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2017.01.24: Claudio Di Véroli: Anécdotas VII - La base de datos de Marketing (¡con todos sus backups!) se pierde ... y se recupera ...


El tema de fallas en backups de cinta ha sido comentado por distinguidos Dinos/as en este blog. He aquí otra anécdota al respecto.

Pero antes de la historia en cuestión, permítaseme una digresión. Allá por 1975 tuve el honor de pasar un día en la Universidad de Sussex (Inglaterra) con el Prof. Patrick Rivett: el mismo que durante la 2da. Guerra Mundial acuñó el término "Operations Research" o Investigación Operativa. Rivett me regaló en la ocasión un ejemplar de su reciente libro "Principles of Model Building" (Wiley 1972), donde opinaba algo que entonces era una novedad: que en la implementación en organizaciones (y esto es válido para cualquier sistema informático obviamente) la mayoría de los fracasos NO se deben a fallas técnicas, sino organizativas. Y esto vale obviamente para la anécdota que paso a contarles.
¡Te acordás hermano, qué tiempos aquéllos ...!
Para la Base de Datos de Marketing que mencioné en mi Anédcota VI, implementada en 1984, cada tres meses el sistema producía dos abultadísimos listados completos con toda la información. Un listado contenía los datos de la empresa, y el otro los de las empresas competidoras. Un año más tarde en 1985: "¿Claudio, para qué queremos estos mamotretos juntando tierra? ¡Cada usuario consulta al sistema desde la terminal en su escritorio!".

A todo esto, y como se estilaba en la operación de computadoras centrales, los sistemas tenían backup diario a cinta magnética, seguido del "restore" que, (como recuerda cualquier Dino), era la mecánica de la época para defragmentar archivos en disco. Como backup para desastres se guardaba además una cinta mensual, y en otro edificio, una cinta anual. Realmente a prueba de desastres ... ¡o eso creían!

Ocurrió así que un día algo falló, y tras el "restore", sin indicio de error alguno en la operación, la base de datos de la competencia quedó totalmente corrompida. Peor aún, ¡nadie lo notó!, porque aunque la base de datos de la empresa se usaba a diario, la de la competencia sólo se consultaba para estudios de análisis competitivo, que a menudo no se realizaban por varios meses. Para cuando se dieron cuenta a inicios de 1986, la base de datos corrompida había sido transferida a todos los backups.

El Gerente de Marketing me vino a ver desesperado, y le contesté con una gran sonrisa: "¿Viste para qué sirven los listados?".

Se reingresaron todos datos a partir del último listado, y en menos de un mes la base de datos de la competencia estuvo funcionando nuevamente.

Y en Sistemas procedieron a incluir la sencilla pero necesaria "verificación de usuario" en sus procedimientos de backup ...

2017.01.07: Eduardo Vila Echagüe: La Legión Extranjera

[Capítulo 13 de La Informática y yo]

La Legión Extranjera



El camino desde Mendoza hasta las Cuevas, en la frontera con Chile, es maravilloso. El río Mendoza, las montañas multicolores, el inmenso valle de Uspallata en medio de la Cordillera, las siluetas de los Penitentes, el Puente del Inca y por último el imponente Aconcagua a la derecha del camino. Los trámites en Policía Internacional me hicieron volver a la realidad. Para cruzar había dos alternativas. Subir hasta el Cristo Redentor, a 4.000 metros de altura, o utilizar el túnel ferroviario, a 'sólo' 3.200 metros. No me atreví a pasar por el Cristo con mi viejo Peugeot cargado con todo mi equipaje, así que opté por lo segundo. Una verdadera experiencia, algo terrorífica.

En aquella época el túnel era el mismo que se había inaugurado en 1910.
Ferrocarril Transandino
Medía algo más de 3 km., contaba con una sola vía y hasta donde recuerdo casi no estaba iluminado. El tránsito se alternaba entre una y otra dirección, siempre y cuando no pasara el tren. Los autos circulaban poniendo una rueda a cada lado de uno de los rieles. El piso era de tierra apisonada, del techo colgaban enormes estalactitas de hielo. Uno rezaba para que de pronto no te apareciera el tren de frente. Hacia la mitad veías en la pared una marca que indicaba el límite entre los países, rodeado de imágenes de las respectivas banderas. Finalmente, como decía Samoré, se veía la luz al final del túnel y salías a un nuevo país.


Más trámites y luego un abrupto descenso por los caracoles de Portillo, un centro de esquí que ya mencioné en un capítulo anterior. Ahora seguíamos el río Aconcagua, que nos condujo a la ciudad de Los Andes. Viramos hacia el sur y directo a Santiago, pasando por la cuesta Chacabuco donde se dio el primer combate del Ejército Libertador. Lo primero que me llamó la atención es que en Chile hacia donde dirijas la vista siempre verás un cerro al fondo. Nada que ver con los monótonos 1.000 kilómetros que había recorrido días antes a través de mis queridas pampas.

