Conversando con Conrado Estol, Café Martínez |
Al hacer este Conversando con mi gran amigo Conrado Estol (Buenos Aires, 10 de marzo de 1931) me vino a la mente esa frase de Jesús a sus discípulos «los primeros serán los últimos». 'No, cronista, te equivocaste', pensará más de uno, 'la frase es «los últimos serán los primeros»'. No, no me equivoqué, la frase completa según Mateo [20:16-20] fue: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros...».
–Conrado, ¿cuándo fue tu primer contacto con la Computación?
Geniac analog computer
Dimensions: 4 x 16 1/2 x 12 in.
–En realidad, exagerando un poco las cosas, podría decir que mi primer contacto con un computador fue mi compra en New York, donde yo vivía, allá por 1955, de un “juguete” electro mecánico que se llamaba Geniac (en alusión seguramente a Genius y ENIAC, el primer computador totalmente automático). El Geniac tenía unos discos perforados que podían rotar y en cuya parte trasera había contactos que se podían unir de distinta manera mediante cables que llegaban a luces y, por supuesto, a una batería, cerrando el circuito. Esto permitía usar y resolver problemas de lógica Booleana, bastante interesantes, aunque el proceso requería la intervención manual del operador. Rotar cierto disco, por ejemplo, si se prendía cierta luz.
–Naciste en Buenos Aires y se mudaron a EE.UU. ¿Tu padre era Horacio Estol, corresponsal de Clarín en Nueva York, sí?
–Nos mudamos en 1949, yo tenía 18 años. Una aventura de mi padre, periodista, que salió bien. Porque fue recién cuando estuvo allá que le ofrecieron ser corresponsal de Clarín.
–18 años. Por eso hiciste la carrera allá. Ingeniería Aeronáutica. Contame cómo elegiste esa carrera.
–Yo en Buenos Aires navegaba. En CUBA. Por esa época existían unos veleros Colleen. Apareció un libro que se difundió muchísimo, de Manfred Curry, que se llamaba Aerodinámica de la vela. Me fascinó y en ese momento decidí en Buenos Aires seguir Ingeniería Naval. Pero en la Universidad de New York no había Ingeniería Naval. Entonces seguí Aeronáutica, que tiene Aerodinámica como materia. O sea que me anoté en Ingeniería Aeronáutica por mis veleidades de marinero.
De paso te cuento que soy lector devoto de todos los libros de Arturo Pérez Reverte, que siempre que viene lo voy a ver. En una ocasión, en El Ateneo, me dio una charla bárbara y me firmó tres libros. En uno de ellos me puso, “un fuerte abrazo marinero”. Él es gran navegante, se nota justamente en ese libro, Trafalgar.
Jaguar XK Competition |
De noche pasaba las horas en otro gran placer, el ajedrez. El Marshall Chess Club lo tenía como visitante hasta las dos o tres de la mañana. Tenía 21 años cuando en 1952 le ganó al español Arturo Pomar en simultáneas. Arturito tenía entonces 20 pero era gran maestro y campeón de torneos. Un recuerdo inolvidable.
Pero en 1956 todo empezó a cambiar en la vida de nuestro hombre. Una mendocina se cruzó en su camino. Se llamaba Lilina, estaba de visita en lo de una amiga. Se conocieron en forma casual en New York y nunca más se perdieron de vista. Ella había llegado en barco en septiembre y se iba a quedar hasta Navidad. Llegó diciembre y el barco se rompió. No hay indicios ciertos de quién de los dos lo rompió, pero la mendocina se quedó hasta marzo. Para entonces el destino de los dos ya estaba sellado y Conrado era otro. Los amigos del Marshall Chess Club lo vieron desaparecer de golpe, o quizás mejor diría que no lo vieron más. El hombre estaba dedicado a recibirse. Puede que el nuevo Conrado haya perdido algunos de sus antiguos admiradores. Pero pasó a admirarse a sí mismo, porque había conseguido a la mendocina para siempre.
