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19/01/2018: Conversando con Gladys Rizzo - Capítulo 2: Una mujer en IBM

Gladys Rizzo (1964)

El 20 de febrero de 1961 , Gladys comenzó el curso en IBM. El primer día, cuando llegó al aula del Centro Educativo, encontró que era la segunda persona en llegar. Ahí, sentado y leyendo, estaba Alejandro Pacecca y entonces arrancó una amistad que, luego, junto a su mujer Beatriz, continuó hasta el presente. 

Alejandro Pacecca, 1962 y 2016 





Curiosamente, ambos era recién egresados de Exactas, ella Matemática, él Físico, pero nunca se habían cruzado en la facultad.

El curso duró nueve meses y luego empezó el trabajo real. 
En la primera reunión de trabajo me vi rodeada de hombres, muchos de ellos nunca habían compartido una reunión con mujeres. En las discusiones olvidaban que yo estaba presente y decían palabrotas (recordar que esto sucedía en 1961) e inmediatamente se volvían hacia mí y me pedían disculpas. Pensé que los hacía sentir incómodos, entonces les dije que no se preocuparan porque yo tenía filtros en mis oídos y escuchaba sólo lo que yo quería. Así, les di permiso para hablar libremente
IBM 1401
En la carrera de Gladys el tema de ser única mujer en IBM Argentina y en toda Latinoamérica fue motivo permanente para ella de situaciones sin precedentes, donde muchas veces las actitudes de los hombres, más allá de la buena voluntad que algunos pusieran, eran para ella muestras de la fuerte discriminación por género que era absolutamente predominante en la época. Veamos algunos de los comentarios de ella misma al respecto.
Cuando íbamos a almorzar o a tomar un café querían invitarme, pero, yo siempre me negué y pagaba la parte que me correspondía.
Hice todo lo que creí necesario para que me consideraran una más, sin embargo, no pude evitar que en los actos de IBM, me separaran de mis compañeros y me llevaran hasta la primera fila donde estaba la plana mayor.  
Tampoco pude evitar que algún gerente antiguo me señalara diciéndole a algún posible cliente: Esa es la profesional (mujer) que incorporamos. 
En una oportunidad un gerente de IBM, nacido en Mar del Plata, dijo de mí con admiración, que "tenía más h....s que un hombre". Esa admiración era discriminatoria porque me admiraba por ser como un hombre, no por lo que era. 
La discriminación no consciente era la más difícil de combatir.  Contra la discriminación declarada se podía luchar pero era muy difícil luchar contra la discriminación subconsciente de los profesionales jóvenes que discriminaban sin darse cuenta que lo hacían. Por ejemplo, era un comentario común cuando hablábamos de sueldos que alguno dijera: "Gladys, vos no te podés quejar, si eres la mujer en relación de dependencia que más gana en la Argentina". 
“La mujer” era discriminatorio pero no se daban cuenta. Reconocían mi trabajo, me evaluaban bien, recibía buenos aumentos de sueldo, pero, cuando tenían que elegir a uno de nosotros para un cargo gerencial yo no existía. Necesité mucho trabajo y años para cambiar esta situación. Tuve que comenzar haciéndoles notar que discriminaban.
Con los años comenzaron a entrar mujeres en IBM Argentina. Ella recuerda en especial la ocasión en que comenzó uno de los cursos profesionales con la novedad de tener varias chicas jóvenes que iniciaban su carrera. Ellas en general querían el tratamiento típico, que las dejaran pasar primero, que las invitaran con el café, etc. 
–Se dio un curso de presentación de una máquina y en el escenario, el gerente a cargo arrancó con una referencia a "las mujeres que adornan este...". Yo me puse furiosa, me cambió la cara. Después me enteré que eran las chicas las que lo habían pedido. Así que les dije: "¿No se dan cuenta de que así no pueden luchar después por la igualdad?". También supe lo que dijo después el gerente: "¡Yo sabía! ¡Sabía que a Gladys no le iba a gustar!".
IBM 650
Volviendo a su carrera, de 1962 a 1964 Gladys era Ingeniero de sistemas [así aparece en su currículo] en el Departamento de Aplicaciones Científicas, colaborando en estudios realizados en INTA, Instituto Geográfico Militar, Instituto de Reaseguros y en empresas privadas (Sistemas IBM 650, IBM 1620 e IBM 1401). Colaboraba además como instructor en cursos: Assembler 1401, Fortran 1620, Aplicaciones de estadística.
