Cuando dejó de funcionar Clementina en
Exactas se hizo un convenio con Ingeniería para procesar los trabajos prácticos
de los alumnos de la carrera de Computador Científico (cómo en la época no
estaba de moda el tema de la discriminación sexual no había título de
Computadora Cientifica!, creo).
Los trabajos se recibían en Exactas, se
armaban las cajas de tarjetas y aparecía el problema de llevarlas a
Ingeniería, procesar y regresar, en horario estricto para no perder el block
time. Los pocos
que teníamos coche disponible y lo prestábamos teníamos Citroën
2CV y 3CV, una de cuyas características es que la llave de encendido es
cortita, decorativa casi y muchísimas veces se ponían en marcha con llaves de
otro Citroën.
En los apuros por llegar, a veces el que
estaba encargado ese día tomaba la llave y dejaba un papelito informativo al
dueño.
Una de las veces que me tocó a mí, salí
rápidamente y partí raudamente a Ingeniería.
Al regresar, policía y otra de las personas
conocidas gesticulando como loco porque le habían robado el coche. Yo
estacioné, y estaba llevando las cajas cuando me veo rodeado… había tomado otro
Citroën gris y el dueño había hecho la denuncia por robo…
Me había parecido que tenía algunas cosas
distintas, pero estaba pensando en otras cosas…
Ricardo dijo...
Me hiciste acordar de que mi primer auto fue un Citroën 2CV que le compré a la que entonces era la novia de Antonito Cavallari. No sabía manejar y (ya lo conté antes) lo llevé inconscientemente a través de la ciudad de Buenos Aires sin tener registro y conociendo apenas los cambios.
Me había casado poco antes. Un día llegué a Diagonal Norte 933 vestido con una camisa a cuadritos (en aquel entonces era de rigor la camisa blanca), trabajé unas horas y dije: "Tengo que ir a casarme". Siempre odié las ceremonias y las fiestas de lo que fuera, así que en el casamiento estaban sólo mi padre, mi hermana y el juez, aparte de nosotros. Al día siguiente volví al trabajo. El viaje de bodas quedó para unos meses después.
Me había casado poco antes. Un día llegué a Diagonal Norte 933 vestido con una camisa a cuadritos (en aquel entonces era de rigor la camisa blanca), trabajé unas horas y dije: "Tengo que ir a casarme". Siempre odié las ceremonias y las fiestas de lo que fuera, así que en el casamiento estaban sólo mi padre, mi hermana y el juez, aparte de nosotros. Al día siguiente volví al trabajo. El viaje de bodas quedó para unos meses después.
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