Se casaron en 1957 y si la aparición de Lilina motivó que Conrado se recibiera, el anuncio de que el primer hijo estaba por nacer lo hizo salir corriendo a buscar nuevas oportunidades de trabajo. Estaba encantado con el trabajo que tenía en el laboratorio de la universidad, siempre amó la docencia y siempre fue amado por los alumnos, pero era el momento de aspirar a nuevas cosas. Entró en Curtiss Wright a principios de 1959 y en poco tiempo conoció los secretos clasificados de los primeros aviones de despegue vertical (VTOL, Vertical Take Off and Landing). Conrad, el primer hijo, nació en mayo de ese año en New York.
–Vos te recibiste de ingeniero aeronáutico en Estados Unidos y trabajabas en Curtiss Wright. ¿Por qué volviste a la Argentina? ¿Cómo fue que entraste a IBM?
–Estando en Manhattan todavía, era septiembre de 1960, pero pensando en regresar a Buenos Aires por razones familiares y habiendo ya mandado una carta a IBM Argentina, una noche me llamó a casa un tal Sr. Esmerode, que yo por supuesto no conocía, aunque era el presidente de IBM Argentina.
–¿Sabías que era presidente?
–No, no sabía nada. Había escrito a IBM, no a Benito Esmerode. No había Google en aquellos tiempos. Él se presentó, yo muy sorprendido que me llamara el presidente de la empresa. Charlamos unos minutos.
- Estoy en Nueva York. Su carta nos interesó mucho. ¿Cuándo tiene pensado usted viajar a Buenos Aires?
- En diciembre –yo le dije.
- Bueno, cuando llegue llámeme.
–¿Porqué te querías volver de Estados Unidos?
–Mi suegro murió ese año. Lilina quería volver, para acompañar a la madre. Comentamos esto con mi padre y a él le ofrecen justo una posición muy importante. Había estado en New York 20 años, y le ofrecían volver a Buenos Aires en una posición muy buena y me dijo: “Me puedo volver a Buenos Aires. Aprovechá vos también”. Fue cuando escribí las cartas.
Cuando llegué a Buenos Aires lo llamé a Esmerode y no lo encontré. Estaba de viaje nuevamente. Hablé con el vicepresidente, Ober. Me dijo que me presentara. Como ya comenté alguna vez, el formulario de ingreso lo llené en un escritorio de IBM junto a Gladys Rizzo. Después hubo unos tests psicotécnicos. Entramos 14, curso 4°, febrero de 1961.
Además de Gladys, me acuerdo de Poodts, de Alejandro Pacecca, de Ricardo Forno, del uruguayo Anaya.
La primera 1401 llegó justo al comienzo del curso. Se instaló en la planta baja de IBM Diagonal 933, en la vidriera. Los técnicos la usaban de día. De noche la usábamos nosotros para practicar, bajábamos las cortinas. De contrabando, porque estaba prohibido tener luz eléctrica prendida después de las seis.
–Dijiste en Los inicios de Conrado Estol, que escribiste para el Museo Informático de Manuel Wiaggio y se reproduce en este Blog, que la 1401 hizo “roncha”.
–Recuerdo que ese año se vendieron muchas, yo después me tropezaría con una de ellas. Ya había salido de IBM, me contrataron como consultor para supervisar la instalación en la Junta Nacional de Carnes.
–Volviendo a IBM, ¿qué era el Departamento de Aplicaciones Científicas, dirigido por Gustavo Pollitzer, al que ingresaste luego de terminar el curso?
–Estuve muy poquito tiempo ahí. Gustavo era un tipo muy capaz e inteligente, muy serio. Me acuerdo mucho de Juan Chamero, me caía muy bien. Era rápido, agudo, muy inteligente.
–Estuviste poco tiempo en IBM, de febrero a septiembre de 1961. Pero en el artículo antes citado no explicás adónde te vas y por qué te vas.
–Un día me llama Pepe Guerra y me dice: “Felicitaciones, Conrado, estás designado como Subgerente en la Sucursal Córdoba”. A mí se me cayeron las medias. Primero, Ventas, no me atraía nada, aunque se ganaba mucho más.
