Autor del Blog: HERNÁN HUERGO

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12/01/2020: Mariana Delbue: Clementina: el sueño de Manuel

La Ferranti

Mariana Delbue
La primera vez que oímos hablar de Clementina no se llamaba todavía así, era "la Ferranti" o "la Mercury", y no había emprendido aún el viaje desde Inglaterra hacia estas pampas. Se llamó Clementina recién después que alguien la programó para tocar la famosa melodía.

En esa época no había computadores científicos ni computación científica, no teníamos muy claro el concepto de programación y las cuentas se hacían con calculadora (Fate hacia unas buenísimas) o con mamotretos como la Friden o la Marchand (que eran más para contadores); los ingenieros todavía usaban regla de cálculo. Y así resolvíamos ejercicios de Física I como por ejemplo calcular la velocidad y la trayectoria de un cohete para que se escape de la gravedad de la Tierra.

Hasta que Manuel Sadosky decidió que en la Argentina tenía que haber una computadora y que el país necesitaba entrenar gente para esta nueva era que él veía venir. Esto es varios años antes que Watson, el presidente de IBM, predijera que con 5 de sus computadoras se iban a poder realizar todos los cálculos que el mundo iba a necesitar hasta el fin de los tiempos.

Manuel hizo frente a todos los obstáculos: el enorme costo (decían que 5 millones de dólares o peor, de libras--no era cierto), la incomprensión de la mayoría de las autoridades ("toda esa plata para un montón de fierros, y para hacer cuentas"), la falta de cuadros entrenados (mandó gente a entrenar a Inglaterra), la imposibilidad de asegurarla, ya que hubo que instalarla en la esquina del Pabellón I de Exactas que estaba directamente bajo la línea de aterrizaje de los aviones en Aeroparque y las empresas aseguradoras aseguraban que tarde o temprano se le iba a estrellar un avión encima.

De hecho, la noche de la inauguración de Clementina se cayó un avión de Austral que venía de Córdoba a menos de 1Km de distancia, en la Av. Figueroa Alcorta, y no hubo sobrevivientes. Tal fue el desastre que los equipos de TV que habían venido a transmitir la ceremonia de inauguración se fueron a cubrir el accidente.

Y así nació el Instituto de Cálculo, que fue un semillero maravilloso de informáticos durante los años 60.

El Instituto de Cálculo

Es difícil explicar la sensación que daba entrar al "sancta sanctorum" del Instituto, la sala de Clementina.

Era como la catedral del mundo futuro, un enorme salón blanco, el aire casi helado, con una plataforma de unos 20 m. de largo, 2 m. de ancho y unos 60 cm. de altura, y arriba, ELLA, compuesta de 2 hileras de gabinetes metálicos de un color rosado- violeta pálido.

En esa época no era común el aire acondicionado (la mayoría de los cines no lo tenían) pero como Clementina generaba muchísimo calor con sus miles de válvulas y sus kilómetros de cables, era indispensable enfriarla.

Entrar a la sala de Clementina producía una sensación de frío polar y de respeto un poco religioso mezclado con algo de magia. Necesitaba una tripulación permanente de mantenimiento, a cada rato se quemaba alguna válvula.

Nunca la vimos con todos sus gabinetes cerrados, siempre había alguien arreglando algo, parecían abejas obreras alrededor de la abeja reina o sacerdotes de una religión extraña alrededor de su altar.

Los programas se hacían en unos tableros rectangulares, conectando pares de agujeros con cables y luego de probarlos se almacenaban en cinta de papel, que tenía 5 espacios de ancho (o sea podía almacenar 25 = 32 caracteres) y una hilera de agujeros chicos entre el 2do. y 3er. espacio para tracción.

Los programas eran rollitos de esta cinta, recuerdo ver miles de estos rollitos en los cuartitos de los sacerdotes de Clementina (en Exactas la gente no tenía oficina, tenía "cuartito"). Todavía no distinguíamos entre "los de hardware" y "los de software", todos hacían un poco de todo.