Un día de 1964, mi padre tuvo su primer infarto. Cuando él estaba todavía haciendo reposo, en la empresa  me ofrecieron ir a trabajar un año y medio al Laboratorio de IBM en Endicott , New York. No acepté enseguida pensando en la enfermedad de mi padre y pedí unos días para consultar con su médico. 
Lo consulté al Dr. Peco. El doctor me dijo que era una picardía perder esa oportunidad. Me sugirió que le dijera a papá que me habían propuesto para el trabajo junto a otros dos, para luego seleccionar a uno de los tres. Una semana después el vendría y lo evaluaría. Así lo hice.
Se lo veía preocupado. Cuando llegó el día, el médico lo revisó, se sentó junto a él y le dijo: "Don Luis, a su hija…". Papá me miró con alegría y me dijo: "Te eligieron a vos…". Así acepté el ofrecimiento. 
O sea que casi no vas, todo dependía de la reacción de tu padre. 
–Ante la enfermedad de mi padre dudé. No me gustaba rechazar una oferta que me hacía la empresa (pensaba en la discriminación) pero necesitaba una cierta seguridad de que mi padre estuviese bien. 
Entiendo.
El 25 de enero de 1965, viajé a New York en un Boeing 707 y desde
Old picture of IBM Endicott
allí a Endicott. Viajé junto a un compañero, Héctor Coppola. Para los dos era nuestro primer viaje en avión. Habíamos sido elegidos para colaborar en la preparación del software para la nueva computadora IBM 360 que se instalaría con tres sistemas operativos distintos: TOS, DOS y OS. 
¿Por qué razones fueron elegidos ustedes dos?
Motivos posibles: nuestro trabajo anterior, que fuéramos solteros... Este último motivo es muy probable porque ahorraban mucho dinero no costeando el viaje y estadía de una familia. En mi caso pudo influir que yo fuera molesta. Los tenía locos con eso de la igualdad. 
Horacio Terrizzano en Linkedin
En Endicott ya estaba desde hacía un año Horacio Terrizzano, con su familia, a quien apenas conocía. Cuando llegamos nos recibieron nuestros respectivos gerentes, que nos llevaron hasta el hotel que IBM nos había reservado. Allí nos estaban esperando Horacio con su mujer, Ileana, y un compañero belga, Raymond Lorie. Con ellos formamos, durante nuestra estadía, la familia más cercana. Éramos en total 80 profesionales llegados de todo el mundo.
Con Horacio Terrizzano e Ileana trabó una amistad para siempre. Incluso se convirtió en madrina del hijo de ellos, Francisco, nacido poco después del regreso de Horacio e Ileana a Buenos Aires. 

Cuando Gladys volvió de Endicott encontró a su padre muy cambiado. 
–No se podía hablar seriamente con él, era como si nada le interesara. Después de su muerte, que ocurrió en 1968, a sus 64 años, supe porqué. Una vecina que nos dio el pésame nos dijo que un día se había encontrado con él y cuando le habló de su enfermedad, papá  le aconsejó cuidarse y que hiciese como él, que por consejo médico, no leía ni veía por TV noticias tristes que pudieran preocuparlo.  
Y en seguida me larga la frase, inesperada:
A mí el médico me prohibió ver los partidos de Independiente y de la selección.
Todos y cada uno somos una
Caja de Pandora 
No hay caso. Todos y cada uno de nosotros somos una Caja de Pandora. Pero vuelvo al tema de la carrera antes de incursionar en eso que llamo la otra cara de la luna del personaje que entrevisto.
Gladys: debés tener montones de trabajos interesantes y anécodotas de los mismos, contame algunos.
Me enorgullecen en especial dos trabajos: 
el del Instituto de Bienestar Social y el salvataje de la instalación de Acindar.  
Contame primero el de Acindar. Veo en tu currículum que fuiste Ingeniero de Sistemas en la Sucursal Producción de 1966 a 1968, o sea en seguida de volver de Endicott.
–Acíndar era una instalación donde el Gerente de Sistemas, el Gerente de Operaciones y un Asesor eran ex-IBMs. Habían hecho un desastre y el Sr. Jorge Acevedo quería devolver el Sistema. Decía que las computadoras no eran para Acindar. El Gerente de Sistemas se quejaba porque decía que yo les daba órdenes a sus empleados y les decía que no me hicieran caso. Era un caos. 
En una reunión en IBM, les presenté a mis gerentes mi opinión sobre la situación y cual creía podía ser la solución. La aceptaron y Julio Viau habló con Acevedo y combinaron una fecha para que yo le presentara un plan de trabajo.
