Conversando con Alfredo Pérez, foto gentileza de Alejandra Villa |
El 2 de septiembre de 1939 es una fecha histórica por dos circunstancias. Ese día comenzó la Segunda Guerra Mundial, un día después de que Hitler diera la orden de invadir Polonia. Mientras tanto, en su casa del barrio Piñeyro de Avellaneda, Argentina, nacía Alfredo Pérez.
"Yo creo que soy el resultado de una cantidad de circunstancias. Estaba en el momento justo en el lugar justo y sin razonarlo mucho hice la cosa justa y necesaria", me dice de entrada.
El padre, que tuvo fábricas varias de distinto tipo, terminó con un aserradero y fábrica de cajones, en Gerli. Entonces me describe, imagen por imagen, tarea por tarea, todo el proceso para fabricar esos envases. Su cara es de sonrisa total mientras disfruta con el recuerdo. Desde la compra de la madera -sauce, álamo- en San Fernando o Tigre. "El aserradero tenía una máquina de vapor, una locomotora dada vuelta, que movía un enorme volante, que movía una correa de cuero...". "Una sierra circular para cortar dos caras del tronco en ángulo recto...".
De sus festejos de Navidad y Año Nuevo en su infancia recuerda los momentos de suspenso y emoción cuando, volviendo de casa de los tíos donde se reunía la familia, pasaban por el aserradero para comprobar que no había caído una cañita voladora y hubiera sido consumido por las llamas, como el mismo Alfredo había sido testigo de lo ocurrido con otro.
El niño se volvió fanático de las máquinas, lector empedernido de enciclopedias y revistas dedicadas al tema. Que fuera miope de muchas dioptrías fue aliciente extra para su fanatismo. Así, en sus años adolescentes se dedicaba a devorar la Enciclopedia Jackson completa, la colección íntegra de Más Allá, 42 libritos mensuales salidos entre 1953 y 1956, con artículos científicos de autores como Asimov, Sadosky, Zadunaisky. Además de todos los libros habidos y por haber de Julio Verne.
A todo esto, el padre tenía un plan para sus hijos, que la niña fuera contadora, que el niño fuera abogado. Tenían destino asegurado en el aserradero de la familia. Pero nuestro joven tenía otra vocación, o mejor sería decir, creía tenerla: Química.
Es el momento de confesar a mis lectores que este "Conversando con..." nació como inquietud mía cuando Alfredo me dijo, este mismo año: "Yo seguí tres carreras pero no terminé ninguna". Por fin comenzaba a conocer detalles de la historia.
Para entrar a Química, el ingreso se hacía en Perú 222, Exactas, pero las primeras materias eran Matemáticas y Física. "Me hice amigo de un grupo que muchachos que estaban allí por Física". "Cuando llegó el momento de inscribirme decidí elegir Física". Hizo dos años de Física más Alemán técnico, indispensable para estudiar los textos.
"Mis compañeros y amigos eran egresados del Nacional Buenos Aires, todos muy inteligentes y capaces. Nuestros profesores eran de lujo: Sadosky, Zadunaisky, Boris Spivacow -el fundador de Eudeba-, Roque Carranza, Ciangcaglini...".
Un artículo hecho por uno de sus amigos del Buenos Aires, que analizaba en detalle la teoría del error aplicada a las mediciones de la velocidad de la luz, lo convenció de inscribirse en la carrera de Matemáticas y anotarse en el Seminario Elemental de Cálculo Numérico que dictaba Manuel Sadosky, que luego continuó con el Seminario Superior a cargo de Isidoro Marín.
Con esta historia ya tenía respuesta de cuáles eran las tres carreras que Alfredo había empezado y que nunca terminó. Me faltaba saber la razón del abandono de Matemáticas. No le creí a Alfredo cuando me dijo "Nunca me animé a presentarme a dar el examen de Investigación Operativa con Marín".
Nacía por esos años la fiebre de la Computación en la Argentina, con un impulsor conocido por todos, Manuel Sadosky, que luchaba por lo que conseguiría en 1960, la adquisición de Clementina, instalada en 1961. Pero el inicio de Alfredo Pérez en esta nueva disciplina tendría lugar en las Escuelas IBM. Mucho me temo que el verdadero culpable de que nuestro hombre abandonara su tercera carrera es la Big Blue. Los cursos que tomó Alfredo en 1958 le cambiarían otra vez la vida, de una forma definitiva. El relato lo encuentran en este mismo Blog, en Alfredo Pérez: Mi primer curso de Programación.
A mediados del 59 la Facultad de Ingeniería de la UBA estaba fabricando una computadora, la CEFIBA, bajo la conducción de Humberto Ciancaglini. Alfredo entró en el equipo de trabajo como programador, con sueldo de Ayudante de Primera, $1.450. Esta asignación, en un equipo que tenía como Jefe de Proyecto al capitán de Marina e ingeniero Felipe Tanco, y en el cual se destacaban figuras como Oscar Mattiussi, Edgardo Ulzurrum, Jonas Paiuk y otros, sería para Alfredo el descubrimiento de su vocación definitiva, la Computación, una carrera que haría en la vida y en la calle, no en la Universidad.