Para los datos de entrada y de salida se utilizaba la misma cinta de 5 perforaciones, Clementina tenia 4K de memoria….. y nos parecía una enormidad. Los programadores viejos aún tenemos pegada esa costumbre de ahorrar memoria (y disco, pero eso es mucho después).

En la siguiente etapa tecnológica, cuando vinieron las tarjetas Hollerith de 80 columnas (las de IBM, que mucho después usó el PRODE), los programas y los datos se guardaban en cajones especialmente diseñados de 1m de largo con enormes mazos de estas tarjetas.

Recién en los 70s con la cinta magnética pudimos grabar y editar los programas de una manera un poco más humana: imaginen tener que reemplazar tres sentencias (tres tarjetas) en un cajón con 15,000 tarjetas. Y ni hablar de la cinta de papel, había que re-perforar toda la cinta o cambiar el pedazo que contenía el error con unos aparatitos que se parecían mucho a los "splicers" que usaban los editores de cine.

Mi hermano Billy

Mariana y Billy Delbue (1964)
Mi hermano Billy (Guillermo) se hizo físico un poco por casualidad, él en realidad había entrado a Exactas a estudiar química, empujado por un abuelo que necesitaba un químico para su fábrica, pero ya en el curso de ingreso (que así se llamaba entonces el CBC) se "pasó" a física.

Había sido el estudiante más joven que entró a la facultad; a los 14 años se puso los pantalones largos para ir a inscribirse. Esto en aquel tiempo era todo un rito para los varones, como era para las mujeres usar medias largas, y me pidió que lo acompañara porque le daba miedo ir solo (yo tenía 12 y todavía usaba zoquetes). Billy se recibió en tiempo récord y a los 18 años ya era físico.

Le encantaba la electrónica, de chico vivía con un soldador en la mano, hacía radios y las dejaba tiradas por toda la casa, sin molestarse en ponerles una carcaza. Todos los amigos tenían radios desnudas de regalo, que en aquella época, antes de la TV, no era cosa de despreciar.

Para cuando Billy se recibió, en el 58, en Exactas reinaba un fuerte sesgo hacia lo teórico: para ser considerado un físico "serio" había que ser particulista, nuclear o astrofísico; a los aplicados, y especialmente a los electrónicos, los llamaban "físicos de enchufe".

Nos pasaba algo parecido a los matemáticos, recuerdo que al momento de elegir mi cuarta materia optativa (ya había hecho las tres Físicas elementales) quise hacer Mecánica II (Fluidos) y el Departamento de Matemáticas no aceptó mi pedido porque "eran demasiadas físicas". Finalmente me permitieron cursarla gracias a la intervención del Dr. Alberto González Domínguez (va mi agradecimiento para Don Alberto).

A Billy le gustaban sin remedio las válvulas, los osciloscopios y la electrónica, trabajaba en el laboratorio de microondas de la facultad, rodeado de una maraña de cables y pantallas con sinusoides y curvas de lissajous, de modo que rápidamente se ganó el título despectivo de físico de enchufe.

Cuando apareció Clementina fue para él una cuestión de amor a primera vista, inmediatamente se anotó en el grupo de abejas obreras y se pasaba la vida alrededor de ELLA.

El Censo de 1960

Mientras tanto se hizo el Censo decenal de 1960 y nuestros burócratas, aún sabiendo que la única computadora que tenía el país funcionaba a cinta de papel, habían hecho perforar los datos del censo en tarjetas Hollerith (las de IBM).

Pensándolo bien (....o quizás mal), podríamos ver aquí una de las primeras intervenciones de IBM en las decisiones informáticas de nuestro sector público, una larga historia que culminó en la década del 90 con el escándalo del Banco Nación.

Aunque en realidad, las tarjetas Hollerith que vendía IBM, que se usaban con las primeras computadoras y las tabuladoras que también vendía IBM, ya eran casi un stándard mundial, pero nuestra Clementina no las podía leer.