Trabajé hasta muy tarde preparando los charts. Volví a casa a medianoche con la intención de descansar unas horas y volver temprano para la reunión. Pero una tía enferma que vivía con nosotros no estaba bien esa noche y no pudimos dormir.Tuve que salir al día siguiente sin haber descansado.
Fuimos con Julio Viau, Norberto Lopardo y Eduardo Steinman. Ellos nunca se enteraron de mis problemas de esa noche.
La presentación salió muy bien.  El Sr. Acevedo aceptó nuestra propuesta. Me asignaron tres  ingenieros de sistemas para cubrir las áreas de Análisis, Programación y Operaciones. Trabajamos todo el año y mantuvimos el cliente. Un día encuentro en la oficina a  Corrado Estol que estaba haciendo una auditoría y me felicitó. Julio Viau le había dicho que no me podía sacar de Acindar porque de mí dependía que Acindar no devolviera el sistema.  
–¡Gran victoria!, ¡felicitaciones! 
–Sin embargo, recuerdo la instalación de Acindar con la satisfacción del trabajo bien hecho y la tristeza por lo que ocurrió después. A fin de año, cuando se anunciaron los premios, el premio se lo adjudicaron a mi jefe por haber puesto sus ingenieros a resolver el problema. A mí ni siquiera me mencionaron.  
¡Otra vez la discriminación a la mujer! 
Esa vez no me quejé porque toda la gente involucrada eran personas que yo apreciaba y aprecio todavía. Pero me dolió mucho y todavía me duele.Seguía la discriminación. 
Me daban premios, me daban viajes, me daban sueldos, ganaba más que algunos compañeros, me evaluaban muy bien, pero cuando había algún ascenso o una cosa así, yo desaparecía. 
Pasaste a ser Ingeniero de Sistemas de la Sucursal Gobierno en 1969. Me muero de intriga por conocer tu actuación en Bienestar Social.
José Luis Mendiburu
–Bueno, allí empecé con el pie izquierdo y terminé siendo uno de los dos ingenieros de sistemas que más apreciaba el Ingeniero Mendiburu (tal vez los únicos): el otro era Horacio Terrizzano. 
Me fascinan las historias del CUPED. Ya han aparecido unas cuantas en nuestro Blog. ¿Cómo fue la tuya?
Mendiburu los volvía locos a todos. Para mí IBM le hacía demasiado caso, por miedo de perder la instalación más grande. Si se le ocurría pedir los manuales de los internals, esos confidenciales y prohibidos, puede que alguna vez se haya salido con la suya. Así como era Mendiburu, todos los que estaban debajo de él se copiaban. 
Cuando me mandan a mí lo hacen sabiendo que estaba por viajar a Estados Unidos a estudiar el OS para instalarlo ahí. Pero el Jefe de Análisis y Programación quería ir. No lo podíamos convencer de que IBM no podía mandar a gente externa, debía mandar a Ingenieros de Sistemas, en este caso uno de los dos que iríamos era yo. A raíz de eso me tomó rabia, no me quería. 
Se quejó de mí a Mendiburu, quien le pasó el mensaje a Savanti. Que yo era mandona, que tenía mal carácter. Terrizzano, que era muy respetado por Mendiburu, uno de los muy pocos, estaba presente y le contestó: "Mire, yo soy muy amigo, soy compadre de Gladys, ella no tiene ese carácter". 
Savanti vino a verme a mi escritorio: "Gladys, por favor, tratalo bien". Cuando los dos ingenieros de sistemas volvimos de Estados Unidos, el curso de OS en Bienestar Social se lo asignaron para dictar a mi colega, no a mí. 
El Gerente de Ingeniería de Sistemas de la Sucursal Gobierno, Bidegain, iba todos los días a controlar que todo funcionara bien. Daba su reporte diario al gerente de la sucursal y a Savanti, todos con miedo de cuál sería el resultado y qué opinaría Mendiburu. 
No le fue nada bien a mi colega. Todos lo criticaban. Lo convencieron a Mendiburu que era un pésimo curso. "No se preocupen", les dije yo a Bidegain, a su gerente y a Savanti, "mañana el curso lo tomo yo". 
Para lo cual, partí de la base que para gente entre los que estaba un Matemático egresado de Exactas, además del Jefe que quería saber de los internals de la máquina, tenía que dar algo distinto. Entonces agarré los manuales de internals y les dí una clase que quizás no les sirvió para mucho pero con la que quedaron absolutamente encantados. 