Entrar a una ciudad desconocida en horario de oficina y sin GPS es toda una hazaña. Finalmente logré llegar a mi hotel en la calle Monjitas, en el centro de la ciudad. Al día siguiente me presenté en la IBM que estaba situada en la calle Agustinas, a pocas cuadras del hotel. Allí me informé de la distribución del contingente que estaba llegando del extranjero. Dos irían a la Sucursal Valparaíso, el puerto principal de Chile, a dos horas de Santiago. Uno atendería Concepción, la segunda ciudad del país. Dos a la escuela IBM, a hacer lo mismo que yo había hecho 6 años atrás. Un grupo grande fue al Centro de Instalaciones, a cargo de instalar los nuevos sistemas. Yo quedé en el Centro de Soporte, lo mismo que en Argentina, con un par de colegas chilenos.


Plaza de la Constitución frente a La Moneda
Mi oficina quedaba en el octavo piso, mirando a la Plaza de la Constitución, la que en esa época era usada como playa de estacionamiento. Del otro lado de la Plaza se veía el edificio de La Moneda, de fines del siglo XVIII, que funciona como Palacio de Gobierno. Allí se había suicidado el Presidente Allende el 11 de septiembre de 1973, con la metralleta que le había regalado Fidel Castro. En el techo de mi oficina había unos hoyos. Cuando pregunté me dijeron que en los edificios que rodeaban la plaza se habían parapetado francotiradores, por lo que los soldados habían debido disparar preventivamente contra las ventanas sospechosas. 

En marzo de 1975 el toque de queda comenzaba a las 11 de la noche, si no me equivoco. Para un grupo de argentinos acostumbrado a la bohemia de Buenos Aires esto era un cambio sustancial en sus hábitos de vida. El toque de queda no era broma. En la noche se oían tiroteos con frecuencia. Es que el gobierno socialista había distribuido gran cantidad de armamentos provenientes de Cuba entre sus partidarios y había quienes estaban dispuestos a usarlos. Alguno de mis compañeros se pasó de la hora y tuvo que detenerse ante un control militar, donde recibieron un trato cortés pero severo, advirtiéndoles que no volvieran a repetir la gracia, so pena de...

Uno podría pensar que los colegas chilenos estarían molestos con esta situación, pero salvo un par de excepciones estaban todos felices. Habían sufrido 3 años de penurias e incertidumbre en medio de un clima de odio exacerbado. No parecían muy preocupados por la suerte de los integrantes del bando derrotado, quizás recordando lo que aquellos cantaban cuando aún eran gobierno — momios al paredón y momias al colchón — donde el apelativo de momio, tradicionalmente aplicado a la clase alta, en este caso se refería a todos los opositores a su revolución socialista.

Naturalmente que la llegada de una veintena de ingenieros de sistemas argentinos fue un terremoto para la disminuida organización de IBM de Chile. El chileno en el ambiente profesional suele ser muy sobrio en sus expresiones, por lo que el estilo exuberante de algunos de los recién llegados los sorprendía y descolocaba. Jamás verías a un chileno diciendo palabrotas a un colega, práctica que no era inusual en la IBM argentina, aún entre ejecutivos de alto nivel, sin que por eso se generaran resentimientos ulteriores. Si los chilenos dicen ser los ingleses de Sudamérica, nosotros seríamos más bien los italianos.

Por un lado algunos de los recién llegados querían aprovecharse al máximo de los beneficios que nos daba IBM. Por el otro, había gerentes locales que intentaban restringirlos todo lo posible. La cosa llegó al límite cuando nos enteramos de que los empleados chilenos recibían a mitad de mes un pago adicional, conocido como 'pollo', como compensación por la desvalorización de la moneda. Su valor oscilaba entre medio y un sueldo completo, por lo que no era en absoluto despreciable. Como consecuencia de nuestros reclamos tuvieron que venir dos altos ejecutivos de IBM Argentina, los que finalmente lograron que también nosotros recibiéramos los famosos 'pollos'.

Para protegerse de la inflación al comienzo los argentinos trataban de convertir sus sueldos a dólares lo más rápido posible. Como había control de cambios, la única forma de hacerlo era en el mercado negro. En la oficina nos recomendaron un caballero con el que los empleados habitualmente operaban. Nos llamó la atención verlo llegar sin ningún maletín, pero aún más cuando empezó a sacar los rollos de billetes de entre su ropa interior. ¡No siempre es verdad aquello de que el dinero no tiene olor!