El Conversor al Revés

Así las cosas, con el Censo en tarjetas y nuestra única computadora leyendo cinta, alguna mente brillante tuvo la idea de convertir las tarjetas a cinta de papel, y ahí mismo se juntaron un equipo de físicos de enchufe, entre ellos Billy, armados con portaminas de 0.5mm para diseñar y soldador en ristre para armar el Conversor de tarjeta de 80 columnas a cinta de 5 perforaciones.

Fueron meses de prueba y error y noches sin dormir hasta que el aparato vio la luz. Era un rack del tamaño de una heladera mediana lleno de cables y válvulas que hacía un zumbido parecido al de una colmena....y por supuesto, no tenía carcaza ni gabinete.

A nadie se le ocurrió que por lo general se convierte hacia adelante en el tiempo, para aprovechar datos almacenados en una tecnología anterior con una tecnología más moderna, de modo que lo que habían armado era un Conversor al revés, que iba de una tecnología más nueva a una más vieja.

Pero para el Instituto de Cálculo era muy importante que Clementina procesara el Censo del 60.

El proyecto fue ejemplar en su prolijidad, se conservaron los planos y la documentación técnica, y hasta se hicieron manuales de uso, tal vez con la idea de compartir el Conversor con otras instalaciones de Ferranti en el mundo ( serían unas 5 a 7 a lo sumo), lo cierto es que cuando el armatoste finalmente funcionó era el orgullo del Instituto.

El Golpe y la Noche de los Bastones

Entonces vino el golpe de Onganía, la gente de Exactas nos enteramos que no gozábamos del beneplácito del nuevo régimen, y que además, éramos "subversivos"-- la palabra todavía era nueva.

Y sucedió la noche de los bastones largos, que significó la mutilación de nuestra ciencia y tecnología por décadas.

Los profesores fueron apaleados por la policía y se fueron masivamente del país, a fundar escuelas de física y de matemáticas por todo el mundo … las nuevas autoridades descabezaron (y eventualmente cerraron) el Instituto de Cálculo (el más subversivo de todos) y durante años se sintió en el país la escasez de informáticos en las empresas, en el sector público y en la educación.

Esto era una década antes del proceso, y afortunadamente los profesores pudieron escapar con vida, pero el Conversor no se pudo escapar. Vaya uno a saber qué cosa pensaban los milicos que estaban apaleando cuando lo hicieron trizas aquella noche y quemaron la documentación y los manuales.

Tal vez, en en su inmensa estupidez, imaginaron que era algún diabólico aparato  de guerra (o un "arma de destrucción masiva"?) con el que los subversivos de Exactas planeaban derrocar al nuevo régimen.

Y el Censo del 60 siguió sin procesar unos cuantos años mas..... Ah, me olvidaba: esto no es un cuento.

14 comentarios:

  1. Como muchos saben empecé a trabajar con Sadosky a fines de 1959 como Secretario (más bien pinche) de la Sociedad Argentina de Cálculo, así que fui testigo del proceso que culminó con la compra de la Ferranti-Mercury, a pesar de la oposición de Bernardo Houssay (tanto Manuel como Rolando García tuvieron mucha muñeca política para concretar la operación). Manuel mandó a Inglaterra a esos grandes amigos que fueron Oscar Matiussi y Jonás Paiuk para aprender todo lo relativo al hardware (con ellos seguí en contacto hasta sus fallecimientos).
    Discrepo con eso que decís "Los programas se hacían en unos tableros rectangulares, conectando pares de agujeros con cables", pues programábamos con lápiz y papel, tipeando luego el código en una teletipo para producir la cinta perforada que leía la máquina (cuando un programa estaba "santificado" lo copiábamos en una cinta parafinada inglesa, resistente a la humedad (flor de backup!)). Y a programar aprendimos con la profesora Cicely Poppewell de la Universidad de Manchester quien - a pesar de que nos hicimos amigos - ni mencionó que venía de trabajar con Alan Turing. Recuerdo que en ese primer curso esta Angió, Pereyra, Cecilia Berdichevsky, etc. Luego Manuel trajo a Ernesto García Camarero por sugerencia de Julio Rey Pastor, quien ejerció una enorme influencia en la formación de gente. Ernesto es un amigo y hasta hicimos juntos un paper sobre machine learning en 1965.
    Al retornar la democracia en 1983 el decano de Exactas me nombró director del Instituto de Cálculo "residual". Encontré en la sala vecina adonde estaba la Clementina planos por el piso, todos sucios, de por ejemplo los lectores de cintas. Unos años después, trabajando como gerente de FATE Electrónica,vi en Japón a la primera computadora electrónica hecha en ese país, del mismo año que la Clementina, pero con la diferencia de que estaba impecable y funcionaba perfectamente.

