Esto sucedió en Uruguay, cuando yo estaba
haciendo parte del software de la planta de Despacho de Combustibles de ANCAP,
centro de distribución de todo el combustible en el país.
La planta había estado parada en su
ejecución por temas ajenos a la misma (autogolpe presidencial de Pacheco Areco)
y había quedado a medio hacer. Cuando Techint logra que se retome el proyecto,
nuevas personas lo miran y deciden hacer un pequeño cambio: trasladar la zona
de control y separar así la playa de estacionamiento de camiones del área de
servicio. Cambio muy razonable que permitía hacer un mejor manejo de las colas
de espera: en la vieja destilería se solía esperar unas 3 a 4 horas y en la
planta nueva se había planteado que la espera no fuera superior a quince
minutos.
El hormigón ya estaba hecho, tendidos los
caños de suministro de combustible a las islas, todos los caños de señal yendo
a la vieja ubicación del área de control.
Se replantea la ubicación y surge el
problema del nuevo cableado que debía pasar por debajo del hormigón, ya que no
era factible tener cables aéreos.
Hecho el requerimiento técnico de poder
pasar cables “con comodidad” porque eran un manojo muy importante y se requería
poder trabajar rápidamente en caso de reemplazos comienza el trámite
administrativo, Nosotros estábamos pensando en que “con comodidad” significaba
ductos de dos pulgadas, tal vez algo más. Y eso había que pasarlo bajo el
hormigón sin romperlo porque no era aceptable que una planta nueva tuviera
parches.
Cada área por la que pasó el pedido fue
interpretando esas especificaciones imprecisas y finalmente
el ducto fue un pasadizo por el que se podía caminar sin agacharse!
La inauguración
Cuando finalmente se inauguró en 1978,
vinieron en un colectivo de los de línea, pero sin otros pasajeros, el
Presidente de la República, Aparicio Méndez y todos sus ministros, con un par
de motos de custodia. Sorprendente para nosotros, acostumbrados a las medidas
de seguridad de la dictadura de Videla.
Don Aparicio, un señor mayor que usaba
polainas, luego de recorrer la planta, que tenía varios tanques de veinte
millones de litros de combustible y dos esferas de gas manifestó su
preocupación ante la posibilidad de un incendio. Se le explicó que había todo
un sistema automático y que si fuera necesario se podía accionar en forma
manual; insistió que quería ver cómo funcionaba y se le mostró el control
manual, que prestamente accionó y el sistema comenzó a funcionar con agua a
presión sobre los surtidores, sirenas, etc.
Vino un imprevisto cambio de viento y toda
el agua empapó a la comitiva, con la sorpresa y la sonrisa correspondiente de
la travesura del presidente.
La parte de la recepción de la obra que más
costó fue convencer a los fiscales que no se podía probar la extinción con
polvo químico porque las características de ese método eran que una vez
iniciado había que esperar que se vaciara el tanque para luego rellenarlo, que
no había posibilidad de “probarlo y parar”. Eso duró un par de meses hasta que
se convencieron.
El siete
Esa solución tecnológica había comenzado
con Digital y luego de la suspensión el contrato lo tomó Latindata, una empresa
comercializadora de lo que hoy llamaríamos PC, vinculada a Técnica Toledo. Como
había que respetar el pliego y la tecnología había cambiado la solución fue un
gran híbrido de marcas y modelos.
Un microprocesador para cada lado de cada
isla, otro para el gas, otro para manejar el cartel que indicaba a los camiones
a que isla tenían que ir con el objetivo de maximizar el despacho, un
procesador de comunicaciones, un procesador administrador. Como se exigía por
compatibilidad tener diskettes de 8 pulgadas en “formato compatible IBM” hubo
que colocar una PC Ontel que tenía ese periférico en forma standard.
Los procesadores eran Interdata (una
simulación de IBM360, sólo que en lugar de // había que poner / (había algunas
limitaciones más!), con backup en cassette. Las impresoras eran de “margaritas de flejes plásticos”.
Por una de esas casualidades impensadas,
con las tarifas se repetía mucho más el dígito siete que todos los demás, con
la clara consecuencia que las margaritas tenían roto el siete, dígito que se
completaba a mano por falta de repuestos!
Las tarjetas magnéticas
El sistema era de autoservicio por los
camioneros, con tarjetas magnéticas. No había otras aplicaciones de ese estilo
en Uruguay (el primer cajero se inauguró en la misma época) y la Esso para
hacernos un favor repartió unos coquetos portatarjetas para colocar en el
tablero de los camiones. Solamente que como tenían unos fuertes imanes para que
se mantuvieran, nos borraron 150 tarjetas de una vez!
Por supuesto, acatando la ley de Murphy, la
parte del equipo que no funcionaba era el grabador de tarjetas.
Finalmente, para no dejar sin trabajo a los
funcionarios designados, dieron vuelta las terminales, las colocaron detrás de
una mampara, y el camionero entregaba la tarjeta y su pedido a un funcionario,
que lo ingresaba.
El cartel
Los carteles de módulos Conrac, que en esa
época eran los usados en los aeropuertos y otras señalizaciones, son de dos
tipos: los baratos a los que se da un impulso para arrancar y otro para parar y
los caros que tienen un motor paso a paso, al que se le puede indicar cuántos
pasos avanzar.
Los módulos adquiridos eran los baratos,
con lo cual el programa debía manejar los tiempos y no tenía feedback de lo que
realmente mostraba el cartel. La planta estaba situada en una zona “de
quintas”, con mucha humedad, especialmente al amanecer. Al comenzar la jornada
el programa decidía indicar camión 123 isla 10 y lo que aparecía era cualquier
cosa aleatoria; con la condensación, el vidrio que protegía al cartel lo
tornaba ilegible.
Luego de muchas pruebas adoptamos la
“solución casera”. Un timer de cocina traído del Chui activaba un caloventor
Aurora que yo llevé de Buenos Aires, que estaba ubicado dentro del cartel,
y el software ponía a girar sin
detenerse a todos los dígitos por unos minutos hasta que se evaporara toda la
humedad. A partir de allí todo funcionaba de maravillas!
El pararrayos
Con las urgencias que aparecen con
proyectos detenidos y reanudados, los calendarios y medidas de seguridad se
suelen pasar por alto. Por algún motivo se había atrasado la colocación del
pararrayos y eso demoraba la puesta en funcionamiento de los equipos. Llegó la
orden de obviar el pararrayos y poner todo en funcionamiento para permitir el
desarrollo del software. Unos días más tarde, tormenta y un rayo entra por el
transformador, quemando la mitad de los equipos…
Pese a todo, la planta funcionó y sigue
funcionando. El sistema lo usaron por cerca de 20 años hasta que los equipos
dijeron basta y todo fue reemplazado. Mi apuesta era por realizar el
mantenimiento del software y la perdí: nunca me llamaron porque seguía
funcionando!
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