Con el correr de los meses vimos que la inflación bajaba, el toque de queda empezaba cada vez más tarde, los tiroteos nocturnos disminuían y la vida se iba normalizando. Por otro lado las noticias que nos llegaban desde Argentina mostraban que la situación allí empeoraba día a día. Después de todo habíamos tomado una buen decisión. Se vivía muy bien en Santiago en aquellos años, había poco tránsito, se llegaba rápido a la oficina, los fines de semana tenías la playa a menos de dos horas y la nieve aún más cerca y la mayoría había alquilado casas más grandes y cómodas que los departamentos en que vivían en su ciudad de origen. Seguramente hoy todos los de aquel grupo recuerdan su paso por Chile como una época dorada.

2017.01.06: Miguel Kurlat: Operadores eran los de antes

Yo trabajaba en Acindar, era parte del equipo de sistemas, aunque no formalmente, pero en vacaciones me quedaba a cargo. Era en los años setenta y tantos.

En esta época los operadores eran importantes: ponían cintas, discos, cambiaban las cadenas de impresión de las “line printers” cargaban las tarjetas. Era trabajo intenso.
Sabían en que parte del proceso andaba un programa con solo mirar cómo se movían las cintas.

Uno de ellos era un buen operador, voluntarioso y laburador al cual aún hoy le veo la cara pero no le pongo nombre.

Teníamos discos removibles de IBM, creo que los 2314. Un día durante un proceso, le dio data check un disco. Razonó nuestro operador que se trataba de una cabeza lectora con problemas. Y con gran diligencia decidió cambiar el disco de eje. Nuevo data check: qué barbaridad, pensó y siguió el proceso de cambio hasta arruinar las cabezas de los 4 ejes: era el disco que estaba dañado y dañó todas las cabezas……

Los detalles del gran despelote que siguió no los recuerdo, solo que el intrépido operador recibió una no-felicitación.



2017.01.05: Claudio Di Véroli: Anécdotas VI - Marketing implementa novedosa Base de Datos ... ¡para sorpresa del Vice-Presidente!

Claudio en pub de Dublin
Hasta los años 80 en esta gran empresa petrolera se llevaban por computadora stocks y ventas. Toda la restante información sobre la estructura comercial (propia y de la competencia) se hallaba en carpetas que ocupaban varias oficinas; para hacer cualquier estudio de marketing se volvían locos revolviendo papeles. En Marketing era mi responsabilidad el nexo con Sistemas, y un día a fines de 1983 el Gerente de Planificación Comercial me vino a pedir si no se podía computarizar todo ese papelerío integrándolo con la demás información comercial.

No había presupuesto para gastos, pero yo acababa de asistir a un curso sobre ANSWER/DB, que se acababa de instalar en la computadora central, y con gusto me hice tiempo para diseñar la Base de Datos, el vuelco de la información y demás. Tenía yo excelente relación con los jefes de Sistemas, donde un par de programadores extraoficialmente pusieron mano a la obra quedándose fuera de hora durante algunos meses, y en 1984 el sistema estuvo funcionando.
Base de datos de marketing, diagrama de procesos, 1984
Mientras esto ocurría, el Vice-Presidente de Marketing (VPM) se había ausentado por dos años para una asignación en el exterior. Al tiempo de su regreso, un día Planificación Comercial le presentó con orgullo la Base de Datos de Marketing (yo no asistí: me lo contaron).
Pero claro, el VPM no salía de su asombro:
"¡Este proyecto nunca estuvo en el Plan de Sistemas de la empresa!" ["Esteee ... No, señor."]
"¿Qué vice-presidente lo autorizó?" ["Eeehm ... Ninguno, señor."]
"¿De dónde salió el presupuesto para realizarlo?" ["No hubo ni presupuesto ni gastos, señor."]
"¡Pero bueno, alguien tiene que haber llevado este proyecto a cabo!"
Fue así como el VPM me comunicó su satisfacción ... casi tres años después de la implementación.
¡Mejor tarde que nunca! Es uno de muchos episodios que muestra que esta empresa estaba muy lejos de ser un buen lugar para hacer carrera por méritos . . .

Esta anécdota sirve como "primera parte" de la Anécdota VII.

(O sea que, como decía al final de las historietas, "¡continuará!")

2017.01.02: Luis Pees Labori: CARLOS ALBERTO FLORENTINO (R.I.P.)

Hoy, 2 de enero, pensaba ir a verlo al Centro de Cuidados Paliativos, cuando me avisaron que a las 2 a.m. había partido.



Quienes lo hayan conocido en su faz laboral, y especialmente los Dinos/as que pudieron disfrutar su última función artística en un almuerzo donde nos recomendó "No te hagas nunca un chequeo", sabrán valorar la pérdida de un gran profesional, y en mi caso de un gran y querido amigo.

abrazos

luis péés labory