A la tarde llegó el informe de Bidegain: "Están todos maravillados, todos hablan muy bien de Gladys, Mendiburu ahora acepta que sea la ingeniera de sistemas de la cuenta". 
Tan bien me fue con Bienestar Social, que cuando tuve que salir de la cuenta por nuevas responsabilidades que me habían dado, Mendiburu no quería. Tuvo que ir Savanti para lograrlo. 
¡Otra gran victoria! ¡Nada menos que con Mendiburu! 
–A raíz de mi éxito con Mendiburu, por fin un premio, me dijeron que estaría en la lista de los que viajarían a Europa, en 1969. ¿Te acordás aquel viaje que hicimos? 
¡Sí, fabuloso! –contesto, sorprendido de que recuerde que yo también fui uno de los que estaba en ese viaje inolvidable. Viaje al que iban los Representantes de Ventas que habían cumplido la cuota del año y los Ingenieros de Sistemas de mejor actuación. 
Pero en mi evaluación, como siempre, me volví a quejar del tema discriminación, y le dije a mi gerente. “Bueno, si no me discriminan, ¿por qué no me ponen de Representante de Ventas?”. Se les iluminó la cabeza y pretendieron darme el gusto: me nombraron Representante Especial de Consultores. Lo cual no era ser Representante de Ventas pero sonaba parecido. Entonces me dijeron, “Bueno, Gladys, ahora que sos Representante vamos a enviar a otro al viaje…”. "¡Ah, no, entonces me voy! El viaje era un premio a lo que hice. Este nombramiento es para demostrar que no me discriminan, no tiene nada que ver una cosa con la otra". Así que terminé con las dos cosas, Representante de Consultores y viaje a Europa de premio.
–¡Bravo, Gladys! ¿Cómo era tu trabajo en Consultores? 
En Consultores me fue muy bien. Los visitaba, los ayudaba. 
Eras una asesora, no una vendedora. 
Sí, por supuesto, lo de Representante Especial era un título como para decir que no me discriminaban. 
Pero al año siguiente, en 1970, me nombraron realmente Representante de Ventas. Entonces tuve varios problemas. Por empezar, en una cuenta que me dieron tenían que reemplazar el sistema de liquidación de sueldos por uno nuevo y no habían preparado backup. Dos días después de hacerme cargo de la cuenta , instalaron el sistema y falló. Te imaginas el baile. Tuvimos que lucharla con el ingeniero de sistemas para poner las cosas en orden. Imposible vender nada en esa situación. 
En otra cuenta habían vendido mucho el año anterior, no quedaba casi nada para vender. 
Pero el problema principal es que a mí no me gustaba Ventas. Lo había pedido para ver si eran capaces de dármelo. 
Cuando llegaba a fin de año, mi gerente, Norberto Lopardo, y el gerente de él, Julio Viau, me volvían loca para que cerrara una venta importante en uno de mis clientes. La necesitaban para hacer la cuota objetivo del año. Pero ya en diciembre dejaron de perseguirme. Para sorpresa de muchos, conseguí la venta a fines de mes y era obvio que, más allá de las felicitaciones que me dieron, no se los veía muy felices. Pasaba que ya habían cumplido con la cuota del año y contaban con que lo que yo no había vendido ayudaría para cumplir la cuota del año siguiente. 
En resumen, todo bastante mal en mi primer y único año como Representante de Ventas en serio. Salí de Ventas, fue lo mejor que me podía haber pasado, había sido error mío pedirlo, lo asumo, todo es experiencia. De nuevo fui feliz, porque volvía a hacer el trabajo que me gustaba.
Continúa en Capítulo 3

10/01/2018: Conversando con Gladys Rizzo - Capítulo 1: Única

Gladys Rizzo a los 32 años (1962)

Llegó el momento, por fin. 

Los lectores de este Blog han recibido unas cuantas de estas secciones que llamo Conversando con... Las considero muy especiales porque he convocado a personas que han sido para mí relevantes para la Informática argentina. Estas conversaciones me han resultado siempre más que interesantes, a veces muy divertidas, hasta puedo decir apasionantes. Por supuesto que hay muchos más de los que llamamos Dinos y Dinas con los que me gustaría conversar, no me alcanzaría la vida para entrevistarlos y descubrirlos a todos. Voy eligiendo, tengo en mi lista de espera mental unos cuantos más. Sin embargo, desde hace un tiempo, tenía algo pendiente, cada vez más importante. ¿Cuándo tendría un Conversando con... ¡una Dina!?

