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30/07/2017: Conversando con Arturo Regueiro - 3. Una venta mayor en paños menores


Mis conversaciones con Arturo Regueiro fueron en su casa, de la que sale poco y nada. Un problema muy serio le afectó la vista. Otro problema más serio todavía tuvo que ver con el corazón. Les comento a mis lectores dos cosas de los ojos. La primera cuando me dijo que esperaba con ansias unos lentes que está por sacar Google el año que viene. Apuntados a cualquier texto van a transmitirle el mismo al lector por medio de auriculares. La segunda tuvo lugar cuando al fin de mi primera visita, me acompañó hasta la puerta de salida del edificio. Al salir del ascensor me comentó, pegado a mí: "Por suerte tengo gran memoria visual para moverme. A vos apenas te veo, borroso". Cuando le dije, "Te mando el texto antes de publicarlo para que lo revises", Arturo me contestó, quizás abrumado de antemano por la odisea de leerlo: "Mejor que no, confío en lo que escribas". 

Entenderán los lectores que el tamaño de letra elegido para estas entradas del Blog no es casual.

Como era de esperar, cometí algunos errores, algunos los detecté por mi cuenta, alguno me lo indicó él y están los otros, los que no pude detectar/corregir todavía. Hablé con él y me dijo algo como: "Hay algunas cosas... No te preocupés... La familia lo aprobó".

Las fotos de la familia las conseguí en general de Alejandro, y unas cuantas más están en su Facebook. Si es sabido que para los Dinos es un ser querible como pocos, es evidente que es amado a más no poder por la familia. La mujer Inés, tres hijos, un yerno, dos nueras, el nieto hijo de Claudia, las nietas trillizas hijas de Alejandro, los nietos mellizos hijos de Diego. Un ejército para quererlo, cuidarlo y mimarlo. 


Arturo, Inés y las nietas trillizas: Romina, Camila y Victoria.
Las trillizas tienen hoy 18 años.
Cuando conversaba con él me llamó la atención cómo me relataba su vida. En forma ordenada, con multitud de detalles. Con suspenso, a veces calmando mis preguntas con un "Todavía no llegamos a esa parte". Parecía tener armado y aprendido de memoria el libro de sus memorias, valga la redundancia. Parecía estar esperando a alguien que las escuchara y las escribiera. Un torrente de película, lleno de aventuras y emociones, sin censura. Sabiduría combinada con modestia. Sinceridad de cabo a rabo. Pude disfrutar de un Arturo Regueiro al cien por cien.

Bueno, termino el palabrerío, vamos a un capítulo bien divertido de la historia.

3. Una venta mayor en paños menores

AR: De todas las ventas de 315 importantes no puedo dejar de hablarte de una muy especial, que tiene su razón de ser que te la recuerde, que es la de Pirelli. Carlos Tomassino se pregunta hasta el día de hoy cómo Arturo Regueiro logró vender ese equipo.

Federico Stuhldreher, Carlos Tomassino 
y otros en Pirelli
HH: ¿Como lograste esa venta?

AR: La terminé de conseguir en el probador de casa Martínez.

HH: ¿En el probador de casa Martínez?

AR: Sí. Donde se alquilaban trajes para novios, padrinos, suegros, etc.

HH: ¿Cómo fue que llegaste allí?

AR: No conseguíamos la entrevista con el director general, que tenía un apellido español, no lo recuerdo. Una de las técnicas que yo usaba era hacerme muy amigo de los porteros, de los encargados, de todo el mundo, de las secretarias. Llevarle alguna pavada a una secretaria hacía que ella por lo menos se acordara de vos y te tratara mejor cuando llegabas. En este caso el portero de Pirelli, había hablado varias veces con él, me hice amigo. Un día le digo:

-Uy,  qué desgracia, no puedo conseguir ver a este hombre, no nos recibe.
-Mire, está por salir en el coche que se va a ir a casa Martínez a probar el traje de padrino, se casa la hija. Si lo espera acá seguramente lo va a ver.

Textual, aparece y viene hasta el coche.

-Fulano, fulano, yo quería hablar con usted.
-Bueno, ¡suba!

Y nos fuimos en el coche hasta Casa Martínez.
Él en calzoncillos, y yo dándole los últimos argumentos.
Primero cuento la situación de la venta hasta ese momento, que estaba muy difícil, muy difícil. El competidor Bull estaba muy metido, ya tenía un equipo de tarjetas perforadas en el cliente, de Registro Unitario. También estaba IBM. Estaba tan difícil la decisión que el director general pidió ayuda a Italia. Mandaron a un fulano, supuestamente experto, que estuvo bastante meses para ayudar a tomar la decisión, que todavía no estaba tomada. El italiano era pro IBM. Bueno, en Italia tenían IBM y era lo que conocía. Por eso se hacía difícil y el único que la podía destrabar era el capo este, el director general.
Bueno, ya te digo, en calzoncillos conseguí sacarle el sí. Por favor no me pidan que diga nada de los calzoncillos.

Las conversaciones aquí volcadas tienen alguna edición, es decir, no se vuelcan todas las palabras exactas, sí las suficientes para transmitir lo dicho y respetar el estilo del relator, en este caso Arturo. Pero los lectores que quieran escuchar el relato tal cual no tiene más que hacer clic para escucharlo a AR. Entenderán mejor todo mi palabrerío con el que arranqué esta entrada.
 

Pueden ver el relato de Carlos Tomassino en:
2015.07.22: Carlos Tomassino: La Vidriera (1966)

y también en Museo Informático:
CARLOS TOMASSINO: En la informática, mi historia comienza…

Continúa en Parte 4

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