Alfredo Pérez recibiendo el diploma de Remington Rand |
Cuando fue recibió propuestas de sueldo para él siderales: IBM ofrecía $12.000; Remington Rand -o sea Univac- ofrecía $12.500. Cuando lo consultó con su jefe, el capitán Tanco, éste lo ayudó a tomar la decisión con una frase: "Son más o menos lo mismo. Pero en IBM va a tener que ir con traje azul, camisa blanca, estar todo el día vestidito. En Univac se va a poder sacar el saco y tirarlo por ahí, como hace aquí".
Alfredo se casó con Susana Muraro en enero de 1963 |
En diciembre de 1963 recibió el llamado de Tróccoli, vendedor de Burroughs: "¿Por qué no se viene a trabajar con nosotros?". Tomó la oportunidad volando. Esta vez el sueldo se duplicó. Entró en enero de 1964 y en abril de 1964 nació Diana Inés, su primera hija. Cada chico viene con un pan debajo del brazo, no hay caso. Marina, la segunda hija, nació en noviembre de 1965. Me olvidé de preguntarle cuál era el pan que vino con ella.
Bueno, si vienen siguiendo esta historia, ya habrán tomado nota que nuestro hombre pasó por Química, por Física, por Matemáticas, por Escuelas IBM, por Univac, ahora por Burroughs, y pronto llegaremos a Bull. Ya se comprende mejor la razón de que conoce y es conocido por todo el mundo. Basta poner en este Blog las palabras "Alfredo Pérez" y encontrarán cuarenta entradas en las que se lo menciona.
De Burroughs recuerda la instalación de Ford, Cibernética Argentina, Bairesco, la venta de Banco Provincia y la de Caja Compensadora de Banco Central, donde su rol técnico fue factor reconocido en el éxito de Burroughs para conseguir el negocio. Estuvo en esta empresa hasta septiembre de 1969.
En Bull: Alfredo Pérez en la cabecera, con Mauricio Milchberg a su lado |
"Era una época que todos nos conocíamos", me aclara Alfredo. No es para menos, pienso, alguien que pasó por tantas carreras y empresas.
Un día de 1968 Mauricio le cuenta que en FLYRSA (la consultora de Fernández Long y Reggini) van a instalar un equipo con Time Sharing, toda una novedad. Alfredo muestra interés por el tema, le fascinaban las novedades en Informática. En 1969 Mauricio ya es más preciso: "El Time Sharing lo vamos a instalar nosotros, ¿querés venir?". "¡Sí, como no!". Comenzó en su nueva empresa en septiembre de ese año. Exactamente nueve meses después, junio de 1970, nacía el hijo varón, Luis Alberto. Otra felicidad que sumaba a trabajar en un tema que amaba, en una empresa que amó por siempre, Bull, en la que estaba rodeado de amigos.
Alfredo Pérez se define como especialista en la interfaz entre la electrónica y
En Bull estaría hasta fin de 1972. La foto cercana, de septiembre de 1971, es de plena de gloria, por la época y por la gente que aparece.
Foto Bull plena de gloria, por la época y por la gente que aparece |
Por un año Alfredo no tuvo empresa, se dedicó a ser programador free lance y a otros trabajitos. Pero en 1973 arrancaría un nuevo ciclo, en una empresa estatal, ideal para su perfil.
Continúa en Parte II
Leer la historia de Alfredo fue como leer un pedazo de mi propia historia, y otro pedazo , la historia de Jorge Ardoino, mi pareja actual. Hay tantos cruces, con la carrera, lo acontecido en el Instituto del Calculo, los pioneros, Manuel y Rebeca, IBM, Remington , Burroughs,y asi mas de un renglón y sas un recuerdo
ResponderEliminarAhora que estoy por cumplir mis 50 años en la Informática, me parece que estas notas son muy útiles, especialmente para quien las dicta. Gracias otra vez Alfredo por compartir y ya leeré la segunda parte y a Hernan por su redacción
Un gran abrazo LIANA
Interesantísimo y muy bien relatado. Esperamos los siguientes.. Saludos cordiales
ResponderEliminarLa verdad es que son todos lindos recuerdos. Emocionante lo de tu familia, dejando traslucir un enorme amor en tu relato. Impactante la foto de Bull. Eramos todos jóvenes y, en mi caso, hasta tenía pelo. Qué bárbaro. Algunos no están, otros están pero lejos o perdidos y a otros los sigo viendo o cada tanto recibiendo noticias. Gracias Alfredo. Un abrazo grande.
ResponderEliminarQuerido Alfredo : disfruté, conjuntamente con Marta, leyendo tus remembranzas de tu rica trayectoria plena de hechos. Un agrado la pluma del entrevistador que le pone el justo toque de relevancia coloquial a tus recuerdos.
ResponderEliminarLa foto de la despedida a Di Tada llena de los muchos queridos amigos y colegas. Sí, el de la cabecera es Guillermo Dellacasa.
Quedamos esperando la PARTE II.
Afectos para Susana y vos, de Marta y mios.
Que loco encontrar esta nota y fue porque hace unos días encontre en la casa de mi abuela el diploma de mi difunto padre, que en el año 1964 hizo un curso de UNIVAC, se lo envio por mail, tal vez hasta lo conocio a mi padre, se llamaba Jose Antonio Martinez, vivia en Banfield, porque él tambien trabajo primero en los Ferrocarriles del Estado y luego de ahi paso a la empresa IDS para hacerle la contabilidad al banco de Londres, creo que con un equipo Univac o similar de la epoca, saludos y le envio por mail la foto del diploma!
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