Llegó el momento, por fin. Tengo el placer de entregar el primer capítulo de Conversando con Gladys Rizzo, una persona que allá cuando la conocí, hace ya cincuenta años, era única. Más única de lo que entonces yo imaginaba.

Gladys Rizzo, imagen en Skype
(82 años, 2012)

Tuvimos nuestras conversaciones por mail y por Skype. Cerca de los 88 años, ostenta una lucidez total, para mí igual de inteligente y brillante que cuando la conocí, hace ya cuarenta años.

Gladys Beatriz Rizzo nació en Avellaneda el 16 de marzo de 1930, hija única de Luis Rizzo y Dircea Gabotti. Nació en su casa, como era costumbre en la época.
Cuando tenía dos o tres meses de edad, mamá notó algo en mi hombro derecho. Lo comentó y todos le decían que no había nada, que eran temores de madre primeriza. Me llevaron al consultorio del médico y éste comprobó que cuando movía el brazo parecía sobresalir un hueso. Era la clavícula bífida.
Sabía de la columna bífida, no de la clavícula bífida.
–Debo haber sido el primer caso diagnosticado en la Argentina. Me operó el Dr. Garavano, conocido traumatólogo que, como ésta era la primera operación de ese tipo que se hacía en el país, dio una conferencia en el aula Magna de la Facultad de Medicina y salió publicado en el diario “La Prensa”.
Dircea Gabotti a sus 90 (2010) 
Me cuenta con algunos detalles otras enfermedades infantiles que sufrió y que tuvieron en vilo a su madre. 
Yo era muy delgada y comía muy poco. Me hicieron revisar por el Dr. Florencio Escardó.  El Dr. Escardó le aconsejó a mamá que me diera de comer una sopa muy espesa con papas y verduras, de cocción larga, en la que se podía clavar una cuchara y esta quedaba parada como una estaca. También exprimían el churrasco para darme el jugo con el puré. El médico también le aconsejó a mamá que cocinara a cualquier hora en que yo pidiera comida. Mamá lo hacía y cuando terminaba de cocinar yo ya no tenía deseos de comer. 
Cuando tenía tres años, el mismo Dr. Escardó les dijo a mis padres que tenía que tomar baños de sol controlando el tiempo de exposición para que se fortalecieran mis huesos. Con mamá vivimos tres meses en Mar del Plata. Íbamos todas las mañanas a la playa. Comencé con baños de sol de un minuto y aumentando la exposición día a día. ¡Qué ironía! Me cuidaron tanto, me dieron tanto de comer y tantas vitaminas que años después empecé a engordar y ahora debo luchar para adelgazar.
Sospecho que la mamá era una santa. Entre los recuerdos más inolvidables sobre ella, me comenta:
Los bocaditos de espinaca eran famosos para mí. Los añoro tanto como los ravioles que ella hacía.
Cuando Gladys era chica no había jardines de infantes, por eso los padres le pusieron maestra particular. Con ella aprendió a sumar, restar y multiplicar, pero no a leer. 
Primer caso que conozco que aprende Matemáticas antes que Lectura. 
A mí también me llamó la atención. Por eso lo comenté con uno de mis primos que es siquiatra y me contestó que probablemente sea porque tenga más desarrollada un área del cerebro que otra. Que es algo común.  
Cuando le pregunto qué significó para ella ser hija única, me comenta que tuvo muchos primos con quienes compartió su infancia y que hablaba mucho con los padres. En seguida aparece en su respuesta la relación de enorme admiración y amor con su padre, un socialista de pura cepa. Eran tiempos de la llamada "década infame", luego de que Uriburu derrocara a Yrigoyen en 1930. 
Luis Rizzo y su hija Gladys
–Era un periodo de dominación conservadora y de restricción de la participación política ciudadana, manifestada  en reiterados fraudes electorales. Con mi padre hablábamos mucho, hablábamos de política, de deportes, de la actualidad. En una época hablamos de la guerra civil española, en otra de la segunda guerra mundial, de Hiroshima, de personajes como Alfredo Palacios.
Pero la frase que me pareció más impactante fue la siguiente: 
–Siempre me decía que aún siendo mujer yo podría hacer lo que quisiese si me lo proponía y tomaba como ejemplo a mujeres como la Dra. Moreau de Justo y  Marie Curie.