    Lo que se le atribuye a Watson no está bien documentado (ver https://en.wikipedia.org/wiki/Thomas_J._Watson). También se le atribuye a Bill Gates lo de los 640K pero https://www.computerworld.com/article/2534312/the--640k--quote-won-t-go-away----but-did-gates-really-say-it-.html

    En el grupo de DINOS y DINAS hay gente con gran experiencia en estos temas y seguramente podrán opinar con mucho fundamento

    Saludos

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    1. Hugo escribe: Discrepo con eso que decís "Los programas se hacían en unos tableros rectangulares, conectando pares de agujeros con cables",

      Puede que en ese detalle se diferenciaran los de hardware y los de software. Puede que los de hardware usaran tablero para hacer pruebas, mientras los de software perforábamos cinta (corrigiendo usando cinta o en el peor de los casos "reponiendo" agujeritos).

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    2. Con respecto a como programaban a Clementina, no quiero discutir, todo lo que tengo como evidencia son los recuerdos de mi hermano Billy, que murio en 2002, y que fue uno de los que la instalaron, en …. 1960-61? En esa epoca yo estaba cursando la carrera y ni pensaba devenir informatica… Billy me contaba que cuando recien empezaban a usar a Clementina, el programaba conectando agujeros en un tablero y recien los "pasaba" a cinta de papel cuando estaba bien seguro que andaban.

      Yo tambien programe a Clementina “con lapiz y papel” como dice Hugo, pero MUCHOS anios despues, a mi (primera) vuelta de USA en 1967, cuando me toco resolver el sistema de ecuaciones diferenciales de un misil aire-aire para Cavotti, de Fabricaciones Militares. El trabajo lo hice en la 1620 del Geografico, pero me pidieron que compruebe los dos primeros pasos del Runge-Kutta con 20+ decimales, y lo hice usando a Clementina.

      Pero lo que creo importante enfatizar es el punto central de esta historia: en que medida las decisiones ‘de negocio’ afectaron las decisiones tecnicas de nuestro sector publico, al punto que llegamos a desarrollar —a un costo considerable— un “conversor al reves”, es decir, de una tecnologia nueva a una vieja!….. un conversor que, en todo caso, termino destruido a los bastonazos aquella fatidica noche….

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  2. Hago un pequeño aporte desde mi visión de alumna referida al uso de Clementina.
    En la cursada del Seminario Elemental de Calculo Numerico teníamos que pasar y probar nuestros programas usando Clementina.
    Recuerdo las cintas azules perforadas donde se escribían los programas mediante una especie de teletipo.
    Los que estaban más cancheros lo hacían con una facilidad asombrosa.
    Leían los agujeritos de la cinta y sabían donde estaban las instrucciones que había que corregir o donde había que agregar...
    Era toda una artesanía.
    La cinta se duplicaba hasta el lugar donde había que insertar sentencias , luego escribían las que faltaban y seguían duplicando. (!!!!!).
    También recortaban la cinta y agregaban partes pegándolas con una cinta adhesiva..
    Confieso que nunca lo hice... Yo estudiaba y hacía los programas con Alberto Giusti y Nélida Frascotti, que trabajaban allí y la tenían re clara...
    Yo aportaba mi trabajo en papel....