–Es curioso, Gladys Rizzo, entrevistada por Pepe Guerra para invitarla a entrar a IBM, casi se levanta para irse cuando le preguntó qué condiciones tenía para Ventas.
–Hubiese sido interesante, pienso, pero a mí en ese momento me cayó como un balde de agua fría. Mi mujer es mendocina. Yo había venido a la Argentina por la madre, que vivía en Mendoza. Mis padres vivían en Buenos Aires. Córdoba no era ni chicha ni limonada. Lilina puso el grito en el cielo: “No, no, Córdoba no”.
–¿Cómo siguió la historia?
–Cuando yo había llegado a Buenos Aires, antes de entrar en IBM, en enero, un amigo de mi padre, Dillon, me trae un recorte chiquito: “la Fuerza Aérea llama a concurso para Asesor en la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales”. Entonces era la CNIE, lo que hoy es la CONAE [Comisión Nacional de Actividades Espaciales], que ahora depende de Presidencia. Yo mandé una carta con mi curriculum. Se hizo el concurso y me ofrecieron el puesto pero yo ya estaba trabajando para IBM, no acepté. Pero ahora, decidido a no ir a Córdoba, llamé a la CNIE. “Enhorabuena”, me dijeron, “usted era la primera elección y todavía no entró nadie que nos convenciera”.
(1909- 1981) |
Entré en la CNIE, éramos muy pocos, el presidente era Teófilo Tabanera, que hoy es el gran prócer. Hice muy buenas migas con él, que era mendocino. El vice era el Comodoro Bosch. Yo era el Jefe del Departamento Técnico.
–Carlos Bosch, ya Brigadier, fue uno de los fundadores del CAECE, en 1967.
–Sí, el mismo, hermano de Horacio Bosch, el físico, también fundador.
Humberto Ciancaglini (1918-2012) |
En la CNIE tuve el gusto de conocer a gente como Humberto Ciancaglini –con quien después compartimos tareas varios años como colegas en el Concejo Académico del ITBA–, y con destacados físicos como Juan Roederer y Horacio Ghielmetti, y también con el muy recordado Casco Vélez.
Y, por supuesto, con un amigo, Carlos Varsavsky, con quien habíamos compartido la misma aula en el Nacional Buenos Aires y más tarde me llamaba y nos juntábamos cuando visitaba Nueva York desde la Universidad de Colorado –donde comenzó estudiando Ingeniería, que luego abandonó– y más tarde desde Harvard –donde se doctoró en Radioastronomía.
También por la CNIE tuve ocasión de entrar en contacto en muchas oportunidades con Manuel Sadosky, ya que usaba muchas veces tiempo de “Clementina” en Ciencias Exactas y yo era el contacto por la CNIE.
Pedro Elías Zadunaisky (1917-2009) |
Recuerdo también mi amistad con una bellísima persona: Pedro Zadunaisky, un astrónomo muy inteligente. Intervino con la CNIE en algún proyecto y nos hicimos muy amigos.
–También leí que conociste a la Fisher, la experta en Lingüística.
–Ah, sí, la ingeniera Fisher, era espectacular. Hablaba no solo el ruso y el español, también inglés, también francés, también alemán. La conocí porque hice con ella un curso de ruso en Exactas, en la Manzana de las Luces. A la CNIE le llegaba material en ruso, revistas técnicas. Yo necesitaba saber ruso para poder traducir los abstracts.
–¿Fuiste a los cursos de Clementina que dio Cicely Popplewell?
–No, a ella la conocí pero no fui a su curso. El curso de Clementina al que fui estuvo a cargo del doctor Prince. Estaba Juan Chamero como otro de los asistentes al curso. Tanto a Juan como a mí nos pareció un curso regular.
–Así que estuviste como CNIE entre los usuarios importantes de Clementina en sus años de apogeo. ¿Cómo era trabajar con la Mercury Ferranti?
–Siempre me impresionó Clementina. Yo había trabajado en Estados Unidos, por Curtiss Wright, en una IBM 704, que era “EL” computador científico de IBM, con hardware para aritmética con punto flotante, donde utilizábamos Fortran. La 704 era un equipo muy superior a la Mercury Ferranti de Ciencias Exactas, pero con un precio alto para la época, unos 2 millones de dólares.