Cuando escucho el resto me convenzo de que Luis Rizzo fue sin duda alguien especial, vital en la formación de Gladys:
Me llevaba a visitar la bibliotecas, en especial la Veladas de Estudio de la que fueron fundadores mi padre y mis tíos con el partido socialista. Fue el primero que me habló de Florentino Ameghino y el que me llevó por primera vez al museo de Antropología de La Plata. Fue el primero que me habló de un poeta: Pedro B. Palacios (Almafuerte) y descubrí la poesía. Me llevaba al teatro; recuerdo las obras del Teatro del Pueblo, en Diagonal Norte. Me llevó al Luna Park a ver una pelea de Loche. 
Un dato curioso que me cuenta es que los padres la inscribieron en la escuela a los seis años, cuando lo normal en la provincia de Buenos Aires era comenzar a los ocho. Para ello falsificaron en el documento la fecha de nacimiento. Realizó la secundaria en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda (ENMA). 
La diferencia de edad con mis compañeros, el haber sido criada como hija única, y mi timidez, hicieron que mi adolescencia fuera la época más opaca de mi vida. Cuando muchos años después nos reunimos con mis compañeros ellos decían que habían descubierto una persona distinta y que por fin conocían mi voz.
Fue muy buena alumna en matemáticas, algo que agradece a sus primeras profesoras hasta tercer año, la Sra. de Lazarte y su hija la Sta. Lazarte.
Cuando terminamos tercer año preparé a una compañera para un examen y aprobó.
Se recibió como maestra dos años después, en 1946, tenía 16 años. Se inscribió con otras compañeras en la Universidad de La Plata para estudiar un profesorado. Eligió Matemáticas. El primer año era común a todos los profesorados y las materias que se dictaban eran de Ciencias Sociales, nada relacionado con Matemáticas. 
No tuve paciencia y abandoné. Recordé a mis buenas profesoras de Matemáticas y fui a preguntar por la Licenciatura en Exactas. Me convencí de que era mi carrera pero no podía ingresar con el título de maestra, necesitaba el título de bachiller. Me preparé y rendí las equivalencias en el Colegio Nacional de Quilmes y me recibí de bachiller. Rendí el ingreso a la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA e ingresé a primer año.
Para esa época, 1949, o sea 19 años, ya tenía un trabajo. Estaba empleada  en la Caja de Jubilaciones de Empleados de Comercio.
Aprobé dos materias, las dos Geometrías: Geometría Descriptiva y Geometría Proyectiva. 
 Otra vez las enfermedades se cruzaron en su camino.
Me enfermé  y fuimos a ver al Dr. Peco, quien fue médico de mi familia desde el día en que se recibió hasta que se jubiló.  Me aconsejó abandonar los estudios porque no me ayudaba mi salud. Creo que tuvo más en cuenta mis antecedentes de enfermedades infantiles que mi realidad en ese momento  y consideró que el trabajo y el estudio eran incompatibles para mí.
El Dr. Juan H. Peco había sido médico de la familia por muchos años. 
Cuando él se recibió de médico, mi abuela fue su primera paciente y, luego, lo fue toda mi familia. Mi familia paterna también fueron pacientes de él. Esa vez se equivocó.
Fueron seis años de interrupción en su carrera, su vocación, la Licenciatura en Matemáticas. Hasta 1955, sus 25 años.
Yo seguía trabajando en la Caja de Comercio, pero esa vida no me gustaba. Entonces decidí volver a la facultad y ver qué podía hacer. Habían cambiado los planes de estudio. Las materias aprobadas no tenían valor, solo me reconocieron el ingreso. Me inscribí y así comenzó la época de más sacrificio y a la vez la más feliz de mi vida.
–¿Cómo fue eso?
Manzana de la Luces- Esquina de Perú y Alsina
Me levantaba a las cinco de la mañana, trabajaba de siete a catorce, iba a la facultad y volvía a casa cerca de medianoche. Los fines de semana los dedicaba a estudiar. Todos los días caminaba desde Córdoba y Cerrito donde trabajaba hasta la Facultad de Ciencias Exactas, en Perú 222, en la Manzana de las Luces. 
–¿Y qué era lo que te hacía feliz?
Primero porque estaba estudiando Matemáticas y  porque tenía  excelentes profesores.
Mischa Cotlar
 –¿Por ejemplo?
Puedo nombrar a Mischa Cotlar, gran matemático, didáctico, gentil, humilde. Se negaba a tomar exámenes, decía que era inmoral porque un alumno si se presentaba al examen era porque había estudiado...  Lo obligaban a tomar examen  y no regalaba nota. Era músico, cuando pasabas frente a su despacho, muchas veces, oías su violín.
