
Transcribo algunos párrafos del documento de CESSI que son ilustrativos:
“Entonces la Facultad decidió crear una Comisión de Plan de Estudios para modificar el Plan de Analista. Esa Comisión estuvo integrada por el Ing. Eitel Lauría, el Ing. Isidoro Marín, el Ing. Guido Vassallo, la Dra. Chiosonne y el Ing. Jorge Saubidet. Trabajaron aproximadamente durante un año. Existía el antecedente que se aprovechó de la carrera de Sistemas de la Universidad Tecnológica Nacional que ya estaba operativa. En la Tecnológica trabajaba también el IngLauría y otros profesores que estaban con él de la Cátedra de Mecanismos del Departamento de Mecánica Aplicada de la Facultad. Por su parte el Ing. Isidoro Marín pertenecía al Departamento de Economía, Organización y Legal de la Facultad y había creado la cátedra de Investigación Operativa. La Dra. Chiosonne era profesora de Matemática y estaba en Análisis Matemático III.
El grupo recabó información del ACM que ya tenía sus conocidos planes de carrera, y también de muchos otros lugares. Se pensó que, si bien la carrera no era típicamente de Ingeniería, dado que ya existía en la Facultad, lo mejor sería preparar un analista que tuviese la buena formación básica que da la Facultad de Ingeniería. Es decir, inculcarle una ‘mentalidad de ingeniero’. Se resolvió que a los fines del Analista no era necesario que cursara las Físicas. Se resolvió también que cuatro años era tiempo suficiente para formarlo. Se quería adoptar un enfoque práctico, no tener al alumno en la Facultad más tiempo del estrictamente necesario para formarlo en la profesión y que se volcara al medio (recordemos que en ese tiempo todas las carreras de Ingeniería eran de 6 años, sin contar el curso de ingreso).
Hubo dos cambios con respecto a la carrera anterior, creo yo, muy importantes: la orientación a gestión, como había visto yo en Francia, y la introducción del Algol como primer lenguaje de programación, como lo había estudiado Guido Vassallo en Essex. También muchos otros contenidos fueron propuestos por Vassallo. Creo que todo eso le dio a la carrera el carácter típico que aún conserva. ...
En suma, emerge una carrera de 4 años, muy densa, pero con una formación muy sólida tanto en programación y computación, como en temas empresariales, donde se aplicaban planes y contenidos de la currícula de ingeniería industrial.
A la vista de los años se puede ver que el emergente de aquel plan fue formar a gran cantidad de fundadores de empresas de productos de software, probablemente la carrera más pródiga en este sentido.”
En el 2007 mi Padre fue galardonado por la Federación Iberoamericana de Ingeniería Mecánica, recibiendo el premio al Personaje Ilustre de la Ingeniería Mecánica Iberoamericana. El acto de entrega debía realizarse como parte del VII Congreso Iberoamericano de Ingeniería Mecánica, a celebrarse en Cusco, Perú el 23 de Octubre. Los organizadores del congreso cometieron algunos errores. El primero de ellos fue pretender premiar a un ingeniero octogenario a 3400 m de altura. Mi padre no pudo asistir -el médico le dijo que, con sus problemas respiratorios, era un ticket de ida. El Ingeniero me pidió por lo tanto que asistiera a la ceremonia y recibiera el premio en su nombre. En cuanto al segundo error, mi email reportando lo acontecido a mis hermanos y mi padre me exime de todo comentario adicional …[1] Creo que en el diario La Nación.
[2] La Societéd’Etudes de L’Industrie de L’Engrenage (luego llamada IET: Institute de L’Engrenage et des Transmissions) publicó su trabajo completo y lo nombró miembro correspondiente en la Argentina. Mi padre participó en varios congresos mundiales organizados por dicha institución, el último de ellos en 1996. Algo que lo enorgullecía era haber podido exponer en francés sin ser vituperado por los franceses; según sus dichos, sus colegas galos quedaron bastante satisfechos(mi padre sonaba bastante mejor en francés que en inglés)
[3] https://en.wikipedia.org/wiki/Gregory_Chaitin
[4] Creo que Carlos Tomassino es el primer egresado de dicha carrera.
[6] http://www.cessi.org.ar/libro-historia.php
(Continúa en Mi padre y yo: Eitel Lauría, por Eitel Lauría (Parte 2 de 2))
Con respecto al pedido de ayuda respecto a la computadora que su padre utilizo en IBM, pienso (en parte, porque yo alterne el uso con el) que el Ing. Lauria utilizo mas bien una IBM 1620 que tambien estaba ubicada en la vidriera donde en aquella epoca procesaba el Service Bureau. Seguramente utilizaba Fortran para realizar sus calculos y el compilador Fortran de la 1401, si bien era muy eficiente, no podia compilar mas de a lo sumo un centenar de instrucciones, mientras que el de la 1620 (maquina diseñada por IBM para equipar universidades pequeñas) tenia mas memoria (20k la de alli) y podia procesar programas de mayor envergadura, ademas de tener la particularidad de poder definir la cantidad de digitos con que se pretendia operar en los calculos.
ResponderEliminarMuchas gracias por la aclaración! Una 1620, claro..
EliminarEitel //