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2017.07.22: Laura Rozenberg: Cuaderno de 6° grado de Manuel

Le conté a Hernán Huergo que tengo una joyita de Manuel y él, muy curioso, me pidió que la comparta.

página 7: Botánica
La historia es que cuando le estaba haciendo la entrevista a Manuel, él me fue dando documentos que por supuesto yo los revisaba y de ellos tomaba algunas notas. Este cuaderno (la joya en cuestión) quedó en mi poder. ¿Cómo fue posible? En realidad se fue dando así porque mi idea era que cuando el libro estuviese listo para salir a la calle, es decir, que alguna editorial se interesara, se podrían usar algunas páginas a modo ilustrativo. No voy a negar además que me costaba devolvérselo. Tenía la sospecha de que podría desaparecer, y creo que mucho no me equivoqué dados los acontecimientos que vinieron después y de los que supongo muchos de los lectores estarán al tanto. Uno se siente un poco omnipotente, y algunos pensarán con cierta razón, que en mis manos no estaba más seguro, pero yo pensé que sí. Cuando Carlos Borches y Raúl Carnota se acercaron para pedirme las Conversaciones, les comenté sobre el cuaderno y quedamos con Raúl que un lugar interesante para depositarlo podría ser la hemeroteca de la FCEyN. Un día fui por allí y pregunté si tenían mi tesina (que yo había depositado en 1984 cuando me recibí de licenciada en biología). No la encontraron por ningún lado, así que me preocupó la idea de dejar el cuaderno de Manuel ahí.


página 17: Aritmética
Manuel quería mucho este cuaderno y lo recorrimos juntos en varias ocasiones. A él le gustaba contar la historia de cuando armaron la pecera y todo lo que aprendieron en ese trabajo práctico que duró bastante tiempo. Vale la pena recorrerlo para apreciar lo que aprendían los chicos de sexto grado en la escuela pública de 1927, con maestros de lujo como Alberto Fesquet y Ángel Acosta: progresiones aritméticas, cálculo de interés compuesto, superficies cónicas… el esquema de conducción del sistema nervioso [1] parece un diagrama de computación 😃 

Que lo disfruten!
L.R.
________________________
[1] Ver página 74.

7 comentarios:

  1. Impresionante este cuaderno para un niño de 6° grado. 1927!! Evidencia una distancia sideral comparada con el nivel de lo que se enseña en nuestros días en la Argentina a niños de esa edad. Realmente muy pero muy bueno este documento histórico. Tendría valor aún si no fuera el cuaderno de Manuel. Es toda una joya siendo de él, ¡de puño y letra!
    Gracias otra vez, Laura!!

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  2. Ya me veo, no sólo a un alumno actual de 6° de primaria, sino a uno de cualquier año de secundaria, tratando de calcular la superficie del trapecio, o desarrollando un tetraedro, o lo que quieran que aparezca en las páginas ilustradas acá. ¡Qué bajo hemos caído en la enseñanza! Ojo, no quiero decir que no haya hoy quien lo pueda hacer, pero por un lado pienso que no lo hacen porque no se lo enseñan, y por otro que la mayoría de los compañeros de Manuel debe de haber podido resolver los problemas.
    Tenía en mi poder un libro de álgebra, otro de física, y dos de química (inorgánica y orgánica) que puede ser que todavía conserve, que pertenecieron a mi padre y que estudió por ellos en el Colegio. Estoy seguro de que hoy la mayoría de los estudiantes no debe de tener idea del contenido de esos libros. En mi época del Nacional (alrededor de 1950) se planteó realizar un trabajo práctico de biología; cada cual podía elegir el tema específico. Yo, como futuro probable borrachín, elegí "La Vid"; conservo ese cuaderno, con ilustraciones a mano de elementos de la planta, de la filoxera, y explicaciones sobre la fabricación y características de vinos y vinagres. Miro ese cuaderno y me pregunto si hoy lo podría hacer, no sólo alguno de mis ex-compañeros, sino yo mismo... ¿Tan bajo ha caído la estimación de mis habilidades, o las facilidades de la computadora se han apropiado de mi mente?

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  3. Quizás mi formación de docente (cuando ser Maestra Normal Nacional era un galardón) me lleva a una reflexión que va mas allá del contenido de las materias, que innegablemente ya perfilaban en Manuel lo que luego fuera ese incomparable hombre que no podemos dejar de admirar.

    Seguramente compartía con sus compañeros del 11 ó 12 años, la buena educación que recibía de docentes con real vocación, docentes que además de educar, enseñaban. En su cuaderno se ve una impecable ortografía, buen vocabulario, muy buena letra, buena redacción, buena comprensión de textos, capacidad de síntesis, claridad en los dibujos y prolijidad en la presentación y solución de problemas matemáticos.