–Otro importante para mí fue Oscar Varsavsky. Nos dejaba usar en los parciales todos los manuales que quisiéramos. Pero nos daba ejercicios que nos volvían locos. Me acuerdo el primero que hice, yo desarrollaba y desarrollaba y no lo pude terminar, y lo mismo le pasó a un compañero. Hubo uno solo que pudo terminarlo y tuvo diez. "Lo que hicieron ustedes dos fue perfecto, pero como no terminaron les pongo un cuatro". Todos los demás fueron aplazados. Él era el único que lo hacía: promoción sin examen. Evaluaba trabajos prácticos y parciales y tenía una entrevista con cada alumno antes de ponerle la nota final. "Usted está aprobada, le pongo un ocho. Si quiere un diez le tengo que tomar examen". Acepté el ocho sin dudarlo. Yo había tenido episodios de alergia provocada por los nervios, justamente originados por Varsavsky.
–Otro de quien tengo muy buenos recuerdos es Roque Carranza. Me gustaba mucho la Estadística, había cursado y rendido con él materias optativas sobre el tema y luego de recibirme rendí dos materias más: Procesos Estocásticos y Series Temporales. Era muy desordenado en sus clases pero sabía mucho. Sabía mucha matemáticas.
–Hablame de Manuel Sadosky. 
–Éramos muy pocos alumnos en esa época y todos los profesores nos conocían. A Sadosky lo consulté si podía cambiar de plan de carrera. Él me aconsejó y me aconsejó muy bien: me permitió cambiar de plan pero me dijo que me convenía cursar Funciones Reales II con el profesor Mischa Cotlar. "Es una materia que hace un repaso de Funciones Reales I que usted ya cursó con Blaquier, antes de empezar con Funciones Reales II que le va a venir muy bien". Fue un excelente consejo, realmente aprendí las dos materias. 
–Estudiabas, trabajabas, dormías apenas cinco horas. ¿Cómo fue tu carrera? ¿Cuándo apareció la Informática en tu vida?
Con sacrificio fui cursando año a año, y ya promediando la carrera, se dieron en la Facultad dos cursos: uno de máquinas de registro unitario (UR) y otro de computadora (IBM 650) por profesores que eran especialistas y gerentes de IBM y luego, otro de la computadora Mercury que decidió contratar la facultad para el Centro de Cálculo que estaban organizando. Asistí y rendí todos estos cursos.
–¿Quiénes fueron los profesores de esos cursos?
El curso de UR fue dictado por varios profesores del Centro de Cómputos y del Servicio Técnico de IBM. A quien recuerdo especialmente es a Robero Catenazzo, que nos enseñó el circuito de la IBM 82, una intercaladora. ¡Inolvidable! El curso sobre la Mercury lo dictó una mujer, una inglesa. No recuerdo su nombre. 
Gustavo Pollitzer
El curso de programación de la IBM 650 estuvo a cargo del Gustavo Pollitzer. Terminó de dictar el curso, por un viaje de Pollitzer, José Guerra. En todos estos cursos me fue muy bien. Siempre fui la primera en terminar y pasar al frente. En la última clase estuvo de visita Sadosky. Hablaban con Guerra y Pollitzer y noté que me miraban.
Me cuenta una anécdota de lo que le sucedió en la Caja donde trabajaba al terminar los cursos de UR.
En la Caja tenía un jefe que había trabajado en IBM y que cuando terminé el curso de UR había pasado a ser el gerente del Centro de Cómputos. Era una persona que me apreciaba, yo era muy trabajadora y era callada. "¿Hizo el curso ése? ¿Quiere hacer una práctica en nuestro equipo?", me dijo. Le contesté que sí. El jefe de ese sector era el único que había hecho el curso de operador y era el único que sabia armar tableros. Quisieron divertirse a costa mía  y me dieron para armar el tablero de la IBM 407 para liquidación de sueldos, que era, posiblemente, el más difícil. Mientras lo armaba veía como me miraban y murmuraban. Cuando terminé y lo probaron quedaron con la boca abierta y después me respetaban. 
Poco tiempo después de los cursos de Computación un profesor, el Ingeniero Isidoro Marín les ofreció a otro profesor, el Dr. Selzer, a un compañero de Gladys, Juan Vella, y a ella, ir a trabajar por contrato al Instituto Estadístico Militar como asesores matemáticos. El cambio le parecía parecía conveniente, un mayor ingreso, mejor horario, más flexible y aparentemente más relacionado a todo lo estudiado. Renunció a la Caja y firmó contrato con el Instituto.
–¿Te consideraban a la altura de un profesor?
Fue una sorpresa para mí. Con Vella no había cursado ninguna materia. Al Dr. Selzer no lo conocía y me sorprendió mucho que aceptara un trabajo al mismo nivel nuestro.  