–¡¿Dos millones?! Lo que yo escuché del mismo Sadosky fue que le costó mucho conseguir la aprobación de los 300.000 dólares que salió la Mercury.
–Yo usaba la 704 para un proyecto secreto de la Fuerza Aérea de los EE.UU., el diseño y desarrollo de un avión de despegue vertical, VTOL (Vertical Take Off and Landing). La hora de Service IBM de tiempo de máquina 704 salía 500 dólares en el turno noche (unos 5.000 al día de hoy). De manera que una mala estimación podía originar que no se convergiera a una solución o que la solución se obtuviese después de toda una noche de procesamiento…El costo, en ese caso, podía ser del orden de los ¡50.000 dólares de hoy! Como decían los “amigos” de computación: “Si estimás mal más de un par de noches te cuesta el empleo”. Por suerte no me echaron.
–Está claro que la Mercury Ferranti era mucho menos poderosa que la IBM 704 que habías usado en EE.UU.
–Era muy modesta en comparación. El ingreso de datos de la Mercury era con cinta perforada, en la 704 era con tarjetas perforadas o con cinta magnética. Clementina usaba válvulas, la 704 usaba memoria de núcleos. Otra gran ventaja de la 704 era el Fortran, la primera computadora de IBM en ofrecerlo.
–¿Cuántos años estuviste en la CNIE?
–Yo entré como personal contratado, y año a año debía renovar el contrato. Cada año eran discusiones a muerte: “Usted pretende ganar más que un Comodoro”. “No es que quiera ganar más, me parece que los Comodoros ganan muy poco”.
–En IBM trabajaste apenas ocho meses, te fuiste por un error de Pepe Guerra, a mi juicio.
–Con el tiempo me arrepentí de haberme ido. Cuando dos años después visitaba IBM, donde había hecho muchos amigos, veía que la gente con la que yo podía equipararme les iba muy bien y hacían actividades interesantes. Yo tenía mis luchas por mis contratos anuales y había dejado una empresa en la que pagaban bien.Aunque el puesto en la CNIE le dio algunas satisfacciones propias de las celebridades. Cuando vino el famoso Wernher Von Braun a la Argentina, 1964, la foto de la reunión que tuvo con el presidente Illia lo muestra acompañado de un joven de 33 años, Conrado J. Estol, que no sólo oficiaba de segundo de Tabanera sino que era el intérprete perfecto para las partes. El jefe mendocino apenas aparece a la derecha de la foto.
–En la CNIE seguí part time a partir de 1965 y la dejé definitivamente en 1970. Empecé a trabajar como consultor, contratado por Bruce Payne & Associates. Uno de mis primeros trabajos fue la supervisión de la instalación de la 1401 en la Junta Nacional de Carnes que antes mencioné.
También trabajé para otra empresa de los mismos dueños, Executives, de búsqueda de personal, a cargo de la implementación de un sistema –creo que el primero de su tipo en la Argentina– que seleccionaba candidatos por computador desde una base de datos que tenía la empresa y que pasamos a cinta magnética y se procesaba en una 1401.
Telecataplum, el programa cómico más visto en la televisión argentino (1965-1970), con elenco uruguayo encabezado por Ricardo Espalter, al centro |
La presentación de este “nuevo” sistema se hizo en un muy conocido local nocturno, ubicado por Córdoba y Suipacha, del cual no me acuerdo el nombre, con todo un “show” montado por Telecataplum, los cómicos uruguayos famosos en la época.
–¿En qué año fue esto?
–Sería mediados de los 60.
Bull GE 115 |
Otro proyecto que me trae gratos recuerdos, ya como consultor independiente, fue el apoyo en la implementación de una Bull GE 115 en el Instituto Nacional de Vitivinicultura. Allí me pidieron que hiciera el informe más extraño e innecesario de mi vida: ¡la justificación de por qué era mejor que el sistema operativo estuviese en disco y no en cinta magnética! ¡Elemental, Watson!
Excelente nota!!!
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