    Tengo un nieto que acaba de terminar el ciclo primario y recién empezó el secundario. Concurre a una escuela privada con doble turno que, sin ser la excelencia, está considerada como muy buena.

    En los últimos años he ido revisando sus cuadernos y vi errores de ortografía inexplicables, como por ejemplo la misma palabra usada varias veces en una página escrita de dos y hasta tres maneras distintas. Lo que es peor, sin el mínimo comentario del docente de turno.
    Tenía una letra que a veces ni él era capaz de leer. Los renglones no existían y el vocabulario era bastante reducido. La redacción brillaba por su ausencia.
    Algo parecido sucedía con matemáticas, el 90 % de sus errores no eran de razonamiento sino por números no entendibles o mal encolumnados, lo que casi siempre generaban resultados incorrectos.

    Como hace tiempo que estoy en permanente contacto con escuelas tanto estatales como privadas, comenté mis inquietudes en varias de ellas.
    Recibí siempre la misma respuesta “cuando se está desarrollando una materia, no conviene distraer al alumno con comentarios o correcciones que corresponderían a otras materias”. Y esto sucedía aunque en ambos casos fuera la misma docente.

    A partir de cuarto grado traté de enderezar un poco lo que ya veía como una gran falla. Compré los tradicionales cuadernos de caligrafía que le hice llenar de palabras y frases, resaltando reglas ortográficas y gramaticales. Todo con su mejor letra posible.
    El abuelo se encargó del vocabulario y la comprensión de textos leyendo junto a él y comentando desde Comics y libros infantiles hasta noticias de los diarios que fueran de interés y acordes a la edad.
    La visita a la casa de los abuelos se convirtió en un turno más de su semana escolar.

    Entiendo que la tecnología es una herramienta muy importante pero siempre necesitaremos un lápiz, un papel, un libro, un diario, resolver problemas “en el aire”. No siempre tendremos Word o Excel disponibles, ni una calculadora científica, ni alguien que nos ayude a comprender un texto o Google que nos explique el significado de palabras desconocidas.

    Siempre necesitaremos saber leer, escribir, interpretar, razonar y exponer claramente nuestras ideas.

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    Respuestas
    1. Y que hacemos, Ida, con nuestras maestras y maestros? Yo, ahora retirado, colaboro con un hogar de chicos aquí en Del Viso, donde vivo.
      Son chiquitos con problemas de diverso tipo, aunque uno de sus problemas son sus maestras.
      Hace poco, una fotocopia les pedía que resolvieran "Las siguientes fraxiones".
      La verdad es que me amargué más que nada por esos chicos que, en muchos casos, tiene padres casi analfabetos o ni siquiera viven con sus padres. Viven con sus abuelas porque los padres, bien gracias.
      Hay maestras muy buenas y otras con muy buena voluntad. Pero creo que habría que hacer algo para que esas maestras se capaciten en serio y cuenten con el conocimiento mínimo necesario para enseñar.
      Perdón por haber metido este comentario en una nota tan linda sobre don Manuel Sadosky, pero tus palabras me motivaron.
      Cordialmente, Pepe

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    3. Estimada Ida,
      Lo que usted comenta me recuerda el caso de mi sobrina. No estoy hablando de la educación "reciente", sino de varios años atrás. Sería a comienzos de los años '90 cuando abrí su cuaderno escolar (ella también, como su nieto, concurría a una escuela privada "de las mejores" y debía estar en tercero o cuarto grado). Lo que me llamó la atención no fue tanto su "letra de médico" como las faltas de ortografía; no una, sino varias en una misma composición. Seguí hojeando y me quedé en una suma aritmética: el resultado no coincidía con lo que ella había puesto en la hoja. Lo más triste era que ambos ejercicios, el de lengua y el de matemáticas, habían sido corregidos por la maestra, y en ambos figuraba un enorme MUY BIEN. Ni la maestra, ni mi hermana (reconozcamos) se habían preocupado en absoluto por corregirla. Con mi hermana me enojé, a mi sobrina le hice saber que estaba por debajo de lo aceptable, y lo demás... lo demás es historia. Una historia que lamentablemente ella comparte con miles y miles de chicos en todo el país.

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  4. Manuel era, fundamentalmente, un educador. Lo primero que lo preocupaba al conocer a alguien era su posible evolución y educación.

    En 1971 vivíamos en París; Cora y Manuel pasaron por allí y los invitamos a comer. Mi hija menor (ahora cantante de jazz) tenía dos años y se expresaba clara y continuamente; Manuel la estuvo observando y nos dijo (muy seriamente) "Ustedes tienen mucha suerte de estar viviendo en Francia con esta chica, porque este es el único país donde hay una muy buena escuela para payasos". Tomamos nota.

    Un abrazo, D

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