–¿Y cómo resultó el trabajo?
Las primeras condiciones se cumplieron pero el trabajo no era todo lo atrayente que suponía. El Dr. Selzer renunció pocos meses después. Vella y yo continuamos porque nos convenía hasta terminar la carrera. Un tiempo después Vella leyó en un periódico el pedido de profesionales por parte de IBM, se presentó e ingresó en el que fue el primer curso de entrenamiento y trabajo en la referida empresa. Yo estaba dedicada a completar mi carrera y no pensaba, por el momento buscar otro trabajo.
–¿Qué significa eso de curso de entrenamiento y trabajo? 
Cuando IBM comenzó a incorporar profesionales a  su staff, lo hizo incorporándolos en cursos de 20 a 30 personas para darles entrenamientos en sus productos. Comenzaban el curso como empleados de IBM y cobraban sueldos. Por eso hablo de entrenamiento y trabajo. El entrenamiento era el trabajo. En ese primer curso que entró Juan Vella, también entraron Víctor Savanti, Julio Viau, Luis Di Massi...
–De acuerdo. Entonces te dedicaste tu carrera en Exactas.
Así es. Cuando estaba preparando la última materia que debía rendir el 26 de diciembre (siempre había un turno de examen en esa fecha que nos obligaba a dejar la mesa familiar enseguida después de los postres, para repasar), me llamaron de IBM  para invitarme a rendir los test para ingresar a la compañía en el cuarto curso de profesionales.
Creo que fue entonces que recibí sus primeros comentarios referidos a un tema que enfrentó y combatió por muchos años en la que sería su empresa, la discriminación por género.
Las gerencias más altas de IBM eran de la vieja guardia, no eran profesionales y  discriminaban a las mujeres. Las mujeres en IBM eran empleadas administrativas o perforadoras de tarjeta Hollerith. Esto sucedía en América Latina, no en USA ni en Europa. Los tres cursos anteriores estaban compuestos por hombres y estaban buscando hombres para completar el cuarto curso. Como no conseguían completar el curso porque los que se presentaban no aprobaban el test, Vella me mencionó y Pollitzer y Guerra, que habían dictado cursos en la facultad y me conocían, consiguieron que sus superiores les permitieran probar con una mujer. 
Rendí el test, lo aprobé y me citaron justamente para el 26 de diciembre por la tarde, para una entrevista con José Guerra, que era Gerente de Marketing. En ese momento no imaginaba que ese mismo día tendría otro ofrecimiento. 
El 26 de diciembre de 1960 rendí la última materia y me recibí de Licenciada en Matemáticas. El Dr. Sadosky me estaba esperando. Me llevó aparte y me ofreció ir a trabajar al Centro de Cálculo con el equipo del Dr. Zadunaisky, astrónomo y matemático argentino. 
Me sentí como tocando el cielo con las manos, pero, luego me dijo que no podían pagarme. Yo necesitaba el dinero y por lo tanto tendría que seguir trabajando en Estadística Militar y colaborando con el Instituto. Para tentarme me hablaba de viajes y becas en el exterior, pero yo pensaba que tenía que seguir en el Instituto Estadístico Militar y eso no me agradaba. Quería dejarlo lo antes posible. 
Le conté que tenía una entrevista esa tarde en IBM y luego le contestaría. 
Por la tarde tuve la entrevista con José Guerra. La entrevista fue muy buena y, de pronto, me pregunta: "¿Qué condiciones tiene Ud. para la venta?". Yo, matemática recién recibida, con una oferta de la Facultad de Ciencias Exactas, me vi vendiendo ballenitas en la calle. "¡Ah, no!", dije, "no me interesa", y comencé a levantarme. 
 Gladys Rizzo 100%. Así era cuando la conocí, así fue siempre.
Él me miró con sorpresa (después me enteré que todos querían ser vendedores, por las jugosas comisiones que se cobraban en esa época). Me invitó a hablar con Gustavo Pollitzer, que era Gerente de Aplicaciones Científicas, quien me convenció contándome los interesantes trabajos que iba a hacer. Finalmente acepté. 
Unos días después me ofrecieron trabajo en la empresa Remington para trabajar con el Sistema UNIVAC. Naturalmente, lo rechacé.  
El 20 de febrero de 1961 comencé el curso en IBM. Aunque luego mi trabajo en IBM no fue todo lo científico que me hubiera gustado, estoy convencida de que no me equivoqué en la elección. 
Continúa en Capítulo 2