    Cuando se cambió a tarjeta perforada era tocar el cielo con las manos!..
    Las tarjetas a corregir se sacaban y se ponían allí las correspondientes a agregados o correcciones. Era el colmo del avance tecnológico.
    En la Facultad pusieron una perforadora de tarjetas (que no interpretaba, es decir, no quedaba escrita la sentencia, había que saber leer las perforaciones para saber lo que tenía la tarjeta y localizar la sentencia a corregir).
    Creo que en algún momento pusieron una que interpretaba.
    Había que hacer cola para usarlas.

    En uno y otro caso era fundamental hacer los programas con la menor cantidad de pasadas posibles. Todo llevaba mucho tiempo : revisar el programa, encontrar el error, corregir las sentencias, mandar a procesar nuevamente, retirar la corrida...
    Yo me acostumbre a pensar primero, hacer el diagrama , revisar todo, hacer pruebas de escritorio, armar casos de prueba que cubrieran todo.
    Es decir, pensar primero y hacer después... (no prueba y error...)
    gracias
    Mercedes

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    1. que recuerdos, Mercedes! todas pasamos un poco por lo mismo. Y es MUY bueno eso de "pensar antes de hacer", es algo que se esta perdiendo con esta super-abundancia de recursos informaticos que tenemos....

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  3. ¡Muy bueno! Mariana Delbue concluye con que "esto no es un cuento", pero sí, lo es, basado en hechos reales, y maravillosamente escrito, con un fino humor.
    Me causó mucho placer poder enterarme de esta manera de los entresijo de Clementina y el grupo de especialistas en hardware y programación.

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  4. hola Ricardo, la conclusion "esto no es un cuento" se debe a que esto lo escribi para un concurso de cuentos basados en Clementina que se hizo hace algun tiempo, cuando fue el aniversario x de la inauguracion (en 1960-61?). No salio elegido en esa ocasion, pero me parecio interesante para este grupo.... y no le quise cambiar el final.

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  5. Puede ser que que la gente de hardware programara primero sobre un tablero, pero los software desde el principio en 1961 programabamos con lapiz y papel y luego perforabamos la cinta mediante el teletipo. Ya sea si lo haciamos con el lenguaje Convencional de bajo nivel o con Autocode. A proposito,ayer envie un mail con comentarios sobre el tema que no veo publicados.
    Favor indicar si debo reenviarlos.

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  6. Gusto de "verte" Cristina. Creo que tenés razón, los de hardware trabajaban a bajo nivel y los de software usaban Autocode por ejemplo. Pero como dice Angió los programadores usábamos lápiz (odiamos a las biromes?) y papel.

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  7. Un detalle que me equivoque, y pido disculpas: el avion que se cayo la noche que se inauguraba Clementina (o el Instituto de Calculo, no estoy muy segura cual) no era de Austral sino de Trascontinental, y hubo algunos sobrevivientes. Aca esta la referencia: https://aviation-safety.net/database/record.php?id=19610630-0&lang=es

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  8. Hermoso relato Mariana, de una época gloriosa de la que tuve la suerte de ligar al menos unos coletazos en los 70 y 80. Trabajando en Coasin Computación conocí a tu hermano, lo recuerdo sentado en el piso (de traje) frente a una PDP-11/70 que yo mantenía, junto al Dr. Kurlat (retorcido cual faquir en una silla). La ultima vez que lo vi a Billy Delbue fue a fines de los 80 cuando nos visitó en una pequeña empresa en la que yo era socio (Break Computación). ¡Cuantos nombres ilustres en los comentarios de Hugo Scolnik!

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  9. Estimada Mariana, Soy ingeniero electrónico y me dedico a la investigación en el área de Antenas y Bioelectromagnetismo. Junto con un colega estamos realizando una investigación sobre el INDEBIO que queremos plasmar en un libro. Nos gustaría contactarla a tal fin. Mi mail es leanvives@gmail.com. Muchas gracias y saludos.

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  10. Veo que no salió mi nombre, soy Leandro Vives.

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  11. Fuí amigo de Guillermo y necesitaría hablar con vos sobre este tema y otros. Mi correo es emscolnik@yahoo.com.ar Gracias.

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